viernes, octubre 31, 2025
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Sótano Uno | Desde el panteón

RAÚL MANDUJANO SERRANO

Son días de caminar por esos sitios en los que los espíritus andan a nuestro lado. Pero no debes temer -le digo a Brenda, mi siempre amable waitress de esa antigua casona donde se encuentra la cafetería-. Más miedo me daría estar sentado junto a Fernández Noroña sonándose la nariz con el mismo pañuelo con el que se seca las lagrimas y después te dé la mano.

Este fin de semana nuestros panteones, por la noche y la madrugada, se visten de celebración para recibir a esos seres que fueron ejemplo de enseñanza y amor. El Día de Todos los Santos y los Fieles Difuntos tiene que ver con que la muerte no es un final, sino otra forma de existencia. Por eso, en su paso por la tierra viva, les preparamos ofrendas con comida y fotografías, y les rendimos culto con flores, velas y oraciones. Es una celebración para regocijarse de la vida y de la muerte.

Personalmente he ido al panteón a velar a mis abuelos desde que tenía 5 de edad, hace ya 50 años. Ahora también velaré a mi padre. Encenderemos una fogata para calentarnos, y llevaremos flores, cempasúchil, nube, crisantemos, veladoras y oraremos en silencio.

Hoy las cosas han cambiado. A los panteones solo vamos los viejitos para preservar una tradición de hace más 500 años. Los jóvenes no van por flojera, para no levantarse. Es más fácil argumentar que a los muertos se les lleva en el corazón, o que es una religión que manipuló a los indígenas, o incluso, “hasta que los españoles se disculpen”. Estos días son para mejor irse a la playita y regresando, si hay tiempo, llevar unas flores al difuntito.

Colofón. – Samara, por una muerte digna

El periodista sorbe a su café mexicano sin azúcar que acompaña con una hojaldra de muerto rellena de nata. Observa llorar en un video a Fernández Noroña por lo que ocurre en Palestina o, tal vez esas lagrimas que se enjugó con el mismo pañuelo lleno de mocos, fueron porque no viajó en primera. Pero generoso sería que al regresar también lo conmovieran los desplazados, las condiciones de los migrantes o las más de 125 mil 287 desaparecidos.

O que a él y a todos los legisladores de relumbrón los conmueva la “Ley Trasciende”, que impulsa la activista y periodista Samara Martínez, cuya historia, marcada por graves dolores de salud y una inagotable batalla por la dignidad humana, promueve a favor de una muerte digna. Lo hace como lo hiciera Olimpia Coral después de ser humillada sexualmente en redes sociales y pelear por que se castigue la divulgación de contenidos íntimos.

Samara debe pasar 10 horas al día conectada a un aparato para sobrevivir al lupus, la insuficiencia renal, la hipertensión y otras afectaciones de las que los médicos le han advertido que está en fase terminal, pero la ley le prohíbe una muerte digna. La eutanasia no es legal según el artículo 166 de la Ley General de Salud. Sería un homicidio por piedad o suicidio asistido. Por eso no tiene cabida en el México del “todo está bien”, el del “pueblo decidirá” …  

La causa de Samara la respaldan miles que han vivido con un dolor intenso, quizá no tan fuerte como el que vivió Noroña en Palestina, o el que agobia el corazón de las diputadas Gabriela Jiménez y Jessica Saiden, por estar cerca de Omar García Harfuch, no, lo de Samara es algo que debe debatirse con más seriedad que un bailongo con la Sonora Santanera. Hasta otro Sótano.

Sobre la Firma

Crítico tenaz, maestro por convicción.
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