Pagaremos venta de renta petrolera con pobreza y listas Forbes

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JOSÉ NARRO CÉSPEDES *

El programa económico que defienden cerradamente las élites económicas nacionales y del extranjero más conservadoras con fuerte presencia en México no deja lugar a dudas: el neoliberalismo y su segunda generación de reformas estructurales, vale decir, la apertura del sector energético al capital privado nacional y extranjero, la reforma laboral para abrir el camino al abaratamiento de contrataciones y despidos de trabajadores, la reforma fiscal (sobre todo la de Pemex, para abrirle curso a los esquemas privatizadores), pero especialmente la mercantilización creciente de los sectores educativos, de la salud y de la seguridad social (mediante la profundización de los esquemas privados de pensiones), para de una vez por todas derribar el de por sí precario Estado de bienestar y abrir esos campos a terrenos jugosos de ganancias privadas.

La privatización del sector energético en México es un tema habitual del debate político mexicano desde la administración de Vicente Fox. El debate consiste en la inconveniencia y consecuencias previsibles de la privatización del sector energético que es precisamente aquél de donde se obtiene la mayor parte de los ingresos nacionales.
Hablar de privatizar en México implica hablar de historias de pocos éxitos y muchos fracasos, en la que abundan los números rojos y escasean los números negros; y nadie, seguramente estará de ánimo como para impulsar una reforma energética que reitere los descalabros del pasado”.

Tenemos ya experiencias en ese sentido; un primer ejemplo es cuando se privatizó a Telmex. Antes de que ello sucediera Telmex era una empresa pública solvente Telmex nació en 1936 como sociedad anónima y que fue nacionalizada por Luis Echeverría Álvarez el 8 de agosto de 1972.
Telmex en esa época tenía utilidades anuales de un billón de pesos y cuando fue nacionalizada tenía casi cinco billones de pesos de utilidades brutas.
Actualmente Telmex se desempeña teniendo como base prácticas monopólicas, a cuyo amparo goza de considerable poder en el mercado, lo que lo hace dominante en servicios como el Internet y otros de valor agregado. Su privatización se ha convertido en algo ciertamente aterrador para la economía mexicana, al imponer precios que superan por mucho los de la telefonía internacional.

El minuto de uso telefónico en México es casi 10 veces más caro que en Estados Unidos; la acción de Telmex valía en el momento de su privatización 2.03 dólares y ya para 1993 su precio internacional valía 56 dólares.

En la historia de las privatizaciones en México, la desaparición y desincorporación de Banrural, Fertimex, Conafrut, Inmecafé, Fidehcan, Sesa, Pronase, INCSA, PACE y Conasupo generaron un clima de incertidumbre porque el Gobierno Federal redujo dramáticamente la inversión agropecuaria desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

El desmantelamiento gradual de las empresas estatales de apoyo al campo mexicano creó vacíos institucionales que no han sido cubiertos por el sector privado, lo que afecta a millones de pequeños productores rurales en vísperas de la entrada en vigor del capítulo agrícola del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Otro gran ejemplo es el de la privatización de la banca, la cual trajo consigo no sólo la catástrofe de 1995 sino su desnacionalización completa. La banca en México funciona actualmente como un oligopolio, con ganancias únicas en el mundo.

De hecho, en nuestro país las instituciones bancarias aplican a sus clientes 21 comisiones que no cobran a sus clientes en sus países de origen; en algunos casos resultan ser hasta 10 veces más caras; cabe mencionar que en el país el ingreso total que registran los bancos por el cobro de comisiones aplicados a los usuarios es superior al que obtienen Francia, Brasil, Inglaterra y España, según la Comisión Nacional para la Defensa de los Usuarios Financieros (Condusef) y el Banco de México.

Tal como lo menciona el diario “La Crónica de hoy”, en 2006 el grupo español BBVA dio a conocer que al menos un tercio de sus ganancias mundiales proviene de su filial en México, lo que nos da una idea de la gravedad del asunto.

Un último ejemplo de privatizaciones es la adquisición del canal 13 por empresarios de Monterrey, lo cual es el mayor fiasco de todas las privatizaciones, ya que esto permitió la creación de un duopolio informático, además de que ha dañado a la pluralidad política y anulado la calidad televisiva; en consecuencia no contamos con una televisora pública de cobertura nacional, ya que contamos prácticamente con dos “empresas” que se manejan por poderosos intereses, y que no sólo degeneran la información, sino que “desinforman” a la sociedad mexicana.

La privatización en México es una herramienta para garantizar que pocos ricos sean cada vez más ricos, mientras que el 99% de la población está sumido en la pobreza. La privatización que el Priísmo y Enrique Peña Nieto buscan imponer a Pemex, provocará que el 40% de cada peso que el Estado mexicano utiliza en la educación, programas sociales, carreteras, etc. desaparecerá y creará un boquete fiscal que se buscará tapar con el aumento brutal de los impuestos.

Los mexicanos pagaremos la venta de la renta petrolera el aumento de la pobreza, pero los de siempre incrementarán sus fortunas y quizá algunos se unirán a las listas de Forbes como los nuevos hombres más ricos del mundo.

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