Zacatecas, la joya de la corona

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX *

La centenaria Zacatecas, “Muy  Noble y Leal Ciudad”, reconocimiento otorgado por la Corona Española, fue declarada así también, por propios y extraños que la conocen por la generosidad de sus recursos, por su impactante historia o que, simplemente la han visitado alguna vez.  La segunda ciudad de América,  rica en plata y oro, inundó al mundo, como lo sigue haciendo ahora mismo, con estos minerales preciosos que ayudaron a financiar la construcción de mansiones, claustros, iglesias y palacios allende los mares.   A estas tierras llegaron arquitectos, artesanos, poetas, literatos, como sucede en los renacimientos de las sociedades donde una riqueza atrae a la otra.

Por eso este nicho arquitectónico colonial, tiene una belleza que es la conjunción de lo mejor del mundo y de su tierra roja que contrasta con la hermosura cimentada por sus hombres y mujeres. Los tiros y socavones fueron la vida y la muerte de los zacatecanos, que con su esfuerzo dieron esplendor al mundo, para labrar los grandes palacios españoles y el poderío de ese país que extraía su fortaleza de nuestro subsuelo.

Casi 4 siglos de una herencia colonial más nuestra que de ellos, dieron también a América una ostentación de riqueza y poderío cuyo origen estaba en México y en Perú.  Pero Zacatecas fue la que aportó el mayor tributo. Hoy, nuestra ciudad es consecuencia de un boato de cientos de años, donde los grandes constructores del mundo erigieron nuestras iglesias y nuestros mercados.  La afluencia de la inteligencia mundial aportó una variedad de riquezas que no puede verse así armonizada en otras partes del mundo.  La cocina zacatecana, por ejemplo, es consecuencia de la amalgama de sabores y estilos nativos unos, y otros venidos desde muy lejos: de la Nao de China, cuentan algunos, de los mejores maestros culinarios de Europa, dicen otros. Nuestros artesanos con sus mágicas manos esculpieron la piedra rosa, lila o gris, que aún podemos disfrutar en esta bella ciudad, que se nos aparece en pequeñas esculturas, en magníficas columnatas, en templos enteros, en casonas que nos envuelven en cañadas y montes de manera casi interminable, como no hubiera podido elucubrar el mejor diseñador de sets cinematográficos.

Columna vertebral del Camino Real tierra adentro, el más extenso y antiguo de América, con casi 3 mil kilómetros desde la Ciudad de México hasta Santa Fe, en el Nuevo México, Zacatecas repartió a través de esta calzada, la religión, las villas, los caseríos y haciendas, los presidios, las iglesias y demás construcciones, para fundar todo el Norte de nuestra República.

El Estado es bello también por su orografía excepcional, donde tiene, por una parte, a la Sierra Madre Occidental que con sus generosas lluvias cubre una región de la entidad, y  cuenta con importantes formaciones rocosas, cañadas y caídas de agua, y por otro lado a la Sierra Madre Oriental que nos regala su semidesierto y su flora y fauna excepcionales, de belleza insospechada que hacen de nuestro Zacatecas un lugar sin igual.  La Sierra de Morones y la Sierra Fría complementan esta bella orografía.

Sus hombres y mujeres, herederos de esta cultura centenaria,  dieron esplendor a su vez, a México y al mundo: Julio Ruelas artista mágico que muere en París enterrado en Montmartre; Manuel Felgueres con su pintura excepcional: el fresnillense Francisco Goitia, con su “Tata Jesucristo” y su pintura de los conos con un azul que parece irreal, pero que es el fiel reflejo del cielo zacatecano: Pedro y Rafael Coronel, que extraen de la belleza colonial su sentimiento, se perfeccionan en Europa y siembran para el mundo una pintura de excepción:  el poeta mágico de siempre, Ramón López Velarde, con su Suave Patria y su participación decidida en el movimiento maderista: Roberto Cabral del Hoyo, poeta contemporáneo y amigo de siempre: Don Antonio Aguilar, creador y preservador del charro mexicano: don Genaro Codina y su Marcha de Zacatecas: Don Manuel María Ponce con su “Estrellita” y “Pajarera”; el jerezano Candelario Huízar:  Don Tomás Méndez Sosa y su “Cucurrucucú Paloma”… así, la bella Zacatecas tiene los hombres y mujeres que merece, a la altura de su grandeza, y una sólida  herencia prehispánica que es todo un relato de la historia Mesoamericana que rompe y resquebraja poco a poco, teorías fundadas porque investigaciones recientes, centran a  nuestra entidad en el vértice de las culturas forjadas antes de la llegada de los españoles al continente.  “La Quemada”, con su bello valle donde se aprecia la fundación de la primer Tenochtitlan, o  Alta vista, que termina con mitos y tradiciones de la historia mexicana, y ahora el Teul de González Ortega con sus exploraciones precolombinas que darán a América y al mundo nuevas concepciones del tránsito del hombre por todo nuestro Continente.

Vivimos en un lugar privilegiado que vale la pena amar y conocer más profundamente cada vez, para cuidarlo y para restaurar en Zacatecas, toda la gloria que nos ha sido heredada y que es patrimonio nuestro que compartimos con el mundo, con la responsabilidad de gobernarlo, de engrandecerlo y darle el lustre y el renombre que por derecho propio le corresponden.

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