OMAR CARRERA
La renuncia de Alejandro Gertz Manero para asumir una embajada en Alemania es un movimiento que trasciende lo meramente administrativo. Desde el inicio de su gestión, Gertz fue una figura cercana a López Obrador, simbolizando un intento de dar autonomía a la Fiscalía pero bajo un aliado del presidente. Sin embargo, su gestión enfrentó retos monumentales, desde los casos de Ayotzinapa y Lozoya hasta la Estafa Maestra y otros expedientes de corrupción. Aunque logró aumentar en un 25% las investigaciones por corrupción, muchos casos no llegaron a resoluciones claras, generando críticas internas y externas.
El cambio no solo responde a dinámicas internas, sino también a factores internacionales. Se ha especulado que la presión de Estados Unidos jugó un papel en acelerar la salida de Gertz, buscando una Fiscalía más ágil en temas de cooperación internacional y combate al crimen. Así, la salida de Gertz se lee también como un ajuste para alinear la FGR con expectativas tanto nacionales como internacionales.
Con la llegada de Ernestina Godoy, una figura de plena confianza de la presidenta Sheinbaum, queda claro que las piezas del ajedrez político se están moviendo. El relevo no solo significa un cambio de rostro, sino una transición hacia un equipo más alineado con la nueva presidencia, que busca consolidar su propia narrativa y su control sobre instituciones clave.
El desafío para Godoy será doble: por un lado, demostrar que puede cerrar los casos pendientes con mayor eficacia y transparencia; por otro, responder tanto a las demandas de la ciudadanía como a las presiones internacionales que esperan una Fiscalía más dinámica. En definitiva, este relevo es una jugada política que muestra cómo, en la transición hacia el gobierno de Sheinbaum, se reconfigura el tablero de poder y se pone a prueba la capacidad de la FGR para cumplir las expectativas que Gertz dejó pendientes.
Sobre la Firma
Ingeniero, funcionario estatal y columnista morenista.
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