martes, agosto 5, 2025
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Cultura Impar | El gran titiritero

JOSÉ MANUEL RUEDA SMITHERS

Él es muy diestro moviendo el hilo con sus manos y voz, manipula;

y el títere, solo gesticula, aunque le ponga su vida en vilo. 

Y quien le sigue, aplaude tranquilo

como buen ignorante, lo adula;

Poema El titiritero de Freddy Kalvo

José Manuel Rueda Smithers

La Cultura Impar se acuerda de aquella frase que se atribuye a Porfirio Díaz en torno de que si ¨Estados Unidos estornuda, a México le da gripa¨, y que cien años después reviviera Agustín Carstens en el mismo sentido. Pues ahora, Donald Trump mantiene las relaciones bilaterales bajo esa premisa, y los funcionarios mexicanos no atinan a ninguna vacuna.

Lo cierto es que Trump tiene todo para marcar la agenda de México. Le basta con amagar. Apenas el último día de julio sostuvo una llamada telefónica con la presidenta Claudia Sheinbaum.

El tema no es nuevo, pero sí inquietante: los aranceles. En plena campaña mediática, volvió a amenazar sobre la aplicación de impuestos más altos a las exportaciones mexicanas. Y lo más preocupante es que no fue un berrinche sin consecuencias: logró que ambos gobiernos acordaran aplazar, por otros tres meses, cualquier decisión definitiva sobre el tema.

Este gesto revela mucho más de lo que aparenta. Habla de una estrategia clara, fina y calculada del presidente estadounidense: mantener a México ocupado y subordinado.

En términos simples, Trump mueve los hilos desde fuera, y lo hace con eficacia. Una sola llamada suya logra que el gobierno mexicano entre en modo de contención, de diplomacia de emergencia, de cálculo. Y, mientras tanto, la sociedad mexicana (y tal vez ni el canciller) sigue sin entender la magnitud del problema, porque todo ocurre entre pasillos, sin ruido, sin narrativa pública que lo ponga en el centro de la discusión.

Esta es una muestra más de cómo Estados Unidos -y particularmente figuras como Trump- logran ejercer control sobre las decisiones internas de México sin que se dispare una alarma social. No se necesita invadir, ni imponer un tratado colonial: basta con jugar con la incertidumbre económica. Basta con insinuar que las reglas del T-MEC podrían cambiar, que las exportaciones de aguacate, automóviles o berries tendrán un nuevo costo, que las maquiladoras perderán ventajas fiscales. Ese solo rumor pone a trabajar a decenas de funcionarios y expertos, a reorganizar presupuestos, a redefinir planes de inversión.

El caso es que Estados Unidos, aún con su retórica de libre mercado y cooperación, sigue actuando con la lógica del poder imperial: somete a sus vecinos no por la fuerza militar, sino por la dependencia económica. Hoy más que nunca queda claro que México no ha logrado romper esa cadena histórica. Seguimos anclados a la idea de que si a Washington le da gripe, aquí estornudamos. Y Trump lo sabe. Sabe que puede presionar a México cuando quiera, y lo hace porque le conviene para dos cosas: desviar la atención de su propio país, que vive una crisis interna profunda, y reposicionarse como el macho alfa de la política global.

Está jugando su carta preferida: la del miedo. Amenaza con el caos económico para venderse como el único capaz de restaurar el orden. Y en ese juego, México se convierte en un simple tablero. Lo trágico es que no estamos preparados para rechazar esa narrativa.

La conversación del 31 de julio no fue un detalle anecdótico. Fue una muestra más de nuestra debilidad estructural. Seguiremos pendientes del humor de Trump; de sus ideas sobre los migrantes, los tratados y los muros. Seguiremos -como en los últimos 100 años- con gobiernos que reaccionan en lugar de anticiparse.

Y lo peor es que ya ni siquiera nos escandaliza.

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Columnista crítico, académico, servidor y periodista.
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