En la segunda década del siglo XXI, urgente replantear los términos del TLCAN

LUIS GERARDO ROMO FONSECA *

A pesar de que hasta la fecha, existen una serie de programas gubernamentales para “combatir la pobreza”; sin embargo, lamentablemente, la pobreza sigue en aumento tanto en México y como en el mundo; las medidas aplicadas hasta ahora han sido insuficientes. La clave para abatir, o en su caso, disminuir sustancialmente la marginación está en lograr una redistribución efectiva del ingreso a través de la reactivación de la base económica nacional y a la pequeña y mediana empresa en el ámbito local y poder generar empleo productivo a millones de personas que viven precariamente.

Bajo el modelo neoliberal, nuestro país ha visto deteriorados drásticamente los niveles de vida de la población; Marco Antonio Ortiz, dirigente de la Coalición de Organizaciones Democráticas Urbanas y Campesinas, en días pasados señaló que el “41 por ciento de los 12 millones de indígenas tienen carencias de alimentación. Sólo entre 2008 y 2010, 52 millones de personas, la mayoría del sector rural, cayeron en pobreza; el desempleo afecta a más de 20 por ciento de dicha población y, de continuar la actual política, se estima que 15 millones de personas económicamente activas no tengan empleo.

La interacción creciente de la economía mundial, ha incrementado la polarización dentro y fuera de cada país en términos de ingreso, consumo y en el acceso efectivo a los beneficios económicos para un país, que brinda el flujo comercial exterior. Sin embargo, México es un claro ejemplo de las consecuencias negativas en términos económicos, políticos, sociales, culturales, ambientales y tecnológicos que ha traído la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), por haberse establecido en condiciones desventajosas y concebido para beneficiar sólo a ciertos sectores; pero excluyendo de los mismos a las grandes mayorías.

Así lo reconoce el propio Banco Mundial en su estudio “México 2006-2012”, en cual revela que a partir de los indicadores más generales de bienestar, en los 13 años transcurridos desde la entrada en vigor del tratado, han sido poco favorables para los mexicanos. De esta forma, menciona que en el periodo transcurrido desde el inicio del acuerdo entre los tres países, el crecimiento de la economía de México no ha sido suficiente para que el ingreso per cápita de sus habitantes se acerque al de Estados Unidos y Canadá. Aquí vale la pena destacar que, precisamente, el argumento de la tecnocracia neoliberal (promotores y defensores del TLCAN) se centraba en la promesa de el tratado permitiría la convergencia en el nivel de desarrollo de los países firmantes. Lo cual no ha ocurrido, según se indica con claridad en el documento: en 1994 el Producto Interno Bruto (PIB) por habitante de México era equivalente a 0.36% del de Canadá, y 0.28% del de Estados Unidos. A la fecha, esa relación se ha deteriorado en contra de los mexicanos. El PIB per cápita equivale ahora a 0.32% del de los canadienses y 0.25 de los estadunidenses.

En este sentido, el Economic Policy Institute (EPI), con sede en Estados Unidos, con anterioridad había informado que mientras los empleos de bajos salarios y baja productividad (por ejemplo el trabajo no retribuido en empresas familiares); creció rápidamente desde principios de los años 90, en 1998 los ingresos de los trabajadores asalariados cayeron en un 25%, en tanto que los de autoempleados bajaron en un 40%. El EPI indica que los salarios decrecieron en aproximadamente un 27% entre 1991 y 1998, en tanto que el ingreso global por hora de trabajo cayó en un 40%. Además, el salario mínimo perdió alrededor del 50% de su poder de compra en la última década. Los salarios en la industria también bajaron en casi el 21% en ese período. De modo que, mientras el TLC benefició a unos pocos sectores de la economía, sobre todo a las industrias maquiladoras y a los muy ricos, en realidad aumentó la desigualdad y redujo los ingresos y la calidad del trabajo para la vasta mayoría de los trabajadores mexicanos.

En este sentido, Arturo Ortiz Wadgymar, coordinador de la Unidad de Economía Mundial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sostiene  que la firma de acuerdos o tratados comerciales llevaba implícita la promesa de que el país tendría un récord extraordinario de exportaciones, y que influirían en la economía doméstica. Sin embargo, “las anunciadas exportaciones sólo se concentraron en empresas trasnacionales; ellas exportan e importan entre sí y esos ingresos no llegan al país ni a sus ciudadanos”, señala el especialista en economía y finanzas internacionales y además advierte que: “adicionalmente, esas multinacionales se apoderaron de ramas del comercio mexicano, de la agricultura y de los servicios que, a nivel global, también realizan importaciones y exportaciones. A pesar de todos esos tratados, México tiene un saldo negativo que va en aumento”.

Por su parte, el también investigador pero de El Colegio de la Frontera Norte (Colef), Cuauhtémoc Calderón, es categórico al afirmar que “con un promedio anual de 300 mil trabajadores mexicanos expulsados hacia Estados Unidos en los años que tiene en vigor, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), generó un récord migratorio sólo comparable a los provocados por una guerra o una revolución”.

Desde que el tratado comercial entró en vigor en 1994 y hasta 1999 la industria maquiladora de los estados fronterizos, todavía tuvo capacidad para contener y emplear a los trabajadores provenientes del resto del país que pretendían cruzar la frontera hacia Estados Unidos. Sin embargo, ‘el punto de quiebre’, -señala el académico- “se dio al comenzar esta década, cuando el PAN comenzó a gobernar el país, a la par del declive del sector maquilador; el flujo de migrantes llegó a medio millón por año y crecieron las remesas”.

Tal y como lo confirma el documento de la Subsecretaría de Comercio Exterior de la Secretaría de Economía titulado “Exportaciones Totales de México”, que concentra información desde 1993 hasta julio de 2010, concluye que en los últimos años, a partir de 2008, las exportaciones mexicanas totales representaron 292 mil 636.5 millones de dólares; en 2009 esa cifra descendió a 229 mil 620.2 millones de dólares y para julio de 2010 representaba 164 mil 367.1 millones de dólares; es decir, que del 2008 al 2010 las exportaciones mexicanas totales cayeron 43.8%

En particular, México lleva una década sin avances dentro del mercado estadounidense, debido a que su participación en las importaciones totales no ha superado el 12%, mientras que China, por ejemplo, aumentó su participación de 9 a 18% en ese lapso, según datos del US Census Bureau. Esta situación resulta preocupante, basta observar que en el año 2001 la participación de las manufacturas en las exportaciones mexicanas era de 89% y para el 2011 cayó a 80%; los sectores manufactureros que más han disminuido su nivel de exportaciones a Estados Unidos son el de ropa y accesorios (-62.5%), productos textiles (-26%), semiconductores y componentes electrónicos (-58.6%), maquinaria y equipo comercial (-75%), soportes magnéticos y ópticos (-70%), madera y productos de madera (-57.8%), cemento y productos de concreto (-15%), mariscos frescos, preparados, enlatados y envasados (-16%), según cifras de la Secretaría de Economía.

La Cámara Nacional de la Industria del Hierro y del Acero (Canacero), en su estudio “Desarrollo de la cadena de valor metalmecánica latinoamericana”, señala que el costo de la desindustrialización en México y el estancamiento de sus exportaciones al mercado estadounidense, ha sido importante en materia de empleo: “tan sólo en los últimos 10 años la economía mexicana perdió casi 700,000 empleos formales en el sector manufacturero”.

Por lo que toca al campo, si bien es cierto que no todos los productores agropecuarios han sido afectados por la apertura comercial pactada; las pérdidas han sido mucho mayores que las ganancias para el conjunto de los productores y del país en su conjunto. Como prueba, tenemos el desmedido aumento de las importaciones de granos básicos, de productos de origen animal y de otros productos agroalimentarios, así como de un mayor ritmo de expulsión de grandes contingentes de migrantes e, incluso, de agricultores, en varias regiones del país. Tan sólo el año pasado, las importaciones agropecuarias se elevaron en 43% respecto del 2010, lo cual refleja la alta vulnerabilidad del sector primario y la grave dependencia alimentaria del exterior. Ahora México se ubica entre los países que más redujeron su producción de granos, con un retroceso sólo superado por Etiopía y Sudáfrica.

Por último, cabe recordar que el gobierno salinista, sin un amplio consenso de la sociedad, instrumentó una política de liberalización de la economía y firmó el TLCAN; que como hemos mencionado, a nivel general, ha traído consecuencias negativas para el país por los términos desventajosos en los que se estableció. Razón por la cual, deben replantearse ciertos términos del TLCAN, respetando la soberanía nacional y anteponiendo los intereses de la base productiva nacional y en búsqueda de la seguridad alimentaria; así mismo, insistir en fondos de compensación, en el desarrollo de zonas marginadas y en la integración al desarrollo de la población rural que vive en la pobreza. Paralelamente, el Estado mexicano tiene que instrumentar políticas que beneficien a la sociedad en su conjunto y revertir el deterioro económico y social para la mayoría de las familias mexicanas. Esta situación, debe convocarnos a todos los actores políticos a buscar soluciones contundentes para atenuar las difíciles condiciones de la población en México y en nuestro estado. Por nuestra parte, las diputadas y los diputados del Congreso del Estado de Zacatecas tenemos que redoblar esfuerzos para orientar el trabajo legislativo hacia una redistribución de la riqueza equitativa, en la protección jurídica de los grupos vulnerables y en la proyección de los derechos sociales; en el fortalecimiento del diseño presupuestal que sustente los programas sociales y las políticas públicas transversales en beneficio de las y los zacatecanos que más lo necesitan; y quienes  mayormente padecen los efectos negativos del TLCAN.

* Diputado local

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