Una segunda oportunidad para Guadalupe

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Si un gobierno tuviera la intención de fracasar estrepitosamente, lo primero que debería hacer es olvidar que tiene recursos limitados.

Y es que, cuando uno se pronuncia a favor o en contra de un programa de gobierno o de una política pública, jamás puede hacerlo en términos absolutos. Por definición, los gobiernos tienen recursos limitados para actuar, y es por eso que se debe escoger: ¿A qué darle prioridad en el presupuesto? ¿Qué estrategias privilegiar? ¿Cuáles grupos de la población requieren más de acciones concretas?

Me explico: si hubiera recursos ilimitados en el gobierno, no sería problema que hubiera becas para todos los estudiantes, de cualquier nivel: primaria, secundaria, preparatoria, universidad y posgrados. Tampoco sería problema que hubiera despensas para todas las familias, pies de casa, viviendas, carreteras, servicios básicos y todos aquellos elementos necesarios para tener calidad de vida.

Pero no es así. Los recursos son limitados y, por ello, el gobierno tiene que decidir: entrega computadoras o despensas; construye carreteras o edifica hospitales; contrata personal o compra materiales y suministros. No es que solamente pueda hacer una de esas cosas, pero sí tiene que decidir cuáles son sus prioridades.

En el caso de Guadalupe (como en la mayor parte del país), que es el municipio que me eligió como diputado local, los gobiernos del pasado reciente han dado prioridad a obras viales y a la inercia que los programas de co-inversión y mezcla de recursos con los gobiernos federal y estatal permiten, además de un crecimiento desmesurado del gasto corriente.

No es que las obras de infraestructura hidráulica y que el remozamiento del centro histórico no sean necesarias y deseables; tampoco que las políticas asistenciales deban desaparecer. Hace falta una mayor determinación para modificar nuestra realidad; se requiere capacidad para identificar prioridades y estrategia para resolver aquellas situaciones que comprometen nuestro futuro como sociedad.

¿A qué tipo de situaciones me refiero? A las que ocasionan la lastimosa realidad de inseguridad e incapacidad para generar valor (y empleos) que vivimos y parten, fundamentalmente, del deficiente sistema educativo que tenemos.

Me refiero a los cuatro mil 189 niños guadalupenses (de entre seis y 17 años) que están hoy fuera de la escuela.

Y me refiero, también, a los nueve mil 567 niños guadalupenses (del mismo rango de edad) que están en grave riesgo de “fracaso escolar”. Es decir: niños y jóvenes que, de un momento a otro, pueden tomar la decisión de abandonar sus estudios.

Estamos hablando de 13 mil 756 niños en vulnerabilidad y eso quiere decir que tres de cada 10 guadalupenses de entre seis y 17 años están, o bien fuera de la escuela, o en grandes posibilidades de estarlo.

Y si hay algo que, desde mi punto de vista, pueda limitar el desarrollo de una persona, es precisamente la falta de educación.

Eso, sin agregar al desolador diagnóstico que la abrumadora mayoría de estos niños y jóvenes viven en un entorno de violencia intrafamiliar, pobreza, trabajo infantil, uniones tempranas y consumo de drogas y alcohol, que ocasionan un ambiente escolar y extra-escolar de exclusión y hostilidad.

Desde mi punto de vista, el desarrollo de Guadalupe dependerá, precisamente, de lo que hagamos como sociedad frente a este grupo de niños y jóvenes en situación de riesgo.

No necesitamos esperar a que el destino nos alcance para darnos cuenta de ello. Basta señalar que el mayor crecimiento de la tasa de homicidios en nuestro estado se ha dado en el grupo de quienes tienen entre 12 y 17 años y que el ritmo con el que dicha tasa ha aumentado es superior a la media nacional.

Entre 2005 y 2009, además, se triplicó el número de suicidios de personas que tenían entre 12 y 17 años y el fracaso escolar es una de las razones fundamentales.

Lo ha explicado claramente Luis Barquera, de ODISEA: “De entrada, lo menos que este grupo de jóvenes puede esperar es ser pobre”; a eso podemos agregarle cualquiera de las calamidades que vengan a su mente, incluyendo, por supuesto, todo vínculo posible con la delincuencia organizada.

Es por ello que en el Movimiento Podemos Cambiar hemos decidido construir nuestra política de gestión social alrededor de un programa de “Segunda Oportunidad” para esos miles de niños y jóvenes de Guadalupe. Más allá de erradicar pisos de tierra, contratar policías y construir carreteras, tenemos que dirigir nuestros esfuerzos a ellos.

Así pues, en el 2012 nuestra prioridad será el Programa Segunda Oportunidad en Guadalupe, colocando centros comunitarios en zonas estratégicas, atacando factores de riesgo e impulsando estrategias de prevención.

La idea del Programa será generar competencias y promover la participación infantil​ de manera directa, a través de becas y estímulos, así como integrándolos a los círculos de estudio del IZEA.

Para tal objetivo es necesario complementar estos esfuerzos académicos con una batería de actividades extra-curriculares en educación artística, deportes, cursos de computación, talleres de inglés, generación de proyectos productivos y “habilidades para la vida”, tratando de involucrar a las familias de los niños y jóvenes en la construcción de un proyecto de vida. Podemos Cambiar.

*Diputado local
[email protected]

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