El fracaso

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

El Informe Desigualdad Extrema y Tendencias de Desarrollo. El caso del Estado de Oaxaca revela el fracaso que las políticas sociales, tanto federales como estatales, han tenido en las últimas décadas, fracaso que ha contribuido a la generación de un fenómeno como lo es la feminización de la pobreza.

El tufo de asistencialismo es uno de los principales factores que han empujado la creación, sostenimiento y revolcada que han tenido los programas sociales que buscan combatir la pobreza y cuyos resultados muestran que, contrario a lo que proponen, todo indica que vamos en sentido contrario y para atrás.

Las aportaciones sesudas de algunos funcionarios y asesores de presidentes y gobernadores, casi todos formados en universidades de diversos países europeos o de Estados Unidos. Todos detrás del escritorio, todos desde la conceptualización neoliberal que, está visto, es una fábrica de pobreza. Y todos lejos de mirar el mundo desde una perspectiva distinta y más igualitaria para las mujeres.

Pues bien, fueron las mujeres, como por ejemplo, la Red de Promotoras y Asesoras Rurales o las el “Banco Mundial en la Mira de las Mujeres”, así como los esfuerzos particulares de brillantes mentes como es el caso de Martha Castañeda en Oaxaca, y otras tantas feministas y estudiosas del género en el resto del país, quienes pusieron el dedo en el renglón desde la década de los noventa. ¿Quién no recuerda aquella frase del “Progresa, el dinero del diablo”?

Desde entonces, las feministas explicaron lo que ahora se vuelve a repetir en el estudio presentado por Oxfam y Educa, en el “Informe la Desigualdad Extrema y Tendencias de Desarrollo. El caso del Estado de Oaxaca”, pese a no tener esa perspectiva de género indispensable hoy en día en toda investigación, y que revela que las políticas públicas de los gobiernos recargan el trabajo en las mujeres, los servicios son pésimos y provocan problemas en las familias, pero con un directo efecto en las mujeres.

Las mujeres, decían aquellas investigaciones de las redes antes citadas -entre ellas Castañeda, por cierto, una de las primeras en medir el impacto del denominado Programa de Ampliación de Cobertura-, tienen que asistir a las pláticas en las clínicas, supervisar los trabajos, hacer algunos trabajos “comunitarios” en las clínicas, tenían que alfabetizarse e, incluso, habían sido motivo del aumento de la violencia dentro de las familia en contra de las mujeres: porque desatendían la casa o por el dinero que recibían.
Y todas esas tareas sin descargar en nadie más las tareas de las mujeres dentro de su hogar, como cuidar y alimentar, además de contribuir con las tareas de la siembra, la elaboración de artesanías, cuando las hay, o la venta de productos.

Todo ello pensando que no es lo mismo ser mujer rural o indígena o que ser mujer en un área urbana, pues en las primeras la diferencia de actividades cotidianas dentro del hogar son abismales, porque se carece de los servicios básicos como el agua potable y, a veces como resultado de la pobreza, no hay estufas de gas, entonces hay que acarrear el agua y recolectar la leña. Todo eso sigue pasando en el siglo XXI del México real.

Pues bien, la medición hecha en este estudio revela que no funcionan esas políticas a las que los gobiernos ni del estatal ni del federal, a pesar de la “buena intención” que tienen de empoderar a las mujeres y sobre todo de revertir la pobreza, una falacia que se ha dicho de manera repetida sin resultado alguno.

En la política social federal existen 71 programas que “buscan la erradicación de la pobreza y la disminución de la desigualdad en el país (Sistema Nacional de Programas de Combate a la Pobreza, 2015).

En ese sentido, el Informe apunta que hay tres explicaciones posibles del por qué la pobreza y la desigualdad en Oaxaca no dan tregua a pesar del aumento en gasto social:

Éste, con relación al PIB nacional, es menor al de otros países.

Las dependencias federales no han ejecutado bien el gasto social.

Los programas sociales y su ejecución han generado nuevas desigualdades en las comunidades.

Eso, además de considerar que de acuerdo con la OCDE México es el país miembro de dicha organización que menos dinero invierte en desarrollo social, como señala el informe dirigido por el investigador del CEIICH de la UNAM.

Por otro lado la estrategia de bienestar para el combate a la pobreza contempla, de manera general, siete programas sociales específicos: Útiles y Uniformes Escolares, Becas a Estudiantes de Educación Superior, Prevención del Virus del Papiloma Humano, Adultos Mayores de 70 años y más, Mujeres Jefas de Familia Desempleadas y Apoyo a Personas con Discapacidad.

Algunos de ellos, como también en el caso de los programas federales, no están enfocados al combate a la pobreza.
Ahora bien, resulta importante mencionar que, en los últimos años, la efectividad de la Estrategia, cuyos resultados se vieron mermados debido a cuatro razones, una de ellas el recorte presupuestal, que pasó de 2.6 por ciento del presupuesto total de gastos del estado a 1.22 por ciento en 2015.

Aunado a ello, habría que recordar las acusaciones hechas a lo largo de este sexenio sobre el enriquecimiento ilícito, es decir, las tranzas que hicieron algunos buenos amigos y parientes del actual gobernador con algunos de esos programas.

En suma, los programas sociales se han utilizado como una especie de adorno detrás de la vidriera, apantallan pero como dice el estudio resultan insuficientes, el gasto público aún es pobre en política social y en programas no efectivos, que han generado más desigualdades, como sucede con los programas federales. Y si a eso le agregamos que como sucede en Oaxaca, la llamada “estrategia bienestar para el combate contra la pobreza” ha disminuido el presupuesto, el número de programas, además de la apatía de la sociedad, tendremos el mismo triste resultado.

Cierto, los programas sociales que combaten la pobreza son ganchos, disparos publicitarios, promesas que se diluyen, por tanto resultan sufribles y vergonzosos, no provocan lo que se pretende, multiplican las tareas a las mujeres y no dan resultados, el hecho más fehaciente de ese dicho, es que la pobreza aumenta y aumenta.

Lo cierto es que los candidatos Alejandro Murat, Benjamín Robles, José Antonio Estefán y otros que buscan la gubernatura de Oaxaca, deben tener bien claro que la pobreza ya no es solo de ingresos sino que ha generado una carencia de derechos. No esperen entonces encontrar un pueblo tranquilo y receptivo, el reto será convencer a la ciudadanía pero sobre todo no volver a sacarse de la manga las recetas mágicas que no han dado resultados efectivos y reales. Queremos políticas públicas con perspectiva de género, no caridad.

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