Las viejas prácticas y el gobierno de la “transformación”

JACOBO CRUZ

Finaliza el 2022, con este serán los cuatro primeros del sexenio del presidente de México, y aunque parece poco, aún quedan dos largos años para que Andrés Manuel López Obrador deje la silla presidencial; este es tiempo suficiente para que siga imponiendo su voluntad en perjuicio del país, aunque él y sus defensores digan lo contrario.

Y cuando muchos mexicanos estábamos tratando de entender en qué consistía la llamada “cuarta transformación”, López Obrador nos confundió más al declarar que su proyecto se llama “humanismo mexicano”.

Fue el 27 de noviembre, cuando en un mitin realizado en el zócalo capitalino al finalizar “la marcha de la revancha”, como respuesta a la movilización del domingo 13 del mismo mes, cuando la ciudadanía se manifestó en rechazo de la reforma electoral, iniciativa de López Obrador. Debido a la alta convocatoria lograda se encolerizó el mandatario, pues, por primera vez en cuatro años, la oposición coincidió y mediante la protesta callejera se demostró que son amplios sectores que difieren de su gobierno.

La supuesta transformación ha tenido muchos escándalos, desencuentros, acusaciones y persecución; pero en ningún momento se ha asomado siquiera un proyecto unificador, por el contrario, hemos sido testigos del divisionismo, de la incertidumbre y del encono social que ha promovido abusando de la investidura presidencial que le dio su cargo desde 2018.

La persecución no es algo nuevo, pero los gobiernos del pasado neoliberal tenían gente que se dedicaba al trabajo sucio, lo sorprendente es que ahora sea el mismo presidente quien se dedica a enjuiciar a sus molestos oponentes y así lo seguirá haciendo hasta que termine su sexenio.

Además, por conveniencia personal y política, muchos alcaldes, gobernadores y legisladores se sienten con respaldo para hacer lo mismo en contra de sus representados y se han vuelto especialistas en incitar a la violencia y en construir discursos de odio en lugar de atenderlos cuando se acercan a sus oficinas.

La práctica bien aprendida de López Obrador la aplican cuando la población reclama obras, apoyos y acciones de gobierno para hacer frente a necesidades específicas en sus poblados. El proceder de los morenistas se da en un ambiente de crispación social debido a la delincuencia que ha alcanzado niveles incontrolables, acción que debe ser rechazada por los mexicanos que buscamos paz, tranquilidad y empleo para sacar adelante a nuestras familias.

Cada día falta menos para el 2 de junio de 2024, fecha en que los mexicanos acudamos a las urnas a votar por el presidente número 66 de la historia patria, que será quien reemplace a López Obrador, esto porque parece que no tiene intenciones de reelegirse y sí muchas ganas de retirarse a su rancho particular para estar alejado del bullicio y crispación que provocó.

Aún queda mucho tiempo para que Morena defina a su candidato presidencial de 2024, sin embargo los funcionarios y representantes populares andan en abierta campaña de promoción con recursos del erario sin que haya alguien que les ponga un alto, (porque eso de respetar la ley ellos mismos nunca ha sido su fuerte), porque López Obrador escogió entre la clase política a los más conflictivos, a pesar de haber sido señalados como transgresores de la ley, baste como ejemplo Félix Salgado Macedonio, ex gobernador de Guerrero.

Mientras tanto, crecen las disputas internas por ser el elegido, somos testigos mudos ante la pelea intestina que dejará sus damnificados, porque los dados están cargados para favorecer a Claudia Sheinbaum, mientras que Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal no se quieren quedar atrás en la búsqueda de alcanzar la silla presidencial y por eso invierten recursos en publicidad y aprovechan todos los foros a su alcance para promoverse, pero al mismo tiempo callan por conveniencia ante los abusos del mandatario.

Por lo visto , el presidente no cambiará su forma de gobierno y seguirá con las imposiciones, por lo tanto heredará el puesto a quien le garantice la continuidad de sus proyectos y al mismo tiempo le  cuide los negocios de sus familiares y allegados, aunque eso implique un choque con su estrategia de acabar con la corrupción, por lo tanto, terminará por imponer al que le demuestre total fidelidad para extender su poder, porque gobernar no sólo significa tener el cargo, sino dominar las decisiones trascendentales  sin ser el titular, pero con la 4T se están perdiendo las conquistas obreras y campesinas surgidas de la revolución mexicana poniéndose en riesgo el derecho de organización, petición y reunión como mecanismos legales para hacerse oír y ver ante las autoridades.

El partido guinda ya se encuentra sumido en una crisis profunda donde los intereses personales y de grupo se imponen al propósito de contribuir al desarrollo de todos los mexicanos y en tan poco tiempo se exhiben como ambiciosos vulgares e incongruentes que les importa sólo el poder y dinero.

Estando, así las cosas, habrá que preguntarse: ¿Qué proyecto novedoso y de impacto social pueden ofrecer a los mexicanos?, ¿Qué medidas desarrollarán para impulsar el empleo y el alza del salario?, y sobre todo, ¿Con qué acciones se disminuirá la violencia e inseguridad?, porque con las becas del bienestar, programa estrellas de AMLO no se ha logrado la paz, tranquilidad y trabajo que urgen en México.