Sustentabilidad energética; imperativo ante el fracaso de Durban

“Las conversaciones de Durban han acabado de la misma forma en que empezaron: en fracaso. Los gobiernos han elegido escuchar a los contaminadores por encima de la gente… Han fracasado en el refuerzo de medidas anteriores de protección del clima y se han mantenido al margen de nuevas normal globales para luchar contra el cambio climático”.

De esta forma, Greenpeace calificó el resultado de la XVII Conferencia Ambiental de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 17), que concluyó este fin de semana en Durban, Sudáfrica. Efectivamente, las negociaciones en el seno de la ONU para alcanzar compromisos globales contra el cambio climático, han vuelto a quedar muy cortos y con magros resultados: la comunidad internacional se quedó en el intento de llegar a un acuerdo vinculante en el año 2015 que entre en vigor en el 2020; es decir, ganar tiempo para no comprometerse a cabalidad en la lucha contra el calentamiento global.

Cabe recordar, que el Protocolo de Kioto fue suscrito en 1997 y ratificado por 156 países, pero   después rechazado por dos de los principales contaminantes del mundo: Estados Unidos y Australia. En esencia, estableció el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en una media del 5,2% con respecto a los niveles de 1990, aunque en su Anexo B precisa metas enumeradas de mitigación por cada país, que expiran en el ya muy próximo 2012.

En Durban, era “imposible lograr un acuerdo favorable si el gobierno de la mayor potencia económica y militar se encuentra maniatado por los intereses de las grandes corporaciones y por una opinión pública que, ante los efectos de la crisis, no desea hacer esfuerzo alguno en favor del medio ambiente. Por ejemplo, reducir su derroche energético”, señala atinadamente Iván Restrepo. Sin embargo, las negociaciones sobre el segundo período de compromisos, no sólo tropezaron con la tradicional negativa de Washington, sino además con la decisión de Canadá, Japón y Rusia de no sumarse a un nuevo capítulo que comprometa al mundo en esta batalla.

El  paquete final de documentos, presentado por los grupos de trabajo reunidos en Durban, pondrá en vigor el segundo capítulo de Kioto el 1 de enero de 2013, pero no se incluye una enmienda al Anexo B del Protocolo con nuevas metas concretas y cuantificables de mitigación de los gases de efecto invernadero que obliguen a los países industrializados. En acciones de mitigación, el informe del Grupo de Cooperación a Largo Plazo de la Convención, dedica 60 párrafos con requerimientos y controles para los países pobres; y solo 31 para los desarrollados, los máximos contaminantes históricos del planeta.

Por esta razón, el Grupo Africano y las naciones de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) se opusieron a dicho paquete, al considerar que en materia de mitigación “es muy flexible para los países industrializados, mientras que refuerza exigencias para las naciones en desarrollo”. Como se puede observar, se echó por tierra el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, establecido por la Convención. Lo más decepcionante en el  balance final de la Cumbre de Durban, es que se postergan para el año 2015 y 2020 los asuntos medulares para la supervivencia del planeta. A final de cuentas, se impuso la voluntad  de los Estados Unidos; previamente, su enviado a la Cumbre, Todd Stern, había expresado que: “estaríamos bastante abiertos a un proceso para una negociación que lleve a una cosa después de 2020 y no tengo problema en reconocer que puede acabar siendo un acuerdo legalmente vinculante”.

En pleno siglo XXI, no hemos sido capaces de lograr compromisos firmes, ni poner en cintura a los países industrializados -Estados Unidos, Japón y la Unión Europea- en su espiral destructiva; mientras que algunos países en desarrollo, principalmente, China, la India y Brasil, ahora pretenden gozar de los mismos privilegios –para contaminar- de que dispusieron los ricos durante largo tiempo. No hay que olvidar que estos últimos, también ya son emisores importantes de gases de efecto invernadero; situación que les otorga una responsabilidad de peso en el combate al cambio climático.

Al final de esta decepcionante Cumbre, ganaron tiempo las posiciones más recalcitrantes contra cualquier acción coordinada y vinculante; lideradas por Estados Unidos que “torpedea” cada cumbre, una tras otra y año con año. En esta reunión, junto al  primer contaminador global en emisiones per capita, Estados Unidos; se sumó también la resistencia de la India, temerosa de reducir su competitividad y su desarrollo.

Como señaló Greenpeace en su comunicado: “mientras que los detalles de las conversaciones pueden ser complejos, la verdad es muy sencilla. Estamos muy lejos de donde deberíamos estar para evitar un cambio climático catastrófico. Los contaminadores han ganado esta ronda de conversaciones… Nos han decepcionado y su fracaso se medirá con la vida de los pobres, los más vulnerables y menos responsables de la crisis del cambio climático”.

Pese a este fracaso, el cambio de los modelos productivos y de consumo actuales, el desarrollo de energías alternativas para fortalecer el aparato productivo y eliminar el especulativo, para equilibrar la distribución de la riqueza y que redunde en beneficios sociales; es el único camino a seguir por los países si queremos tener una garantía de futuro. Ciertamente, es una labor titánica, pero la ONU no debe desistir en este empeño.

Por nuestra parte, a nivel nacional y local, tenemos que seguir trabajando con voluntad política para construir un modelo de desarrollo productivo de equilibrio con el medio ambiente; teniendo como eje la sustentabilidad energética y, bajo este esquema, prevenir y mitigar los impactos ambientales locales y globales resultantes del actual sistema de producción y consumo de energía.

No podemos desatender el hecho de que para el año 2040, el mundo requerirá 30% más de energía que en el 2010, el Producto Interno Bruto mundial se duplicará y la población se elevará hasta 9 mil millones de habitantes (Prospectiva Energética: una visión al 2040, Exxon Mobil).

Actualmente, el 80% de la energía primaria mundial es a base de  hidrocarburos, mientras en México es del 92%; cifra que deja de manifiesto la enorme  dependencia que tenemos para poder mantener activa toda nuestra industria en términos de hidrocarburos. Así mismo, México destina 52% de su producción para exportaciones, de las cuales el 84% (1 millón 126 mil barriles), son para el mercado estadounidense. Sin embargo, las exportaciones de petróleo de nuestro país se podrán ver afectadas significativamente, debido a que Estados Unidos comenzará a producir grandes cantidades de petróleo, que serán suficientes para abastecer su demanda interna e incluso para exportar el mismo energético, según indicó el estudio de Exxon Movil.

En este sentido, México no puede postergar la transformación de su modelo energético basado en el petróleo, porque esta fuente es finita e implica genera un gran impacto ambiental. Además, nuestro país cuenta con un gran potencial para producir en energías alternativas: “En 10 años México podría ser líder mundial en este rubro, si hubiera una verdadera política de Estado enfocada a aprovechar la abundancia de recursos renovables del país y su capital humano en ciencia y la tecnología”, así lo ha advertido Claudio Estrada Gasca, director del Centro de Investigación de Energía (CIE) de la UNAM.

Ésta, parece ser la batalla que México y Zacatecas pueden dar, para contrarrestar la destrucción del planeta y de nuestro propio entorno.

 

 

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