Un refugio para la vida

LUCÍA LAGUNES HUERTA

Un día tomó a sus hijos, echó las cosas en dos mochilas y salió a la calle. Llegó a Tlalnepantla a la casa de su empleadora. Estaba aterrada de que su pareja la matara o matara a su hijo mayor, un pequeño de cinco años. Tras narrarle la historia a su patrona, Eulalia llegó a un refugio, ahí vivirían ella y sus dos hijos; tendría tiempo para afianzar su decisión y por primera vez hacer un plan de vida.

Eulalia es una joven mujer que ha recibido la ayuda de uno de los 47 refugios que integran la Red Nacional de Refugios (RNR) creada en 1999. Llegó por la ayuda de otras mujeres, una cadena humana que se formó en una tarde de domingo: de la empleadora a la cuñada, de la cuñada al Instituto de las Mujeres del Distrito Federal, del Instituto al refugio.

Las vías de acceso a los refugios son distintas. Durante los dos últimos años, cuatro mil mujeres y sus hijas e hijos han llegado a los refugios de la RNR; en total 19 mil personas, para tomar aire, distanciarse del contexto violento en el que viven, y poder ir sanando heridas para iniciar un nuevo camino libre de violencia.

Contar con un espacio donde sentirte segura cambia la vida, dice Eulalia. Durante el tiempo que vivió en el refugio tuvo pesadillas y le asaltó más de una vez la pregunta de si hizo lo correcto, si podría salir adelante ella sola, si… tantas dudas que crecen tras años de violencia vivida.

Las dudas no se han ido del todo, aún le roban la tranquilidad de vez en cuando, pero no llegan al grado de pensar regresar con el padre de sus hijos. Lo que sí quedó sembrado es que eso que vivió con Pedro no era amor, sino abuso.

Lo que la mantiene firme es sentirse tranquila y ver a sus hijos sonreír. Hacer planes a futuro –lo que nunca hizo antes–, planear, saberse dueña de su tiempo y de su vida, y por primera vez ir a conocer el mar, ir a Acapulco al menos en un “puente”, dice feliz Eulalia.

Es buena trabajadora, se lo han dicho todas las empleadoras con las que ella ha estado, y por ello pudo regresar a sus diversos trabajos. El reto mayor que ha superado en estos meses ya fuera del refugio es organizar sus horarios laborales con la estancia infantil en la que se quedan Brenda y Rafael. El dinero fluye y logra cubrir sus gastos inmediatos.

Pronto Brenda dejará atrás los pañales y habrá un nuevo respiro económico, haber llegado a un refugio y saberse acompañada fue una “cosa” que le cambió la vida y le dio fuerzas, recalca Eulalia.

Este fin de semana la Cámara de Diputados decidirá dónde pone los recursos y cuál será el presupuesto para la RNR; se teme que se quiera retroceder en el apoyo y bajar los montos. Un peso menos sería una oportunidad menos para las mexicanas que buscan salir de la violencia y salvaguardar su vida.

En más de un foro, las autoridades han preguntado opciones para salvar la vida de las mujeres, además de acabar con las desigualdades entre los sexos; es garantizar que estos refugios que existen con un modelo de atención para fortalecer y acompañar a las mujeres sigan contando con los recursos suficientes para infraestructura digna y el salario para las personas que ahí trabajan (psicólogas, abogadas, trabajadoras sociales, etcétera), para acompañarlas al ir y venir de trámites que van desde el pago del boleto de Metro o el transporte público, hasta la erogación de algún trámite.

La historia de Eulalia no es la única. Muchas como ella salvaron la vida por contar con una cadena humana que la acompañara en la decisión tomada y le condujera a una institución que le permitiera un respiro para seguir su camino libre de violencia.
 
Twitter: @lagunes28
 
*Periodista y feminista, Directora General de CIMAC.

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