Las reservas internacionales, póliza de seguro para economía mexicana

ROSALINDA TREJO Y RODOLFO GUTIÉRREZ

Es uno de esos días en que todo parece normal. Después de una larga jornada de trabajo, deseamos llegar a casa y descansar, estar con los nuestros, compartir la cena, las experiencias del día y, sobre todo, la dicha de estar reunidos. El ambiente se percibe tranquilo y pensamos en el día siguiente, hasta el momento en que nos vamos a dormir.

De pronto, un fuerte estallido estremece toda la casa. De inmediato tratamos de indagar el origen de ese ruido y descubrimos llamas por doquier. El humo se extiende con rapidez y lo único que pensamos, y que necesariamente debemos hacer, es buscar la salida y procurar que nadie salga lastimado. Logramos escapar y ponernos a salvo. Atónitos y desconcertados, observamos cómo poco a poco se consume nuestro patrimonio, construido con años de trabajo y sacrificio.

Una vez fuera de peligro, comenzamos a cobrar conciencia de la situación. Los problemas para nuestra familia ya no sólo serán emocionales, sino también de índole económica y de estabilidad familiar. Para adquirir la casa habíamos pedido préstamos no hipotecarios, por lo que nunca tuvimos la precaución de adquirir una póliza de seguro. En otras palabras, no nos preocupamos por adquirir una garantía que nos hubiera podido ayudar en una situación así. El no haber contado con un cierto nivel de reservas precautorias (un seguro) provocó que el costo de enfrentar la catástrofe haya sido el máximo, ya que de haberlo tenido habríamos podido atenuar su magnitud. Dicho coloquialmente, “por cuidar los centavos descuidamos los pesos”.

Las causas del incendio pueden ser múltiples, como fallas eléctricas, fugas de gas, negligencia de nuestra parte o hasta circunstancias externas, como alguna falla generada en casa de los vecinos. Una contingencia parecida podría ocurrirle a cualquiera, a todo un vecindario o, incluso, a todo un país.

Para este último caso la analogía quizá parezca algo desproporcionada, pero resulta útil para ilustrar el grado de vulnerabilidad al que nos encontramos expuestos y resalta la importancia de tomar provisiones con siniestros de cualquier índole, sin excluir las crisis financieras y/o económicas. En este último caso es improbable que veamos las llamas entrando literalmente a nuestra casa, pero sí resentiríamos las consecuencias del siniestro en nuestras finanzas y empleos. Una póliza de seguro (reserva o provisión, como de ahora en adelante la llamaremos), aunque no evita en su totalidad los efectos de las crisis, es un mecanismo que garantiza cierto margen de maniobra para aminorarlos.

La economía mexicana ha enfrentado varios “incendios” con efectos negativos considerables, como las crisis de deuda o las crisis cambiarias, provocadas tanto por causas internas como externas: una mala administración, el mal manejo de la deuda pública o las políticas económica y financiera, por un lado, pero también nuestra cercanía y relación con países vecinos han provocado que las llamas alcancen nuestra casa. La crisis financiera de 2008-2009 es un buen ejemplo. Ésta comenzó en Estados Unidos en 2008. A partir de entonces los contagios en otras economías del mundo han sido evidentes, incluida la economía mexicana, que en 2009 sufrió una contracción de alrededor de 6 por ciento del PIB y sufrió importantes presiones cambiarias.

Estos problemas económicos y financieros provocan grandes costos económicos y sociales en las sociedades. ¿Qué puede hacer un país para protegerse y contener los efectos potenciales de esas contingencias? ¿Qué seguros pueden contratar las naciones para enfrentar las turbulencias financieras?

En momentos de crisis, en que el pánico se apodera de los inversionistas nacionales y extranjeros, una forma de calmar los mercados por las posibles tensiones bancarias (con tensiones cambiarias implícitas) es la inyección de divisas, como los dólares. Pero, ¿cómo garantizar que se tienen las divisas suficientes que ayuden a solventar rápidamente el problema? Los gobiernos, e incluso las empresas, pueden optar por diferentes tipos de instrumentos para cubrirse de los riesgos. Una forma es la adquisición de activos financieros complejos que les permitan cubrir sus niveles de ingreso y gasto. Otra manera de hacer frente a las turbulencias financieras, utilizada por la mayoría de los países, es la constitución de reservas de divisas o “reservas internacionales”.

Los países toman esta última alternativa para, entre otras cosas, aminorar los efectos de las crisis y enfrentar los desequilibrios que afecten directamente a los flujos comerciales y de balanza de pagos. Tan sólo para el cierre de 2011, el Fondo Monetario Internacional (FMI) reportó que todos los países del mundo constituyeron reservas internacionales en un 15.3 por ciento con relación a su PIB. Las economías avanzadas y emergentes constituyeron el 8.4 y 27.3 por ciento, respectivamente. En el caso particular de México se constituyeron reservas internacionales por 12.5 por ciento, lo que está por debajo del total mundial.

La Ley del Banco de México estipula que se debe contar con reservas de activos internacionales con el fin de coadyuvar a la estabilidad del poder adquisitivo del peso a través de la compensación de desequilibrios entre los ingresos y egresos de divisas del país. El objetivo es que las reservas ayuden a suavizar los efectos de contracción que puedan sufrir los flujos de comercio y la balanza de pagos, y sus repercusiones sobre la actividad económica y financiera de nuestro país. En México, las reservas internacionales han desempeñado un papel de “seguro” o “provisión” para enfrentar las contingencias, causadas principalmente por desequilibrios macroeconómicos y financieros (internos y/o externos). Dichos recursos deberán estar denominados en moneda extranjera para permitir su libre convertibilidad y disponibilidad inmediata, por lo que típicamente se invierten en activos de alta liquidez, como las Letras del Tesoro de los Estados Unidos.

Es clara la función de cobertura que desempeñan las reservas internacionales, así como la necesidad de mantenerlas en un cierto nivel pero, como ocurre con otros tipos de seguros, su creación tiene costos. Por un lado, el mantener recursos activos con alta liquidez implica que la tasa de retorno sea baja. Claramente se podrían obtener mayores rendimientos si se invirtieran en activos con mayor plazo de vencimiento y/o mayor riesgo. Por otro lado, el destinar recursos a las reservas internacionales significa que se están quitando de circulación esas divisas, mismas que podrían invertirse en gasto social o en inversión pública. Esto, que conlleva un costo social, no es necesariamente pernicioso para el país. Dada la complejidad e importancia de este asunto, estaremos tratándolo con más detalle en una siguiente entrega.

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