Jerez… Miel y veneno a la vez

 

RICARDO EVODIO CABRAL VERA

Carnaval de 365 días

Aunque la presión política es todavía manejable para el Ayuntamiento, con respecto a la  determinación de acabar con la pachanga desordenada en el jardín principal, es evidente que alguien tiene la plena intensión de no soltar la bandera y harán hasta lo imposible por provocar el desistimiento del acuerdo.

Por ello y de manera inteligente, el gobierno municipal tendrá que encontrar el punto medio para hacer cumplir la ley que es hasta ahora su único argumento a la defensiva y emprender alguna acción que permita calmar los ánimos en el sector inconforme, que por ahora parece pequeño, pero al que no se puede minimizar, pues seguramente y en la medida que se acerque el momento de los destapes, se le irán sumando diversas expresiones, azuzadas por ese alguien que no está dispuesto a dejar la causa para crecimiento particular en sus aspiraciones políticas.

Se sospecha que ese alguien,  pudo ser uno de los últimos discípulos que tuviera el creador del concepto conocido como Carnaval de 365 días y que en su momento propició el desbordamiento del orden; hoy su aprendiz, buscaría defender a capa y espada lo que su primer padrino político impuso como moderna tradición.

Decisiones que cuestan

Toda determinación que se toma con la contundencia con la que se dio paso a ésta, no es fácil e incluso resulta dolorosa y tiene sus consecuencias políticas y sociales, a favor o en contra.

Quizá la decisión más relevante de las que se han tomado en la historia de los últimos 40 años, es la que en 1990 emprendió el Ayuntamiento encabezado por Bertha Torres Valdés, para sacar la zona de tolerancia del primer cuadro de la ciudad y que en su momento fue respaldada por el Cabildo en pleno, ante el reclamo colectivo.

Desafortunadamente fue una medida que incluso arrojó consecuencias lamentables aunque finalmente no atribuibles a la autoridad, pues la responsabilidad en todo caso es de quien toma la decisión consciente o inconscientemente, de seguir la diversión allá y conducir un vehículo en estado inconveniente.

Pero por otro lado, fue una medida ampliamente reconocida por la población, debido a la contaminación que el tejido social en general sufría porque el centro de vicio operaba en el primer cuadro y si bien décadas atrás, cuando se instaló, se ubicaba en un extremo, para los años ochenta fue absorbida completamente por la mancha urbana y se consideraba alarmante su cercanía  con escuelas y centros de población muy habitados.

Asuntos similares pero no iguales

Evidentemente no hay punto de comparación entre esa problemática de hace 25 años y el que ahora ocupa la atención del municipio y un sector de la población, lo único similar es el consumo de alcohol.

No hay que dejar de reconocer que los jóvenes tienen todo el derecho de divertirse, pero tampoco debemos pasar por alto que su libertad  termina donde inicia el derecho del otro y no se vale por ejemplo, que donde les lleguen las  ganas de tirar la cerveza ingerida, saquen el instrumento a la vista de quien sea y satisfagan la necesidad fisiológica en la primer puerta que se les atraviese, sin importar que el desagradable líquido escurra hacia el interior del negocio o la vivienda.

El punto medio

Por otra parte, el gobierno local  esgrime el cumplimiento de la Ley Estatal de Alcoholes y remarcan lo de estatal como para dejar en claro que no es cosa del municipio sino del estado, pero dicho argumento se vuelve inoperante cuando lo que a unos se les prohíbe, a otros se les permite o simplemente se hacen de la vista gorda.

Asimismo, varios comerciantes sobre todo aquellos que venden alimentos y que su hora de mayor venta era los fines de semana después de la media noche, aseguran que sus ingresos se vinieron a pique tras la determinación de impedir la fiesta en el centro de la ciudad.

Sin embargo, muchos otros establecimientos se dicen satisfechos con la decisión, de ahí la insistencia en el sentido de que con mucha inteligencia José Manuel Viramontes, Samuel Berumen de la Torre y el equipo de asesores, deben buscar el punto medio entre la observancia plena de la Ley y el posible perjuicio de sectores que se dicen afectados y que si bien en las manifestaciones no han demostrado ser muchos, un trato inadecuado por parte de quien gobierna, podría disparar la cantidad.

No olvidemos que son tiempos políticos y cualquier problema menor, puede magnificarse para que algunos lleven agua a su molino.

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