Invisibles las mujeres en los discursos de los tres últimos presidentes

SOLEDAD JARQUÍN EDGAR

 La invisibilidad de las mujeres en los discursos políticos de los tres últimos presidentes de México al rendir protesta han sido y, lo es ahora también, un motivo de preocupación a partir de una premisa fundamental y miles de veces repetida: lo que no se nombra no existe.

Con los tres últimos presidentes, uno de derecha, Felipe Calderón Hinojosa, el 1 de diciembre de 2016; Enrique Peña Nieto, quien volvía a los Pinos tras 12 años de ausencia del PRI, el 1 de diciembre de 2012; y ahora con Andrés Manuel López Obrador, el pasado sábado 1 de diciembre, con la izquierda mexicana, las menciones específicas a las mujeres fueron escasas.

El discurso más largo fue el de López Obrador, actual presidente de México, con seis mil 92 palabras; le siguió Peña Nieto con cuatro mil 705 palabras, estos dos últimos expresados en el Congreso Federal durante la ceremonia de transmisión de poderes, y el más corto y yo diría escueto de Calderón Hinojosa leído por la noche con apenas 445 palabras, derivado a la también escueta y virulenta ceremonia donde ni siquiera pudo decir su primer discurso a la nación.

Cortos o largos, los tres últimos discursos, por el número de palabras que expresan en referencia a las mujeres no alcanzan ni el uno por ciento.

Pero el número de palabras con menciones específicas para las mujeres se reduce significativamente a saludos a diputadas, senadoras y las mexicanas; a las esposas e hija de los representantes de gobiernos invitados, y un programa en específico, aunque en algunos casos se utilizaron algunos sustantivos epicenos, en la pretensión de un lenguaje incluyente, lo cierto es que se nota la invisibilidad de las mujeres que contribuyen a la ginopía, a la cultura histórica y social de las mexicanas.

Así, lo que nos dice el lenguaje denominado sexista, androcéntrico, es que las mujeres estamos “incluidas” en el lenguaje neutro genérico aunque sabemos, por los estudios de especialistas en este tema, que nombrar en masculino sólo sirve para designar a los individuos del sexo masculino y no a toda la especie humana, con lo que quedan subordinadas, excluidas y discriminadas las mujeres, lo que rompe –en el caso de la política pública- con todo principio de igualdad, pues favorece la construcción social y el pensamiento que nos lleva a creer y a sentir que esas estructuras –desiguales para las mujeres- no podrán cambiar y que afecta la vida de las mujeres no sólo por invisibilizar sus aportaciones sino también porque como señala la académica Julia López Giráldez, ese lenguaje que aprendemos desde niñas en la escuela nos enseña a no ser nombradas y a expresar la ausencia de nosotras mismas con toda naturalidad y que los hombres asumen como lo correcto, agregaría yo.

El primer discurso expresado el 1 de diciembre de 2006 por Calderón menciona durante el saludo a “las mexicanas (y mexicanos)”. El resto del discurso de 445 palabras no hace ninguna otra mención, lo que porcentualmente equivale al 0.224 % de las palabras expresadas ese día y que aludían a las mujeres. El resto de sus llamados es “a los mexicanos”.

Hace seis años, Peña Nieto hizo una salutación en masculino a todos los “señores” en referencia a diputados, senadores, ministros, jefes de estado y de gobierno, embajadores, gobernadores, miembros de las fuerzas armadas, rectores y todo lo que tuviera poder en ese momento.

Hace alusiones personales a dos mujeres: una Josefina Vásquez Mota, “quien participara en el proceso electoral 2012. Muchas gracias Josefina”, y a “Angélica, mi esposa…”.

En una ocasión refiere a “mujeres y hombres”, el resto, como su antecesor habla de “los mexicanos” y claro acuña en política la frase “jefas de familia” a quienes llama verdaderas luchadoras para anunciar un programa de seguro de vida.

El resto del discurso es lenguaje masculino por lo que las menciones se reducen a tres ocasiones, que representan en el global de las palabras el 0.637 % de menciones en lenguaje incluyente.

Al igual que sus antecesores, el lenguaje del Presidente Andrés Manuel López Obrador no es distinto.

López Obrador: saluda a las diputadas, senadoras, invitadas, amigas en dos ocasiones, en una ocasión las mexicanas, utiliza la palabra feminicidio, señora esposa…en cuatro ocasiones, hija…, primera dama (Costa Rica) y utiliza mujeres en una sola ocasión. Así como una gobernadora, tres vicepresidentas y una viceprimera ministra, a quienes llama por nombre y cargo.

Son en suma 17 menciones. Lo que equivale porcentualmente en palabras al 0.279. Aunque habría que decir que en el resto del discurso se utilizan algunos sustantivos epicenos como pueblo, ciudadanía, gente, personas y seres humanos son insistentes las veces que se habla de los mexicanos, los ciudadanos, los jóvenes, los adultos mayores, los funcionarios, los jubilados y pensionados, los pobres, el soldado, los agricultores, los artesanos, los empresarios, los compañeros de lucha, los pequeños comerciantes, el ciudadano mexicano, entre otras.

Sin duda para mucha gente el lenguaje no importa, pero los estudios de género y, sobre todo los movimientos feministas han explicado que sí es indispensable. Habrá quienes lo vean trivial y sin importancia, sin embargo, en el principio, como lo vimos en nuestras experiencias anteriores, están los fines.

Así que un cursito, una buena asesoría no estaría nada mal y mucho menos de sobra. Hay mucho por hacer por más de la mitad de la población mexicana: las mujeres.

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