En 2024, la lucha debe continuar

OSVALDO ÁVILA TIZCAREÑO

Primeramente, quiero desearles a mis escasos lectores que el arranque del año sea bueno, que tengan salud, y que a pesar de las múltiples dificultades que nos imponga la vida, nos aferremos con determinación a nuestras metas, pero sobre todo que entendamos que el esfuerzo individual será insuficiente, por ende, nos hermanemos con nuestros iguales para impulsar juntos una auténtica transformación de la sociedad.

En segundo lugar, quiero compartir algunas reflexiones que a mi juicio resultan útiles en virtud de los días que se aproximan en los que se llevarán a cabo elecciones en toda la patria donde se disputarán 19 mil 746 cargos estatales (gubernaturas, diputaciones locales, presidencias municipales, sindicaturas y regidurías); y 629 cargos federales (presidente de la República, senadores y diputados). Se aproxima el momento en que de nueva cuenta vendrán las múltiples promesas, de nueva cuenta el pueblo será objeto de elogios y palabras recurrentes, por ello resulta indispensable compartir algunas ideas.

Desde sus anteriores campañas a la primera magistratura, Andrés Manuel López Obrador, ofertó soluciones rápidas a los múltiples problemas que nos aquejan: desaparecería la inseguridad, mejoraría la calidad de vida de las mayorías; se instrumentaría un sistema de salud como el Dinamarca; que se acabaría la corrupción, bajaría a 10 pesos el precio de la gasolina y otras tantas cosas.

A poco más de ocho meses de que concluya su gobierno no puede calificarse ni como algo inmejorable, ni como el máximo ejercicio gubernamental a favor del pueblo, pero sí podemos preguntarnos, ¿cuánto vale la gasolina?, ¿ya hay medicamento en los hospitales?, ¿la mega farmacia recién inaugurada resolverá todos los problemas de desabasto de medicamentos?, ¿más de 176 mil asesinatos violentos es combatir en serio la delincuencia?

Ciertamente podríamos mencionar cuestiones positivas, como los programas sociales, pero aquí lo importante es preguntarse cuántas de las promesas se han cumplido; y ante reclamos fundados solo tiene a bien decir que es culpa de los detractores de su gobierno.

Por lo anterior el pueblo debe preguntarse ¿vale la pena recibir un apoyo que no llega a todas las familias, a cambio de tanta incertidumbre provocada por la inseguridad, el desabasto de medicamentos y la precariedad económica?  Y lo peor de ello es que la candidata morenista ofrece abiertamente continuidad, ni un ápice de cambio o replanteamiento al menos en el grave problema de inseguridad.

Del otro lado hay una larga lista de partidos que compiten al partido guinda, siendo la Coalición Fuerza y Corazón por México integrada por los partidos PRI, PAN y PRD y su candidata Xóchitl Gálvez, transita en un proyecto que se ofrece como alternativo a los males actuales, pero no tiene una definición clara, pues el discurso de la aspirante cambia de acuerdo con el público que la escucha, dejando serias dudas sobre la seriedad de la propuesta.

Está claro, la naturaleza misma de los partidos, sus hechos, su discurso, sus obras dejan serias dudas sobre si verdaderamente se resolverán los problemas, o estamos sólo ante cambio de actores en el poder; o la permanencia de los mismos que aplicarán acciones similares, por ello es necesario de nueva cuenta entender que cualquier transformación de la realidad y de la sociedad sólo puede ser obra de una fuerza emanada del pueblo que tome en sus manos la conducción de la patria y cuya misión más importante será promover una mejor repartición de la riqueza.

Por lo expuesto, todas las vicisitudes actuales nos obligan a no desesperar, a entender que tarde o temprano venceremos, pero no podemos seguir creyendo en espejismos que no cambian de fondo las cosas, ante eso, ni un paso atrás, debemos seguir luchando por una vida más digna para todos en la nación mexicana.