El acuerdo PAN-PRD-PRI

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX *

España regresó a la monarquía y a la democracia de manera simultánea. La muerte de Franco, el arribo del Rey Juan Carlos –desplazando a su propio padre- permitió que se organizaran la sociedad civil, el ejército, la clase política y los partidos, para transitar hacia un país que avanzó en la Unión Europea con tal vertiginosidad que hoy está, a pesar de sus dificultades, a los niveles de los mejores del Viejo Continente. Se transita hacia la democracia desde el Franquismo al Partido Socialista Obrero Español, pero dentro del marco de la democracia.

En México fue diferente: perdió el PRI y ganó el PAN durante 2 sexenios. Se dio la transición, más no la democracia. Este rumbo –que en la península ibérica se implementó- debería traerse a México.  En España tuvo lugar como un proceso lento, dilatado, purificado, de forma tal que funcionó a pesar de algunas asonadas militares, como la de aquel Tejero en el Parlamento español.

Hoy pareciera que en México le han hecho “manita de puerco” al PRD para que se integre a este propuesto “acuerdo democrático”, donde el PAN y el PRI estaban ya amarrados (más que un vagón de ferrocarril).  La propuesta de Jesús Zambrano al interior de su partido, provocó la división del Sol Azteca. Ni el Niño Dios y los Santos Reyes han curado esa dificultad: de hecho, el pacto ha caminado pero el PRD aporta una pata coja que no da seguridad al avance democrático que todos queremos.

Los problemas de facto, estriban en que no se conoce abiertamente el nivel de profundidad de los compromisos. Aquí existen preguntas muy concretas como:

  • ¿Qué pasará con el petróleo?
  • ¿Cuál será el destino en la tenencia de nuestras playas y litorales todos?
  • ¿Qué pasará con Estados Unidos?
  • ¿Cuál será el manejo de nuestro petróleo?
  • ¿Cómo se operará la lucha contra el narcotráfico?
  • ¿Qué pasará con los mexicanos en el extranjero?

Son todas ellas, posiciones que los ciudadanos deberemos debatir –también los partidos- para encontrar viabilidades y puntos de encuentro.

El gobierno de Enrique Peña Nieto hasta para sus críticos más severos ha empezado con el pie derecho, con una estrategia adecuada. Hay efectivismo en las acciones y un manejo de imagen que si bien es costosa –pues pasa por la televisión- opera en los términos que a su gobierno conviene.

El otro cuestionamiento es: ¿dónde está el resto de los partidos políticos? Elba Esther y sus muchachos están fuera del acuerdo y con una guillotina en la cabeza. El niño verde y sus homólogos pudieran estar ahora mismo en Niza o en Saint Tropez, para la poca falta que parecen estar haciendo ahora aquí.  Los amigos del Salinato andan –y no andan- con Andrés Manuel López Obrador, pero ya bajaron la voz en los frentes legislativos. Movimiento Ciudadano, por su parte, está extraviado políticamente: el único que sale y cobra es Ricardo Monreal, y se dedican a gastar sus más de 200 millones de pesos de prerrogativa, que les trajo Santa Claus a través del órgano electoral federal.

La conclusión es, si este armado político es suficiente, no para la foto presidencial o las controversias partidarias, sino si es suficiente el ajuste para gobernar la patria en condiciones tan adversas, pues la mitad de la Población Económicamente Activa está ya en el comercio informal.  El precio de la gasolina crece con una velocidad mayor a la fuerza de los motores, epidemias como la de la gripe aviar nos meten en dificultades de corto plazo, pues se trata de alimentos básicos para la dieta del mexicano. ¿Cómo se impide encarecer el precio del huevo si este no existe o ha sido destruido? Tendrían que ser magos el productor o el vendedor para mantener estable el precio del producto.  Se está obligando a una importación inmediata, que por la lentitud del gobierno se hace imposible de satisfacer al consumidor.

La resequedad de los campos por la ausencia de perforaciones y bombeo del agua es un problema atávico que llega a las manos del nuevo régimen provocando periodos largos de ausencia de productos básicos que los mexicanos requerimos.

Un pacto obliga a un compromiso firme del gobierno y de los miembros que lo componen.  Regular precios y salarios, garantizar la soberanía alimentaria, estabilizar precios de combustibles, lograr la paz social, son retos mayúsculos.  El buen inicio no garantiza un buen fin. El esfuerzo es loable y los partidos deberán hacerlo sin el prejuicio de perder su apellido como opositores, pues cuando se lucha por México no hay colores ni banderas, pero tampoco deben existir agandalles o abusos que concentren en una sola mano el poder, cuando el pueblo de México demanda democracia.

PD: ¿Cómo es posible que con la triste historia de José Murat, sea él quien conduzca los trabajos del Pacto por México, mientras que un comunista de siempre –como Pablo Gómez- esté bajo el mandato de esta “joyita” del viejo PRI.

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