El campo de México no debe ser asunto de coyuntura

José Narro CéspedesJOSÉ NARRO CÉSPEDES

El campo debe ser prioridad en México. Hoy, los mexicanos seguimos luchando por hacer posible la Soberanía Alimentaria, la cual es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo.

Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. Defiende los intereses de, e incluye a, las futuras generaciones. Nos ofrece una estrategia para resistir y desmantelar el comercio libre y corporativo y el régimen alimentario actual, y para encauzar los sistemas alimentarios, agrícolas, pastoriles y de pesca para que pasen a estar gestionados por los productores y productoras locales.

La soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales y a los mercados locales y nacionales, y otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica.

La soberanía alimentaria promueve el comercio transparente, que garantiza ingresos dignos para todos los pueblos, y los derechos de los consumidores para controlar su propia alimentación y nutrición. Garantiza que los derechos de acceso y a la gestión de nuestra tierra, de nuestros territorios, nuestras aguas, nuestras semillas, nuestro ganado y la biodiversidad, estén en manos de aquellos que producimos los alimentos.

La soberanía alimentaria supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdades entre los hombres y mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones.

Pero hace 25 años, en medio de situaciones que abarataron el precio de los alimentos, México apostó por el abandono del campo y por la importación de comida y hoy nuestro país depende en 42% de las compras de alimentos al exterior, situación que en 10 años puede alcanzar hasta el 75%.

Incluso la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) califica de preocupante el nivel de importación de víveres en México, y asegura que eso lo convierte en un país muy vulnerable ante la volatilidad de precios.

Al cierre de 2012 las importaciones de granos como el maíz ascendieron a 10.8 millones de toneladas, un millón más que en 2011, mientras que las de trigo pasaron de 4.3 a 6.1 millones, y las de soya de 3.8 a 4.4 millones.

Situaciones similares se presentaron en productos cárnicos, ya que en ese lapso las compras de carne de cerdo se incrementaron de 695 mil a 808 mil toneladas, y las de pollo de 562 mil a 619 mil. Esto le genera a México una gran vulnerabilidad, sobre todo porque se trata de alimentos estratégicos de la canasta básica.

Los rangos de crecimiento en términos de productividad agrícola no han superado en ningún caso el 3 % en los últimos años.

En México 70% de los productores tienen ingresos inferiores a los de subsistencia; otro 20% tienen un gran potencial de crecimiento, pero no cuentan con los apoyos necesarios, y 9% son los que alimentan al país y son responsables de 75% del PIB primario.

A más de 4 sexenios, los gobiernos mexicanos han aportado a fortalecer a empresas que han construido monopolios alrededor alimentos básicos. Los precios y la cantidad de producción de huevo, maíz, leche, carne, pan son decididos por Bimbo, Mazeca, Bachoco, LaLa y unas pocas más.

Dichas empresas han sido favorecidas desde hace un poco más de 25 años para controlar la producción agraria mexicana, mientras que cerca del 90% de los campesinos, se mantienen el niveles de sobrevivencia, lo cual los ha convertido en presas del botín político.

Los campesinos mexicanos se han visto obligados a sobrevivir de los programas sociales de las dependencias gubernamentales, que tienen el objetivo real de evitar que mueran de hambre, al mismo tiempo que buscan convertir el apoyo recibido en votos para los procesos electorales, es decir, construir clientelas electorales.

Los programas se operan de acuerdo a la formación de padrones de beneficiados, los cuales están comprometidos a apoyar electoralmente al gobierno operador en turno.

Es necesario repensar la situación del campo mexicano, pues reconstruirlo como el proveedor de alimentos para todos los mexicanos, dará la fortaleza para no depender de los mercados internacionales y de decisiones tomadas por los comerciantes y gobiernos extranjeros.

Sin embargo, la discusión por la construcción de mejores condiciones para el agro mexicano y la soberanía alimentaria mexicana, está a punto de dejarse, una vez más de lado por la próxima Reforma Energética.

Tenemos que garantizar que la lucha por un campo fuerte no sea un asunto de coyuntura que dependa de situaciones provenientes de la lucha política o de ansias privatizadoras.

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