Zacatecas, Zac.- La negligencia y el azar convergieron en una tragedia evitable. Luis Mateo Piñón Hernández, de siete años, murió este jueves en el Hospital General del IMSS en Guadalajara, seis días después de que una explosión por acumulación de gas LP devastara su hogar en la colonia La Bufa 1, Guadalupe, Zacatecas. Las quemaduras cubrían el 60% de su cuerpo; el daño neurológico, irreversible. Los médicos declararon muerte cerebral horas antes de su deceso.
Su hermana, Ana Paula, de tres años y medio, lucha por sobrevivir en el Hospital Shriners de Galveston, Texas, con quemaduras graves. La madre, Miriam “N”, obtuvo un permiso migratorio excepcional para enterrar a su hijo y regresar al lado de la menor, gracias a la intervención de Shriners International y autoridades consulares. Mientras tanto, una familiar vela por Ana Paula.
Cilindros “picados”: riesgo latente
Protección Civil confirmó que en la vivienda siniestrada había tres cilindros de gas, uno con la base dañada —práctica conocida como “picado”—, causante de la fuga. El incendio afectó también a los abuelos, cuya condición no fue detallada. Las investigaciones continúan, pero el patrón es claro: la informalidad en el manejo del combustible cobra otra víctima.
Shriners International cubre los gastos médicos y logísticos, pero la familia requiere apoyo adicional. Una cuenta Banamex (520416576788595, a nombre de José Luis Piñón Ramos) recauda donaciones. La comunidad zacatecana se moviliza, mientras el cuerpo de Luis Mateo será velado en la Capilla Sixtina.
Esta historia no es solo un accidente: es el resultado de un sistema que tolera prácticas peligrosas. Luis Mateo ya no está. Ana Paula paga el precio. La pregunta queda flotando: ¿cuántos más?
LNY/Redacción