¿Qué camino le queda al pueblo?

OSVALDO ÁVILA TIZAREÑO

Al momento de escribir estas líneas los datos proporcionados por el subsecretario de salud Hugo López Gatell, superan todos los pronósticos y la realidad coloca en su lugar a quien en tono altanero recriminó a una periodista que cuestionaba sobre el fallido presagio del pico de la pandemia el 8 de mayo. Fue el día 14 del presente cuando se presentó el mayor número de contagios con 42 mil 595 casos, precedido por 41 mil 86 el día 13, y 38 mil 324 el 12 de mayo, acumulando en tan sólo tres días cuatro mil 271 casos positivos y en cuanto a lamentables decesos las cosas caminan en el mismo sentido reportando cuatro mil 477 y los dos días anteriores cuatro mil 220 y tres mil 926 respectivamente, en suma 551 vidas humanas perdidas víctimas del terrible coronavirus.

A pesar de ese panorama y el empecinamiento de los voceros gubernamentales de regresar a la normalidad por etapas y concluir el confinamiento (cediendo a las exigencias gringas, vaya, vaya la incongruencia), el panorama resulta desolador. Para eso comunicadores nacionales y extranjeros dan cuenta de cómo en los estados donde se reporta el mayor número de infectados CDMX (10 mil 946), Estado de México (seis mil 813), Baja California (dos mil 764) y en Tabasco (mil 976), los hospitales  se encuentran saturados y las quejas del personal de salud crecen sin encontrar mucho eco de las respectivas autoridades, que pareciera se empeñan en torcer la lógica para convencer sobre “el aplanamiento de la curva” y el control de la pandemia.

Dos datos más resultan preocupantes, mientras en Estados Unidos se practican tres mil 212 pruebas por cada cien mil habitantes en nuestro país apenas 111 por la misma cantidad e incluso llama la atención que a hospitales privados como lo informó ayer El Sol de México se les prohíba realizar pruebas por indicaciones de la Cofepris y alarma también que la tasa de mortandad en el mundo sea de 6.9% y en nuestro país muy alta, de 10.5%. De lo anterior se deduce la posibilidad de que puede existir un mayor número de contagiados sin saberlo y que las declaraciones del propio presidente López Obrador, acerca de que los mexicanos seríamos protegidos por mágicos amuletos y que nuestra constitución física nos mantendría a salvo eran absolutamente erráticos.

Y a los lamentables decesos, el calvario de los familiares, así como los riesgos del personal de salud se suma los efectos económicos, pues el confinamiento resulta insostenible para la mayoría de los mexicanos que según la reciente encuesta de Mitofsky el 94% de la población afirma que será afectada en su economía y más de la mitad manifiesta no soportar más de una semana de encierro, datos plenamente justificados pues según fuentes oficiales en el mes de abril se perdieron más de 500 mil empleos, una auténtica catástrofe económica secunda a la pandemia.

Y ante tal hecatombe el presidente López Obrador y los funcionarios morenistas de los distintos niveles de gobierno se empecinan en decirle a la población que saldremos adelante, que no pasa nada, que todo está bajo control, pero la cruda realidad demuestra lo contrario, pues los efectos económicos y de salud se ceban sobre la mayoría de los mexicanos.

¿Qué le queda al pueblo ante esta terrible realidad? ¿Debe mantenerse como observador pasivo ante esta difícil situación? ¿Qué lecciones deben sacar los menesterosos de esta calamidad?

Primeramente, debemos reconocer que la realidad coloca a cada uno en su lugar y como aquellos que se desgarran las vestiduras a nombre del pueblo en tiempos electorales hoy brillan por su ausencia, pues nada hacen por manifestar su solidaridad a los desvalidos.

En segundo lugar, debemos evaluar el desempeño de los gobernantes de los tres niveles que hoy con sus acciones ponen al descubierto de qué lado están, sirva de ejemplo que en el pico más alto de la pandemia los gobernantes de la 4T estén empecinados en retomar las actividades “normales” a pesar de los riesgos para la población, sólo para alinearse con los intereses de Estados Unidos que han dado pasos en ese sentido.

Y por último debemos entender que, ante estos graves yerros y abiertos embates contra las mayorías, no queda otro camino que estrechar más los lazos de hermandad entre el pueblo para construir una gran fuerza social que enderece el rumbo de la patria para poner la salud al servicio de la gente, que cree riqueza suficiente y la distribuya de forma equitativa para satisfacer a plenitud las necesidades de las mayorías, una tarea titánica sin duda, pero urgente y necesaria.

¿Imposible?, ¡nada de eso! Tenemos ejemplos como el del pueblo ruso que vivió en menos de un siglo tres profundos quiebres políticos y morales: la Revolución Bolchevique de 1917, el desplome del imperio soviético y del régimen comunista en 1991, y finalmente, la terrible anarquía entre 1991 y  el año 2000 que generó el saqueo y colapso administrativo (Frédéric Pons, biografía de Vladimir Putin), esa era la terrible realidad que precedió a Putin en su acenso, sin embargo, hoy, a 24 años de distancia de asumir el poder Rusia esta nación se levanta como la gran potencia, que junto con China van dejando atrás a Estados Unidos en muchos aspectos como sucedió con las tardías acciones ante el manejo de la crisis por el coronavirus que los lleva de tumbo en tumbo. Es posible una patria más justa para todos los mexicanos, no lo dudemos, por tanto, pongamos manos a la obra.