Las energías como factor para el desarrollo de las comunidades

LUIS GERARDO ROMO FONSECA *

Sin lugar a dudas, la energía constituye un factor determinante para el desarrollo de cualquier nación. Sin embargo, el modelo energético actual que está basado en los combustibles fósiles y el petróleo y en la generación de electricidad centralizada, ya no es sostenible ambiental ni económicamente. Así lo advierte la Agencia Internacional de la Energía: “las consecuencias de un crecimiento desbocado de la demanda energética global son alarmantes para todo el mundo.”

Por nuestra parte, en México, desde hace mucho tiempo, el petróleo ha sido un eje estratégico del desarrollo nacional; una industria emblemática que ha apuntalado firmemente la vertiente social del Estado mexicano. Sin embargo, por tratarse de un recurso perecedero, ya llegó la hora de reorientar nuestro modelo energético partiendo de dos ejes: en el uso más racional y eficiente de los hidrocarburos -que todavía seguiremos usando pero cada vez en menor medida- y, paralelamente, en el impulso a las fuentes renovables de energía.

A la fecha, los hidrocarburos encabezan la producción energética de México: en el año 2011 este recurso aportó el 89% de la generación de energía primaria, mientras que el  conjunto de las energías renovables apenas sumaron el 7%, según se observa en el Balance Nacional de Energía de la Sener. Ante este escenario, Claudio Estrada Gasca, director del Centro de Investigación en Energía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y coordinador del reto Energía de la Agenda Ciudadana de Ciencia, Tecnología e Innovación, advierte: “es un hecho que estamos literalmente sobre la cima de la producción del petróleo barato; lo que se avecina en las próximas décadas es un periodo de transición energética hacia fuentes sustentables de energía”.

El especialista destaca la capacidad de México en cuanto a fuentes de energías renovables: “el recurso más abundante -mucho más que petróleo, gas y carbón juntos- es el recurso solar”, a la vez de asegurar que deberíamos ser una potencia, no solo en el aprovechamiento de dicho potencial sino también en la generación de conocimiento y tecnología asociados a ellas. Justamente, en el marco de la VI Cumbre Mundial de Energía del Futuro, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) presentó un informe denominado “Atlas Solar FV: Energía en armonía con la naturaleza”, el cual destaca el enorme potencial con que cuenta México para producir energía solar debido a su ubicación geográfica. Como muestra, nuestro territorio recibe una radiación solar promedio 2 veces mayor a la de Alemania, que es el país líder en instalaciones fotovoltaicas a nivel mundial. En consecuencia, la WWF estima que si lográramos cubrir únicamente el 0.11% del territorio nacional con paneles solares, podríamos generar el 100% de la demanda eléctrica proyectada para el año 2050 en México. Cabe mencionar, por supuesto, que Zacatecas es de los estados de la República con mayor potencial eólico y solar.

Por otro lado, la falta de energía y la pobreza están directamente relacionadas; de ahí la conveniencia de explotar las tecnologías de energía renovable para erigirlas como un medio importante de suministro de energía en áreas donde otras fuentes no son asequibles, tal  como sucede en las comunidades rurales aisladas.

De ahí la necesidad de aprovechar estas nuevas tecnologías sustentables para detonar el crecimiento económico y combatir la pobreza, explotando las ventajas comparativas de cada región a partir de sus propios recursos naturales. Una de las grandes alternativas la encontramos en un esquema de generación de energías limpias; distribuido y estructurado a través de plantas en pequeña escala (con paneles solares o generadores eólicos, principalmente) que estén situadas en los mismos puntos de consumo o en lugares cercanos a las comunidades.

Al generarse energía en los mismos puntos de consumo se vuelve más eficiente, ya que esta proximidad reduce las pérdidas en la distribución y transporte. Además, bajo este diseño se fomentaría la creación de empleos en la comunidad y fortalecería los vínculos de la población con el territorio, sobre todo en zonas periféricas o rurales, al afianzar la industria local.

De esta forma, gracias a este tipo de energías es posible  coadyuvar a la erradicación de la pobreza, al permitir el desarrollo de actividades económicas y sociales donde antes no se podían efectuar fácilmente. En este sentido, los gobiernos locales deben ser determinantes para consolidar el uso de las energías renovables, tal y como ha ocurrido en otros países. No obstante, primero es necesario establecer políticas públicas bajo un enfoque de sustentabilidad, optimizar los marcos jurídicos en la materia, vincular a las instituciones educativas y de investigación con el aparato productivo y dotar a las comunidades de una  infraestructura adecuada.

Evidentemente, esta es una herramienta fundamental para alcanzar el desarrollo sustentable y la equidad social en el país; pero ello implica, necesariamente, el cambio de modelo energético hacia uno opuesto al que la lógica mercantilista ha venido promoviendo desde hace décadas en el mundo. Esta transformación tiene que llevar aparejada la protección ambiental, el combate al cambio climático y el uso de las energías limpias; pero esta sinergia sólo podrá ser efectiva si existe determinación política firme para elegir -de una vez por todas-, una opción de desarrollo diferente que nos brinde grandes frutos colectivos y una sociedad con futuro.

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