¿En verdad hemos cambiado?

RAFAEL CANDELAS

Mucho se ha hablado sobre el impacto que tendrá en nuestras vidas la contingencia y, en particular el aislamiento en nuestras casas. Desde el 20 de marzo en que se confirmó el primer caso positivo en Zacatecas, mismo día en que se decidió cerrar las escuelas, las oficinas de gobierno, restaurantes y todas las actividades no esenciales, las redes sociales se vieron inundadas por información de todo tipo, muchos de ellos haciendo conciencia y llamados a cambiar nuestra forma de ver la vida, nuestra actitud hacia la familia y con los que nos rodean, en general, el llamado fue a valorar lo que tenemos y a salir de esta situación siendo mejores, más humanos, más empáticos, mejores personas.

¿Pero realmente hemos cambiado o sólo asumimos un discurso socialmente aceptable para quedar bien?

En mi experiencia he de decir que efectivamente me ha tocado ver a muchas personas que han tomado acciones de solidaridad con sus semejantes, pero también a muchos que, por el contrario, han sacado lo peor de su carácter.

Hoy en particular me quiero referir al caso de una familia integrada por dos jóvenes que apenas rebasan los 20 años, los cuales junto con sus dos niños tienen un camión en el que venden frutas y verduras por las calles de algunos fraccionamientos.

Resulta que esta pareja de jóvenes, cuando inició el confinamiento empezó a acudir al fraccionamiento Lomas de Bernárdez, algunos vecinos les empezaron a comprar y a correr la voz, pronto tuvieron nuevos clientes, pues la indicación del gobierno de quedarse en casa y la restricción del «hoy no circula» le cayó como anillo al dedo a muchos de los vecinos, particularmente a quienes están en edad vulnerable y a quiénes sí siguieron la indicación de quedarse en casa.

Mientras las calles del fraccionamiento se empezaban a quedar solas, el tránsito de vehículos repartidores se incrementó, cada día transitaban más camiones de DHL, Estafeta, Uber Eats, repartidores de pizza, repartidores de restaurantes, el camión de la Coca-Cola, prestadores de servicios en general y, por supuesto la camioneta negra de la verdura que a los pocos días fue pintada de blanco y cada vez ofrecía más productos a sus clientes.

Es importante señalar que estos amables y trabajadores jóvenes no tocan en las puertas, en un principio se estacionaban en algún lugar y la gente acudía, después les dijeron que no se podían instalar y lo que hicieron fue acudir a las casas en las que les solicitaban el servicio (igual que lo hace un Uber Eats, los de DHL o cualquier otro repartidor), la diferencia es que al estacionarse,  los vecinos más cercanos acudían a comprar (igual que los de la Coca-Cola), el problema fue, que lo que vendían era bueno, bonito y barato.

Desgraciadamente, y como siempre, de esas personas de las que hablaba al inicio de este comentario hay muchas, no faltó quien se empezó a quejar de la presencia de este vehículo, empezaron a hostigar con llamadas al encargado de la seguridad del fraccionamiento, hasta que lograron que la patrulla privada del fraccionamiento, con torreta prendida y toda la cosa los sacara y ahora, pues simple y sencillamente les han prohibido la entrada; no así al resto de prestadores de servicio y empresas que entregan mercancía dentro de ese fraccionamiento.

Es increíble la maldad, la envida y la mala leche con la que se conducen algunas personas.

¿A quién le hace daño que estos jóvenes acudan a entregar producto en una situación cómo la actual?  ¿Qué de malo tiene que los vecinos les compren? ¿Qué diferencia hay entre entregar frutas y verduras a entregar comida rápida, comida de un restaurante fino, productos comprados en Amazon o entregas de mensajería? ¿Por qué a ellos no y a los otros sí?

Tanta es la mala leche y los aires de grandeza que algunos se dan, que dicen que el camión afea y acorrienta el club. ¡Hágame Usted el favrón cabor! ¡A ese grado hemos llegado!

Muchas personas están molestas con esta decisión, algunas han ido a hablar con los encargados de seguridad del fraccionamiento y sólo atinan a decir que es una instrucción.

¿Pero qué creen?

Uno de los encargados comentó que quien está hablando y dando lata todos los días para que no los dejen entrar es una persona que es dueña de una frutería que está afuera del fraccionamiento.

Qué pena que aún haya gente así, que pena que algunos no hayan entendido nada de esta pandemia, que triste que les hagan caso.

Estoy seguro de que a estos jóvenes les va a ir muy bien, se los auguro y se los deseó de todo corazón.

Estoy seguro también de que quienes no se han adecuado a la circunstancia actual, por más que destilen su veneno y echen grilla, las cosas no les van a mejorar.

Tengo entendido que el miércoles habrá una reunión del Consejo del Fraccionamiento, ojalá pudiera alguien hacerles ver que hay demasiadas cosas mal en el fraccionamiento por las cuales se debieran preocupar y ocupar y no andar afectando a la gente que sí trabaja.

Espero que esta publicación no quede en un simple comentario y nos ayude, de perdido, a reflexionar que nos ha dejado de enseñanza esta contingencia y a pensar… ¿En verdad hemos cambiado?