AURELIO GAITÁN
En Huanusco y Sombrerete, la noticia se vende como un triunfo: convenios firmados, cuentas por desbloquear, pagos parciales. Pero detrás de los comunicados oficiales y las fotos de alcaldes estrechando manos, late una verdad incómoda: nuestros municipios llevan años administrando deudas que parecen más eternas que sus calles empedradas.
En Huanusco, el anuncio de la alcaldesa Julieta Camacho García fue breve: ya se firmó el convenio de pago con el IMSS. El ayuntamiento asegura que es una muestra de “responsabilidad administrativa” y que ahora sólo falta que las instancias federales cumplan su parte para liberar las cuentas. El mensaje suena correcto, pero también desnuda la fragilidad de un municipio que, sin acceso a sus propios recursos, queda a merced de la voluntad ajena.
Sombrerete presume un abono de 30 millones de pesos a su deuda con el SAT, logro que el alcalde Ramiro Hinojoza Aguayo atribuye a la “buena voluntad” del gobernador David Monreal y de la Secretaría de Finanzas. Sin embargo, la cifra queda empequeñecida ante la magnitud del problema: en noviembre pasado, el adeudo superaba los 226 millones. Incluso si se aceptara la afirmación del gobernador de que la deuda se redujo 50%, el saldo restante sigue siendo brutal.
Aun así, en Sombrerete ya piensan en el siguiente frente: la deuda con el IMSS. Buscan audiencia con su delegado y con la titular de Finanzas, para evitar que les embarguen las cuentas, como ya ocurrió en Huanusco y Ojocaliente. Si no logran un acuerdo, el propio alcalde admite que el Seguro Social “ya no está en condiciones de negociar”. La posibilidad de pagar con terrenos o construcciones suena más a desesperación que a estrategia financiera.
Estos episodios no son casos aislados. Revelan un patrón que se repite en buena parte de Zacatecas: ayuntamientos endeudados hasta el cuello, ingresos municipales insuficientes, gastos fijos que no se pueden cubrir y una dependencia casi total de las transferencias estatales o federales. No se trata sólo de malos manejos pasados —que los hubo—, sino de un modelo de gobierno local que sobrevive al día, sin planificación de largo plazo y con escasa capacidad recaudatoria.
Prueba de ello es que en Sombrerete la “actualización catastral” se presenta como una medida innovadora, cuando en realidad debería ser una práctica periódica y obligatoria. El catastro no es un trámite burocrático menor: es la base para conocer el valor real de las propiedades, ajustar el cobro del predial y, con ello, fortalecer las finanzas municipales. Pero si se realiza a destiempo o sin rigor, queda como un ejercicio de relaciones públicas más que de administración eficiente.
La deuda pública municipal es un grillete que no se ve, pero condiciona cada decisión de gobierno. Cuando las cuentas están embargadas, no hay nómina, no hay obra pública, no hay servicios. Y cuando la única salida es pedir favores políticos para pagar un porcentaje, la autonomía municipal deja de existir.
En Zacatecas, la deuda no sólo se hereda: gobierna. Y mientras sigamos celebrando pagos parciales como si fueran victorias, seguiremos caminando por el mismo callejón sin salida.
Cuando la salud llega con retraso
En Jerez, el anuncio suena alentador: una base de la Red de Emergencias Médicas de Zacatecas (Remeza) operará en el viejo Centro de Salud de la calle Tres Cruces. El acuerdo con la Secretaría de Salud de Zacatecas incluye rehabilitación del espacio, personal especializado y una ambulancia equipada. El municipio pondrá las instalaciones y una unidad móvil adicional.
La narrativa oficial destaca la “coordinación” entre el Estado y el Ayuntamiento. En el papel, es una buena noticia: mejorará la atención de emergencias no sólo en Jerez, sino también en Susticacán y Tepetongo. El problema es que detrás de esta inauguración tardía hay años de ausencia. La región ha padecido un déficit crónico de infraestructura y personal médico. Las ambulancias disponibles eran pocas y, en ocasiones, con equipo obsoleto; las distancias y los caminos, un obstáculo para llegar a tiempo.
Que hoy el alcalde Rodrigo Ureño Bañuelos celebre la llegada de una base de emergencias revela una paradoja: se presenta como un avance lo que debió existir desde hace décadas. Y mientras el acto protocolario suma fotografías y discursos, la realidad impone preguntas incómodas: ¿cuánto tardará en estar operativa? ¿Habrá suficiente personal para cubrir turnos completos? ¿Quién garantizará el mantenimiento de la ambulancia y del equipo?
La salud no puede depender de convenios aislados ni de soluciones reactivas. Se necesita una política pública sostenida, con presupuestos garantizados y planeación regional, para que ninguna comunidad quede desprotegida.
Jerez, Susticacán, Tepetongo y tantos otros municipios merecen un sistema de respuesta que no dependa de coyunturas políticas, sino de un compromiso real con la vida. Porque en emergencias, cada minuto cuenta. Y en Zacatecas, llevamos demasiados años perdiendo tiempo.
Sobre la Firma
Columnista especialista en municipios, justicia y poder.
aureliogaitan58@gmail.com
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