martes, diciembre 2, 2025
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Palabra de Antígona | Acosada y acorralada por el poder

SARA LOVERA

El 4 de noviembre pasado sucedió un hecho que debió prender todas las alarmas y analizarse como un problema de Estado grave, porque mostró la fragilidad de la seguridad presidencial.

Expuso visiblemente que el cuerpo femenino puede ser intervenido. Entonces yo pregunté cómo pudo suceder y, un mes después, me pregunto si fue un mensaje directo con sesgo de género a quien dirige el gobierno de la República, para acorralarla y someterla.

Los acontecimientos inmediatos así lo demuestran. La lucha por el poder dentro de Morena se ha desgranado. Que un cualquiera se haya tomado el derecho de tocar sus senos a cero distancia tiene que examinarse en el contexto de las contradicciones internas, los reacomodos y el control de corrientes morenistas que vigilan a la jefa del Ejecutivo.

Lo acontecido el 4 de noviembre parece diluido. Las mujeres de su partido y su gabinete, desde el primer momento, lo colocaron en un sitio “mujeril” para limitarlo a conseguir que el abuso sexual sea delito grave en el papel. El resto —su red de apoyo y sus cercanos, ella misma— quieren olvidarlo, ponerlo a un lado. Pero desde mi perspectiva fue un acto cuidadosamente planeado por uno o varios Joseph Fouché —el genio tenebroso— a la mexicana. Algo perverso y calculado, como diciendo: o se somete a los pactos y acuerdos o algo más grave le puede suceder.

Responsable de la gobernabilidad y de la marcha del país, en el primer año de su gobierno enfrenta muchos conflictos: la amenaza de los Estados Unidos, una economía estancada, protestas en cadena de productores, agricultores, maestros y madres; la disputa por el agua; cuerpos desenterrados aquí y allá; violencia en cada casa y cada esquina, entretejidas por el homicidio generalizado y entrelazado con corruptelas entre correligionarios. Para colmo, aparece Andrés Manuel López Obrador para “defenderla”.

Un difícil panorama reducido a la política patriarcal y autoritaria, con movimientos cupulares o ajustes administrativos. La salida del fiscal general es un ejemplo; hay rumores de cambios antes del 31 de diciembre. Para unos, ella se hará de “poder real”; otros dicen que son intereses de quien “gobierna desde la sombra”.

Sobran ejemplos de jefas de Estado que actuaron en ese marco de lucha por el poder entre patriarcas, pero capaces de tomar el mando, incluso con visión machista. Ángela Merkel, llamada “la niña de Kohl”, fue capaz de enfrentar a su padrino político para evitar el colapso de su partido por corrupción. Quisieron someterla —abril de 2008— cuando escandalizó un pronunciado escote en su vestido de gala, a lo que respondió: “Si fuera hombre, mis atuendos no serían objeto de debate”. Luego se deshizo del grupo heredado; “los tuvo que matar”, me dijo una politóloga alemana el otro día.

Lo del fiscal, definido como un “manotazo” —calificativo hombruno—, podría ser una buena señal o sólo fuegos artificiales para distraernos de lo esencial. Lo cierto es que tiene muy poco margen de maniobra. En su segundo año de gobierno, entre grandes retos, tiene que mantener alianzas que aseguren las elecciones de 2027 a la 4T.

Al final de cuentas, aunque a ella se la mira visiblemente preocupada, es probable que esté dialogando hacia dentro para fortalecerse y repetir que cuenta con el poder del pueblo. Es un drama personal y político, obligada a “cumplir”, aguantar el fuego amigo, mantener el equilibrio y dar concesiones.

Por ahora son los patriarcas, desde la comentocracia, quienes analizan su desempeño desde su machismo: el poder que ellos entienden y practican. Como dice una respetable analista, vivimos no una democracia feminista, sino una democracia patriarcal con mujeres adentro. Veremos.

Sobre la Firma

Periodista crítica, editora y activista feminista.
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