jueves, agosto 21, 2025
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¿Se han cumplido las expectativas en el primer año de los ayuntamientos?

OSVALDO ÁVILA TIZCAREÑO

Se aproxima el primer año de gestión de los ayuntamientos que iniciaron funciones en septiembre del año pasado. Preveo, no sin cierta dificultad, que pronto se realizarán eventos masivos en los que seguidores de los ediles escucharán su ejercicio de rendición de cuentas y aplaudirán los logros alcanzados. Asimismo, se acerca el momento en que volveremos a escuchar quejas sobre los excesos cometidos en el pasado y la falta de recursos para cumplir lo prometido por las actuales autoridades.

Ciertamente, la política centralista emprendida por el anterior gobierno federal y acentuada por la actual administración, la inducción a subejercicios para que los recursos regresen a las arcas nacionales, la falta de convenios con el estado y el añejo deterioro de los servicios municipales se han convertido en un lugar común para justificar la inacción. Por otro lado, proliferarán las cuentas alegres: escucharemos reiteradamente que, pese a los intentos de freno por parte de los adversarios, se ha avanzado y trabajado incansablemente al servicio de la ciudadanía.

Mi modesta opinión es que el desempeño de los munícipes debe analizarse como cualquier fenómeno objetivo, es decir, como una unidad dialéctica con aspectos positivos y negativos. Las atenuantes responden a causas tanto subjetivas como objetivas, y es evidente que algunos problemas podrán resolverse de inmediato, mientras que otros requerirán atención a largo plazo. Considero, además, que no me corresponde a mí realizar un balance; esta es una obligación y un derecho de los gobernados, quienes podrán emitir una opinión favorable o negativa. En honor a la verdad, debe considerarse la “curva de aprendizaje” y reconocer que ha transcurrido la primera de tres etapas. Por ello, quizá sea necesario transitar de las palabras a los hechos contundentes y concretos.

Por lo que respecta a los Antorchistas, debo decir que, como cualquier ciudadano de buena fe, deseamos que les vaya bien a los munícipes, pues de ser así, también le irá bien a sus gobernados. Incluso hemos manifestado que, de ser necesario, contarán con nuestra mano solidaria para enfrentar adversidades mediante acciones colectivas o gestoría en otras esferas.

A pocos días de las tomas de protesta, acudimos a exponer por escrito las necesidades de cientos de ciudadanos organizados en nuestro movimiento. Las respuestas variaron según la sensibilidad o la representación que tenemos en cada lugar. Para ilustrar lo anterior, me permito traer a colación tres ejemplos de distintas latitudes. Veamos.

Fresnillo: En los primeros días de octubre, una comisión acudió a exponer las peticiones. El alcalde Javier Torres Rodríguez atendió de inmediato a mis compañeros y manifestó disposición para analizar las propuestas. Posteriormente, se realizó una reunión masiva donde se tomaron acuerdos precisos que fueron minuciosamente documentados. Incluso se pactó el arranque de obras y la participación por invitación del ayuntamiento. En honor a la verdad, algunos compromisos están en proceso; no obstante, me llama la atención lo intempestivo de las convocatorias para las reuniones. Ojalá se concrete lo acordado y se traduzca en acciones de beneficio social.

Guadalupe: Hemos sostenido varias reuniones con el alcalde José Saldívar y la secretaria de Gobierno. Si bien han avanzado algunos acuerdos, lo sustancial aún requiere concreción.

Villanueva: El presidente municipal Rogelio González Álvarez, quien cursa su segundo período, ha suscrito acuerdos precisos; sin embargo, no se ha progresado sustancialmente.

La tónica de los ejemplos enlistados es la misma, voluntad declarativa pero los hechos no avalan lo dicho. Pero hay casos peores, Valparaíso, Loreto, Pinos, Vetagrande, Pánuco, Saín Alto, ni compromisos, ni lentitud burocrática, simplemente ni nos ven, ni nos oyen.

¿Qué hacer ante tal situación? ¿Qué opera en ambos casos? ¿Rendirse? ¿Insistir? Está claro que el fondo del asunto radica en que no se gobierna para servir a los demás; en el fondo, entre menos presión social reciban los gobernantes, mejor para ellos. Esto pone al descubierto que el aparato de gobierno —el “Estado”, en términos de la definición marxista— es un instrumento de opresión de una clase sobre otra. Por ello, conviene dar pasos concretos en la lucha, buscando sensibilidad o apertura, o en su caso, que los gobernantes se quiten la máscara y revelen a qué intereses sirven.

Por estas razones, hago un llamado a los Antorchistas para que, ante la proximidad de los informes de gobierno, intensifiquemos la presión. Pues si hay recursos para realizar fiestas glamurosas, también debe haberlos para atender las justas demandas del pueblo.

Sobre la Firma

Columnista social con formación y militancia
osvaldo_avila@hotmail.com
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