Ricardo Monreal el Salinista y el Comunista

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Era el 25 de agosto de 1988, previo a aquel 1 de septiembre en que tomaría posesión Carlos Salinas de Gortari como presidente de México. Vivíamos como diputados de la LIV Legislatura un Colegio Electoral infinito que debió haber durado unas cuantas horas y se convirtió en un evento de un mes.

La oposición patriota buscaba alargar lo más posible las discusiones parlamentarias, a fin de impedir que se avanzara en el Orden del Día y retrasar la llegada del tema final: El de la calificación presidencial. Las tanquetas rodeaban la Cámara de Diputados.  Militares o personas que se les parecían –con el pelo corto y con disfraz de ciudadanos, que muy bien se observaba, se trataba de fuerzas públicas- buscaban cualquier tipo de provocación para agredirnos.

Habíamos bajado ya al estacionamiento de la Cámara, un grupo importante de miembros del Frente Democrático Nacional y del panismo, buscando abrir los paquetes de votos y actas de la contienda electoral. Nos recibieron los soldados, cortaron cartucho y, por prudencia hubimos de retirarnos al salón del pleno, para evitar un enfrentamiento o una masacre.

Entre los personajes –que no lo eran en el priísmo de entonces- estaba Ricardo Monreal. Se decía que había llegado a la Cámara de Diputados como “carga maletín” de un célebre político jalisciense –José Luis Lamadrid-, que sería posteriormente el estratega del PRI en esa legislatura.

Ricardo Monreal, un hombre oscuro, pocas veces intervino en la Tribuna, igual de pocas que el propio Vicente Fox, quien era diputado entonces también.  Yo participé 138 veces en los debates económicos, representando primero al FDN y después al PRD.

El PRI de esa legislatura aprobó la venta de Teléfonos de México, de todo el sector paraestatal patrimonio de los mexicanos, que fue rematado a los amigos del salinato. Efectuaron el dictamen de reprivatización de la banca, aprobaron aquel inmenso fraude del banco pesquero que el priísmo “borró” a fuerza de votos. Fueron también responsables de avalar  la renegociación de la deuda externa y de aprobar una miscelánea fiscal criminal para el pueblo.  Desincorporaron Altos Hornos de México y Las Truchas… vendieron el país al 10 por 1, para que el tirano gobierno federal pudiera tener fondos para gobernar con abundancia, sometiendo a ciudadanos que no tenían credibilidad sobre la legitimidad de sus autoridades.

Allí estuvo Ricardo Monreal, como los falangistas estuvieron con Franco; como los somocistas estuvieron con su líder en Nicaragua, y como aquellos cubanos que trataban de impedir la llegada de Fidel Castro al poder. Siguió siendo “carga maletín” del mismo personaje a lo largo de toda la legislatura: Llegó a presidirla cuando la Cámara se desvanece, que es en el último período, mientras todos los legisladores que se precian de “chapulines”, se dispersan en la búsqueda de mejores horizontes.

En la toma de posesión del gobierno entrante ha vuelto a aparecer en Tribuna, con 40 kilos de más, con rostro de guerrillero de Bernárdez o del Country Club de Huixquilucan, papaloteando las manos como si fuera el director de la banda del estado, o un pitcher que hace fintas en el Yanquee Stadium de Nueva York.

Cabría preguntarse si es este el mismo personaje: El que ha transitado del priísmo al perredismo, cuando, siendo priísta, fue utilizado muchas veces para agredir al PRD, aún dos semanas antes de que el Partido del Sol Azteca lo hiciera su candidato.

Ya como aspirante a gobernador de Zacatecas, su anterior partido lo acusa del uso de fondos ilícitos en su campaña.  Fue gobernador. Gobernó bien, pero se convirtió de paso, en el hombre más rico del estado de Zacatecas. Su ex secretaria de Finanzas, la licenciada Patricia Salinas Alatorre, señala que ella aún guarda los documentos de las comprobaciones por si las moscas. El miedo no anda en burro.

Monreal es senador por el PRD, sólo para abandonarlo tiempo después, a fin de alojarse en el Partido del Trabajo, que tampoco le duró mucho. Hoy como diputado federal representa al Movimiento Ciudadano, y ya ha iniciado gestiones con el Partido Acción Nacional, para su nueva candidatura.

Su intervención en la máxima Tribuna de la Nación en San Lázaro, el pasado 1 de diciembre, le hacía parecer un chavo del movimiento Yosoy132, sólo que rodillón y obeso por las buenas viandas, señalando la muerte, dolorosa pero inexistente, de un joven que “hacía patria” a su manera, afuera del recinto cameral, y que fuera lastimado en la confrontación.  Monreal no tuvo la menor ética legislativa para verificar la información y no usarla de manera irresponsable en estos tiempos que son difíciles para la nación. Muchos dicen que la afirmación en tribuna de esta muerte –nunca confirmada- fue en buena medida causa de la reacción violenta que siguió durante las horas posteriores, no sólo alrededor de la Cámara de Diputados, sino en el Centro Histórico. Fue una violencia anárquica y desbordada, que mucho nos ha dolido por provenir de los jóvenes que son nuestro futuro y nuestra esperanza.

¿Se puede transitar de ser reaccionario y mercantilista a ser democrático y revolucionario? ¿Se puede uno enriquecer con el patrimonio de la Nación y tener el rostro limpio para mirar con ojos claros a los que menos tienen?, ¿Se puede ser democrático y tener un hermano que llega al Senado de la República impuesto con el ocho por ciento de los votos de los zacatecanos, mientras se mantiene a un tercer hermano como diputado local en espera de los tiempos políticos que le permitan hacerse con la presidencia de Fresnillo? ¿Se puede ser democrático y revolucionario con 10 hermanos en lista de espera para ubicarlos en puestos de representación popular al menor resquicio o coyuntura?

La palabra más adecuada ahora, sería aquella que aplicó a Victoriano Huerta, aquel apóstol de la Democracia, el chiapaneco Belisario Domínguez, y que le provocó la muerte: ¡Farsante!

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