Muerte de migrantes e ironía institucional

SOLEDAD JARQUIN EDGAR

La muerte de 55 personas migrantes de Centroamérica cerca de la capital de Chiapas, confirma, una vez más, la falta de una política humanitaria migratoria y las irónicas respuestas de las autoridades.

Amén de los relatos de lo que diversos medios informativos han hecho, el ocurrido un día antes del Día de los Derechos Humanos, esa tragedia puso en blanco y negro que en este país existen fallas institucionales que han solapado las permanentes agresiones y violaciones a los derechos humanos de miles de personas y que éstas se han agudizado.

No basta que el Senado mexicano llame a comparecer al titular del Instituto Nacional de Migración, Francisco Garduño, como se ha anunciado, para que explique lo sucedido en Chiapas, por supuesto que no, porque sin duda antes del accidente y desde hace varios años, como sociedad, hemos sido testigos (expectantes) de una tragedia anunciada cada día.

Quizá como anuncia el presidente de la Junta de Gobierno del Senado de la República, tras la comparecencia, se puedan fincar responsabilidades jurídicas. La verdad es que el problema tiene mucho de fondo: una política federal migratoria con daños colaterales y el incremento de diversas formas de delincuentes, más allá del reprobable tráfico de personas.

Esa política migratoria da resultados para el vecino país del norte. Hoy, existen datos concretos que revelan que aumentó el número de personas detenidas o “aseguramientos”, arrestos y deportaciones hacia sus países de origen, casi todos en medio de crisis financieras, de seguridad que expulsan a quienes pretenden una forma mejor de vida y no menos importantes los fenómenos naturales que incrementan la pobreza.

Es decir, de fondo no se ha resuelto el fenómeno migratorio ni están inmersas en las supuestas soluciones los países de origen, paso y destino de la migración. La orden viene solo del norte.

En cambio a la existencia de “polleros”, es decir, personas que por un cuantioso pago prometen llevar a las personas hacia el “sueño americano”, se suman el tráfico de personas con fines de explotación sexual, donde mujeres y niñas son las principales víctimas, y explotación laboral, personas llevadas por la delincuencia a trabajos forzados, esclavizados. Ambos significan un retroceso para la humanidad.

Todas las personas lo sabemos, pero también lo saben los gobiernos que no buscan soluciones de fondo. Se criminaliza a los y las migrantes no así a los delincuentes, que pueden ser una mezcla entre las instituciones y los cárteles, o personas que en la frontera sur contratan principalmente a mujeres para trabajar en casas en condiciones aberrantes, pues terminan sin pagos, sin papeles para retenerlas y viven todas o casi todas las violencias de género contra ellas.

El “hermano mayor” de los países centroamericanos y caribeños se ha convertido al paso del tiempo en su “mayor verdugo”. No hay duda, ¡esto tiene que cambiar!

La muerte de 55 migrantes, en tanto otros más de cien resultaron lesionados y están muchos de ellos en hospitales, debe ser la motivación para el cambio de una política que ha fracasado.

No se trata de criminales, dirá el gobierno, pero se les trata como tales. Establecer políticas públicas más humanas, hacen énfasis en los derechos humanos de las personas migrantes no como una letanía sino como un compromiso real de las señoras y señores que contratan a las mujeres para que les limpien sus casas o para evitar que sean víctimas de traficantes que los condenan a una muerte lenta y degradante de su dignidad. Las soluciones, que deben existir, son multinacionales. México está obligado a cumplir acuerdos internacionales y también sus leyes nacionales que protegen a las personas.

En este momento en quizá escribo y usted lee, muchas personas de Centroamérica y el Caribe buscan llegar a la frontera del norte y en este momento quizá decenas de tráileres cruzan el país cargados de personas y esas “empresas ilegales” pasan porque hay colusión institucional de diversas instituciones públicas, no pasan los que no se “ponen a mano”. Otras caminan a la orilla de una carretera y enfrentan al personal del Instituto Nacional de Migración, convertidos en tacleadores o takleadores de la mismísima NFL (National Football League) curiosamente la liga de futbol americano más importante de Estados Unidos, nada más ni nada menos. Algunas no llegaran a su destino, otras morirán por diversos motivos en el camino, otras serán asesinadas, las mujeres están en riesgo de ser violados sexualmente, otras serán vendidas a traficantes de mujeres.

Esa es la historia cotidiana de la migración, cada una de las personas tiene un nombre y una historia. Por ello me resulta irónico a su máxima expresión las respuestas de las autoridades, desde la del presidente Andrés Manuel López Obrador y la Marcelo Ebrard, incluso de los presidentes de los países de origen de las personas fallecidas, cuando antes no hicieron lo correcto.