Un sueño hecho realidad, 100 años después

LUCÍA LAGUNES

Sé que para algunas mujeres el feminismo no es algo cercano y, ante el estigma que se ha colocado sobre él, en ocasiones es no querido y hasta rechazado, ocultando sus bondades. Sin este movimiento las mujeres no tendríamos las libertades que hoy gozamos y los derechos que hoy exigimos se respeten.

La deformación que se ha difundido del feminismo y las reacciones violentas que en ocasiones se dan ante una mujer abiertamente feminista, provocan que muchas otras se inhiban en acercarse a él, conocerlo a fondo y saber a ciencia cierta de qué se trata.

El estigma ha impedido reconocerlo como el sueño hecho realidad de las feministas de hace cien años.

Tal cual, todas y cada una de las libertades que hoy gozamos las mujeres y niñas de este siglo XXI fueron pensadas por cientos de mujeres de diversas nacionalidades y por supuesto de México.

Decidir estudiar, saberse libre de elegir cualquier profesión, vivir la sexualidad con mayor libertad y sin violencia, viajar, ocupar espacios y cargos públicos, ser taxistas, pilotear un avión; estar en cualquier ingeniería, ser matemática, dedicarnos a la ciencia o lo que más se nos antoje, incluso, plantearnos cómo queremos amar y ser amadas, es de los sueños que 600 mujeres nombraron el 13 de enero de 1916 en Mérida, Yucatán, en el Primer Congreso Feminista mexicano. Y que hoy conmemora su primer centenario.

Las mujeres de mi generación crecimos con el derecho al voto y a ser electas; mi madre obtuvo ese derecho y votó por primera vez cuando tenía 22 años; las jóvenes de hoy y las niñas de este siglo además del derecho, tienen la convicción de aspirar a ser gobernadoras o presidentas.

Este es el sueño plateado por Elvia Carrillo Puerto en aquel Congreso Feminista de 1916, razón por la cual su nombre será inscrito en el Congreso local con letras de oro.

El goce y placer de la sexualidad que para muchas hoy es tan natural como respirar, ha llevado años en conquistarlo. Veinticinco años atrás me sorprendió en una conversación con mujeres de mayor edad que yo, casadas y con descendencia, que confesaran que no sabían qué era un orgasmo y que la forma de mostrar su deseo sexual se resumía a ciertos códigos actuados, como el que ella, ya en la cama, rozara el cuerpo de su marido.

Esto no quiere decir que el marido reaccionara de inmediato. La gran mayoría de las veces ellas se quedaban dormidas sin conocer la respuesta de su pareja, cosa que no ocurría con ellas, quienes siempre que él tenía el deseo sexual, “usaba” su cuerpo sin mediar ninguna pregunta, comentario ni nada.

La sorpresa es porque mi generación ya vivía su sexualidad, con dificultades y aún con tabúes y miedos, pero el placer era ya un terreno ganado.

El sueño lo planteó Hermila Galindo también en aquel Congreso del 16; su posición le valió que los periódicos la calificaran de inmoral y de promover el amor libre.

Libres es como queremos vivir las mujeres, en eso tenían razón hace 100 años y hoy. Vivir emancipadas como lo planteó en 1870 la yucateca Rita Cetina Gutiérrez en su revista La Siempreviva, órgano de difusión de la organización que lleva el mismo nombre, maestra de Elvia y nuestra tatarabuela.

Sí, somos el sueño hecho realidad de todas ellas y a la vez somos las abuelas de la próxima generación de mujeres que vivirán en igualdad plena, quienes en 100 años se reunirán en algún punto, del mundo y de México, para recordar que una vez hubo un sueño feminista y sentirse orgullosas de ello, como los cientos de feministas hoy se saben orgullosas de su herencia, brincándose el estigma que sobre el feminismo pesa y que oculta la bondad del sueño hecho realidad.

Twitter: @lagunes28

* Periodista y feminista, Directora General de CIMAC.

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