CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
Zacatecas no cambia de opinión: se sacude. Las preferencias electorales no avanzan en fila india ni obedecen al calendario oficial. Se mueven como placas tectónicas, empujadas por silencios, errores, hartazgos y expectativas rotas.
Entre agosto y diciembre de 2025, pero sobre todo en la estrecha franja que va de finales de noviembre a mediados de diciembre, el subsuelo político del estado registró un sismo claro. No devastador todavía, pero sí suficiente para alterar el paisaje.
Las encuestas lo captaron. Primero ENKOLL, a finales de noviembre. Luego RUBRUM, el 16 de diciembre, mediante llamadas telefónicas automatizadas, con un margen de error de ±3.8%. No es una serie larga ni perfecta, pero es una grieta por donde se asoma la verdad: en Zacatecas, nadie tiene el poder asegurado y nadie está condenado al olvido.
Diciembre cerró con Morena todavía en primer lugar, pero ya sin la comodidad de meses anteriores. El partido gobernante aparece con 29.1% de la preferencia; el PAN irrumpe con fuerza y se coloca en 22.8%; el PRI resiste, con 17.6%; y Movimiento Ciudadano cae a 14.3%. Cuatro cifras, una sola certeza: el tablero se reordenó.
La cifra más elocuente no es el porcentaje final, sino la caída. Morena venía de un 38% de preferencia efectiva en noviembre. En un mes perdió 8.9 puntos. No es una corrección marginal; es una fuga. Ese retroceso habla menos de un enamoramiento con la oposición que de una desmovilización interna, de una base que empieza a dudar o, peor, a cansarse. El poder desgasta, pero en Zacatecas el desgaste se acelera cuando el discurso federal no encuentra traducción local y cuando las disputas internas se vuelven más visibles que los resultados.
Mientras Morena retrocedía, el PAN avanzaba a zancadas. En noviembre apenas marcaba 12%. En diciembre saltó a 22.8%. Diez puntos en un mes no se explican solo por mérito propio. Es un crecimiento alimentado por el voto prestado, por el electorado que busca un contrapeso reconocible y que, ante la caída de otras opciones, se refugia en una marca conocida. El PAN no necesariamente convenció; estuvo disponible cuando otros flaquearon. Y en política, eso basta para crecer.
Movimiento Ciudadano es el otro gran dato. En noviembre se había colocado como segunda fuerza, con 20%. Para diciembre cayó 5.7 puntos y descendió al cuarto lugar. La narrativa fresca perdió tracción, quizá por indefinición, quizá por falta de estructura, quizá porque el electorado zacatecano, cuando la contienda se tensa, tiende a concentrar su voto en opciones con historia, para bien o para mal. MC pagó el costo de no consolidarse a tiempo.
El PRI, en cambio, hizo lo que mejor sabe hacer: resistir. Pasó de 15% a 17.6%. No es un salto espectacular, pero sí una ganancia constante en un entorno volátil. Mientras otros suben y caen como fuegos artificiales, el PRI avanza como humedad: lento, silencioso, persistente. No lidera, pero tampoco desaparece. Y en escenarios fragmentados, eso cuenta.
Hay un dato ausente que también habla. En noviembre, los partidos minoritarios —PT, PRD, PVEM y Nueva Alianza— sumaban en conjunto alrededor del 15% de la preferencia efectiva. En diciembre, Rubrum no los desglosa. Su voto no se evaporó: se reubicó. Parte pudo migrar al PAN, parte al PRI, parte al limbo del indeciso. Ese corrimiento explica, en buena medida, la magnitud de los movimientos.
La conclusión es incómoda para todos. Morena ya no camina solo; el PAN dejó de ser espectador; el PRI sigue vivo; MC comprobó que la simpatía sin arraigo es frágil. Zacatecas entra a 2026 con una contienda abierta, sin hegemonías indiscutibles y con un electorado dispuesto a castigar rápido.
En esta Casa —la de los Perros— nadie duerme tranquilo. El poder huele el miedo; la oposición huele la oportunidad. Y el suelo, todavía caliente, avisa: el temblor no terminó.
Sobre la Firma
Periodista especializada en política y seguridad ciudadana.
claudia.valdesdiaz@gmail.com
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