El odio engendra odio

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

Del odio al amor hay solo un paso. ¿Qué nos queda cuándo lo que hay es solo odio? Odio, únicamente odio.

El nuestro es un país dividido en tres bloques: los que están seguros que es un honor estar con Obrador; los que odian a López Obrador porque acabó con el viejo régimen y sus privilegios y los que no estamos ni con unos ni con otros casi porque no queremos que vuelvan unos y al mismo tiempo necesitamos soluciones de los otros. La división nos ha nublado el entendimiento y la nula posibilidad de acuerdos, lo que debemos asumir, todas y todos es que estamos ante un peligro de confrontación que va creciendo en todo el país. Un caldo se cocina a fuego lento, su hervor lo alcanzará el próximo año.

El hombre que pregonó el perdón a las víctimas de la línea 12 o la etnia Yaqui por el exterminio sufrido en el porfiriato, el de los abrazos y no balazos… se ha convertido a todas luces en un sembrador de odio en contra de todo aquello que no está a su favor, contra quienes cuestionan y contra quienes opinan diferente. Todos y todas son enemigos del pueblo.

Las manifestaciones del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador y en consecuencia de sus seguidores/as contra periodistas y contra personajes diversos a lo largo de su gestión, hoy contra la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña Hernández, tienen un tono que debe ser preocupante en grado extremo para quienes vivimos en este país y podemos pensar con la cabeza fría.

En el caso de las y los informadores y opinadores, hoy en el imaginario de miles de personas que siguen fielmente y a pie juntillas las palabras (La Palabra) del presidente mexicano, solo generalidades, los extremos han desaparecido. La idea que ha permeado en ese imaginario colectivo es que el ejercicio del periodismo está atravesado por la corrupción, cooptados por los malos gobiernos del pasado, de quienes recibieron millones de pesos. ¡Error! Generalizar nos lleva a equivocarnos. Pero al Presidente poco le importa equivocarse, para él lo importante es que le crean, lo peligroso es que le creen.

Hace unos meses fui testigo de un hecho que me incomodó. Mientras realizaba un trámite presencié un acto realizado en una delegación federal en Oaxaca. Ahí, un orador dijo que nunca creyeran a los periodistas, que todos eran corruptos (palabras más y en lenguaje masculino). Que mejor vieran “La Mañanera” todos los días. Que el Presidente informaba día a día lo que está haciendo por el país.

Sin duda una mentira, porque no todos o todas somos iguales. Como en todas las profesiones hay buenas y malas personas y profesionales. Hay quienes sí venden sus plumas al mejor postor y hay quienes decimos no. La generalidad en la idea que han propagado desde Palacio Nacional o desde cualquier trinchera oficial está equivocada. Porque la realidad de las y los trabajadores de los medios de comunicación, de las grandes empresas o monopolios mediáticos o independientes es otra, persiste la precariedad salarial y la falta de seguridad social, dos derechos que siguen en deuda con la profesión de informar y analizar los hechos. Condición que se agrava por la creciente inseguridad, México es el país latinoamericano con más agravios a periodistas y el segundo por el número de informadores asesinados-asesinadas en el mundo. Y, peor aún, con una altísima impunidad. Las fiscalías para atender los casos de periodistas son elefantes blancos. México es un país de miedo.

Cierto, hay privilegios derivados de la desigualdad en el trato que históricamente han dado los gobiernos. Las grandes empresas y monopolios informativos recibieron tratos diferenciados con respecto al que se ha dado a las empresas de periodistas independientes con proyectos que han buscado romper la estructura del periodismo desde el poder, el que toma dictados y obedece. En nuestro país sigue operando aquello de que entre más grande es el sapo más grande es la pedrada. En consecuencia, más grande es el silencio y mayores las omisiones.

Pero hoy, cuatro años y contando después de aquel 1 de diciembre de 2018, que pintaba prometedor, esperanzador tras sacar a patadas a “los mafiosos del poder del PRIAN”, sin el ejército en las calles como nos habían prometido, con libertad de expresión, independencia de poderes, resolución de problemas graves como el narco y el feminicidio, economía pujante, etcétera…lo que hay son chorros de diatribas que se traducen en odio, confrontación, amenazas y otros agravios.

Con López Obrador solo hay una forma de estar bien y es estar de acuerdo con él, condición que nos remite a varios episodios en la historia de este país como los últimos años del porfiriato donde personajes como Ricardo Flores Magón o Filomeno Mata o que tal Dolores Jiménez y Muro o Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, por citar solo algunas, hicieron tambalear al poder y se convirtieron en una amenaza, por lo que fueron perseguidos o encarceladas, sus maquinarias confiscadas o “muertos de hambre” como dijo hace poco el dirigente priista “Alito” Moreno y cuya política aplican en varios estados del país los gobiernos morenistas, al propiamente dicho “hambrear contratos a informadores”. Sólo como ejemplo, lo primero, porque lo que nos sucede hoy está muy cerca del pasado. Lo segundo, de cómo no están lejos unos y otros políticos que dicen ser diferentes. En cambio, está al garete un ejercicio profesional que debe ser contrapeso del poder y que hoy vive con una bala en la cabeza.

“¿Por qué es importante el periodismo? El periodismo es importante como registro histórico, como expresión de la sociedad, como desarrollo del conocimiento y porque fundamenta la libertad de personas y de sociedades”. (Niceto Blázquez. ética y medios de Comunicación. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid. 1994. P. 32. https://fundaciongabo.org/es/consultorio-etico/consulta/850)

El odio engendra odio

La ministra Piña Hernández causó una herida en el ego de Andrés Manuel López Obrador. Desde su reciente, pero histórica llegada a la presidencia de la Corte mexicana ha enfrentado toda clase de vituperios, descalificaciones y hechos que pueden traducirse en violencia política contra de las mujeres en razón de género.

Y como el odio engendra odio, de nuevo la respuesta de las y los seguidores de López Obrador son demostraciones de encono que tienden a escalar a veces con tintes de peligrosidad, como aquellas que propagaron en redes sociales o las que ya están en las calles, afirmando que la ministra presidenta era un problema y que la solución una bala. Sin duda, es violencia misógina construida desde el privilegio, la potestad del patriarca, que ha sido roto por mujeres como Norma Piña Hernández. ¡Y retiemble en su centro la tierra…!

La reciente quema de una piñata con la figura de Piña Hernández, durante la concentración de seguidores de AMLO (el Presidente midiendo su bono), es ya cuestionada por muchas mujeres y feministas, que a la vez inquieren a las feministas de la 4T por omisas, algunas desde las instituciones, o la respuesta de la Senadora Olga Sánchez Cordero que le levantó más indignación, porque en sus redes sociales le dijeron de todo, incluso le pidieron que dejará el cargo. Tal parece que no hay conciliación.

Este hecho que va más allá de las palabras que encienden todas las alarmas. Lo primero, explican principalmente feministas es poner un alto, terminar con la verborrea ofensiva y guerrera (en su connotación violenta) desde el Palacio Nacional. Y también hay que decirlo los antiAMLO deben empezar a bajarle al fuego, no se gana la paz con violencia. Es muy difícil creer que eso sea posible, sin embargo, hay quienes creemos que ya no hay otra opción, estamos por abrir la puerta a unas elecciones federales que están a la vuelta de la esquina y no quiero ver lo que podría pasar si no nos sentamos sobre hielo a pensar un poco, especialmente “ya saben quién”.