El reto enorme de las feministas de la 4T: hagan un congreso

SARA LOVERA 

En estos días leí en el Facebook un pequeño texto de Muriel Salinas Díaz, hoy subsecretaria de la Mujer en Jalisco. Ella dice: “Hoy tenemos el reto de ver qué tenemos que cambiar en la forma en la que trabajamos desde el Estado. Porque tenemos un Estado fragmentado al que le cuesta mucho trabajo integrar la multidimensionalidad. Necesitamos cambiar muchas cosas para asegurar una mejor planeación y coordinación, para que sea más coherente y para poder realmente transversalizar la política de igualdad de género de forma mucho más contundente”.

Estas palabras me revolotearon un par de días en mi cabeza. En qué ha estado pensando quien, como muchas, es en su ética y práctica feminista resultado de una combinación de factores que a lo largo de más de 30 años han sucedido en la comunidad feminista mundial.

La militancia, la formación ideológica, la academia y el andar oyendo y mirando a las mujeres en México. Un ramillete enorme de talentos y capacidades de mujeres que buscando la reivindicación de los derechos y la libertad de las mexicanas han experimentado un enorme proceso de conocimiento.

Mujeres que además de crear redes e instituciones han/hemos conseguido darnos cuenta del infranqueable límite que nos impone el patriarcado. Hemos imaginado juntas qué políticas pueden ponerse en juego para lograr avances. Hemos conseguido avances tanto en el terreno de la libertad, como el aborto en la Ciudad de México; el reconocimiento de humanas y con derechos; la discusión pública de la violencia contra las mujeres; la enorme capacidad de aprendizaje que miles de mujeres han adquirido con nuestro peregrinar por valles y montañas. Le hemos puesto rostro al feminicidio, al salario desigual, a la opresión milenaria.

Nosotras hemos alcanzado a vislumbrar buenas políticas públicas. Hemos identificado los nudos y obstáculos. Nos hemos enfrentado a los límites de las acciones gubernamentales y por ello hemos invadido espacios. No hemos callado, hemos escrito, hemos propuesto, hemos marchado para conseguir también algunos compromisos.

Pero ¿y ahora? Pienso en ellas, las observo, veo como no cesa el griterío y las demandas; los diagnósticos y los observatorios. Repitiendo el silabario histórico.

Desde la instalación del nuevo régimen, todo ha sido a contracorriente. ¿Cómo es que quienes detentan el poder, tienen tal cúmulo de resistencias? ¿Cómo hemos ido tan lento en la transformación de las mentalidades? ¿Cómo tenemos dificultades para lograr nuevos avances? ¿Cómo es que en los centros del saber se nos humilla?

Las vi luchando en la nueva legislatura para hacer respetar acuerdos internacionales; peleando por mantener lo ganado en presupuestos y leyes que modificamos juntas, movimiento, legisladoras y académicas. Las he visto furiosas y desesperadas, cuando se arrancó el 50 por ciento del presupuesto a las estancias infantiles; la maraña de argumentos oficiales para mantener los refugios para mujeres violentadas; los recursos para los cánceres femeninos, la desaparición de programas y denunciando cómo ha crecido el número de madres del feminicidio. Mesas de denuncia no han faltado, ahora se llama Parlamento Abierto.

Muchas de nuestras colegas, comadres, feministas están ahora en el proceso del nuevo régimen, de la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero a las compañeras solitarias explicando que, en la montaña de Guerrero, se creó una Ciudad de las Mujeres, que no tuvo estatuto legal y ahora su trabajo, empeño y convicción está a la buena de Dios. El pretexto hoy es la “corrupción”.

Positivas y actuantes como algunas diputadas y senadoras armando la agenda de la 4t. Por conseguir reglamentar la violencia política contra las mujeres; el cumplimiento de cambios jurídicos como los de la administración para la sobrevivencia de los enlaces de género en la administración pública; cómo hacer para que haya recursos locales y federales que hagan una realidad instituciones en municipios, comunidades y entidades de la República.

Veo a las responsables en CONAVIM, como Candelaria Ochoa Ávalos tratando de entender qué sucedió y cómo funcionan las medidas para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Cómo se perdió en el camino tanto hecho: Alertas de Violencia de Género sin los resultados esperados.

Veo luchando a muchas feministas de la Academia señalando huecos, pendientes, falta de evaluaciones, indicadores, estadísticas manipuladas. Desesperadas por los recortes presupuestales, por una parte y las medidas políticas por la otra que vieron sucumbir un programa, el Proequidad desde el Instituto Nacional de las Mujeres cuya naturaleza era apuntalar a las organizaciones de mujeres, las más chicas, esas que trabajaban como hormiguitas, aquí y allá.

Estas feministas formadas en la calle, en el grupo, en la red, pero también 18 años, desde la institucionalización de la política feminista, tratando de armar un programa nacional. De mantener al Instituto, dinámico y capaz, para no dejarlo sucumbir en una oficina que nos justifique ante los organismos internacionales. Asomadas y expectantes, reclamando el cumplimiento de los compromisos firmados, dentro y fuera de México.

No ha cesado la tarea con la esperanza en los labios: foros, conferencias, propuestas, libros, como el de la historia de las que han militado en el troskismo, para que no se nos olvide, y cómo fue posible un día recuperar historia. Hoy sabemos mil veces más que hace 30 años de nuestras ancestras, donde han colaborado historiadoras, sociólogas, periodistas, cineastas, literatas, para tener ese piso básico que nos dé pasado, orgullo, confianza y futuro.

Están ahí las funcionarias de inmensas historias curriculares, ahora en los despachos, en la ilusionada toma de decisiones. Dice Muriel Salinas Díaz de cara a un Estado fragmentado al que le cuesta mucho trabajo integrar la multidimensionalidad de la discriminación, opresión, desvalorización de la mitad de las pobladoras de México, de las migrantes y las eternamente marginadas indígenas y campesinas.

Mujeres comprometidas, pero sujetas por una realidad que las convoca a muchas preguntas. Cuando las consejeras de INMUJERES trataban de salvar el Proequidad, ahí en INMUJERES les dijeron que probablemente todo lo hecho ha estado mal. Con Muriel Salinas Díaz coincidió esa funcionaria, venida de la lucha popular, con nombre y apellido, Celia Aguilar, quien les dijo que había que cambiar las cosas. Muchas hay que cambiar, dice ahora la subsecretaria de Jalisco, ¿cuáles? y ¿cómo me pregunto? ¿Con qué herramientas y con qué experiencias?

A nosotras nos convocan a que tenemos que cambiar el rumbo. No ha sido suficiente diagnosticar el horror de la violencia machista; ni la falta de democracia igualitaria en nuestros partidos y organizaciones; no ha sido suficiente documentar y retratar a esas mujeres que todavía, por lo visto, no se han enterado de sus derechos.

Las comunicadoras, que podrían apoyar, de pronto, dejaron su papel de documentalistas de la realidad, heraldos de una nueva mirada y un nuevo lenguaje, se han parapetado en la defensa de nuestras propias vidas. Pasamos de heraldos a sujetas también de la violencia.

¿Cómo habrán de trabajar las nuevas funcionarias? Frente al valladar de la impunidad en el sistema de justicia; la ginopía absoluta en la planeación del nuevo régimen; la incapacidad para reconocer a los brazos e inteligencias de millones de trabajadoras con doble jornada y por lo visto sin derechos, con salarios desiguales e injustos. Ahí están las funcionarias y las legisladoras mirando el despido masivo, la pérdida de programas e instituciones.

Estas mujeres del funcionariado, llamadas a aplicar los avances, están ahora en el dintel de sus responsabilidades, mirando cómo necesitamos otros 200 años de lucha para alcanzar el disfrute de nuestros derechos; mirando como el autoritarismo es el aprendizaje de niñas y niños, con un profesorado que no alcanza a entender la discriminación ni el oprobio.

Enfrentadas legisladoras, funcionarias, maestras conscientes, periodistas feministas, a un diagnóstico tremendo. Tenemos que cambiar el ritmo de nuestra acción. O sea, ¿cambiar la filosofía? ¿Callar la opresión? ¿Recoger las demandas y las denuncias con otra mirada? ¿Cuál que no sea la feminista?

Estas mujeres que admiro y respeto, sujetas ahora al cómo hacer. Qué deshilvanar, cómo construir. Muriel Salinas también dice tenemos que planear y coordinar de otra manera, en forma contundente. Para que se logre la igualdad, la paridad total, digo yo ya está en la ley ¿y qué?

Yo creo que las feministas de la 4T deben hacer un Congreso, a fondo, mientras nosotras preparamos nuevos encuentros, nuevas rutas, también, en nuestro accionar civil. Necesitamos encontrarnos, hablar, discutir, analizar el momento en que estamos. Con toda seriedad. Con toda responsabilidad, con eso que Celia les dijo a las consejeras, con ideas geniales que nos indiquen a donde ir. Algo que nos haga salir del marasmo, de la costumbre de creer y de actuar, acabar con la repetición infinita.

Usar nuevas estrategias. Encerrar a los funcionarios y a muchas otras funcionarias, que no son como nosotras y explicarles, como en su tiempo lo intentó Isabel Larguía en el Estado Cubano, quien advirtió que, sin cambios profundos en la familia, el pensamiento y la acción, desde el feminismo, cualquier estado, por nuevo, revolucionario y transformador que se nos prometa, las mujeres, su fuerza, su experiencia, su capacidad y productividad, quedarán en el camino y sólo habrá más de lo mismo. El sufrimiento y la violencia, la marginalidad y la desvaloración, no sólo está en las pobres.

[email protected] / @saraloveralopez

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