Allí viene la migra

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Me había dedicado el Gato González la pelea que sostendría en Los Ángeles,  como parte de la eliminatoria al campeonato mundial.  Había derrotado a todos sus oponentes por la vía del nocaut  en casi todas sus peleas.  El anuncio apareció en El Esto, y de inmediato me comuniqué con quien fungía de facto como su manager: un buen amigo, el doctor Horacio Ramírez Mercado, cuyo abuelo había sido director del hospicio de Guadalupe. Le pregunté en esa ocasión, qué era lo que correspondía hacer en caso tan señalado.  Me informó que la costumbre era que el agraciado asistiera a la contienda en cuestión, para acompañarlo al evento.  Hizo él mismo los arreglos para estar en ring side a fin de ubicarse cerca de la esquina del boxeador.  Derrotó a un negrito con cara de malo, por la vía del nocaut.

Realicé entonces un viaje de cinco días.  Aproveché, como siempre lo hacía cuando iba a California, para visitar a mis primos hermanos, hijos de mi tío José.  También -como era de rigor- para  dar una vuelta por el hipódromo de Agua Caliente e ir a las playas de Rosarito a comer la baby lobster con frijoles y un arroz quebrado –como el que hacía mi abuela- sin faltar las tortillas, el chile y una botella de excelente vino rosado,  de la marca Santo Tomás.

Partimos desde Tijuana hacia Los Ángeles por la vía carretera.  Fuimos a ver a mi amigo “El Gato” el día previo a la pelea.  Estaba hospedado en una habitación sin luz, recostado, con la esperanza de que los tiempos transcurrieran rápido para subir al cuadrilátero.  Me acompañaba Carlos, mi primo, quien al verlo recostado en la cama preguntó imprudente, el por qué de su semblante pálido, casi grisáceo, como de enfermo.  El manager respondió que, previo a la pelea, había que dejar de comer, entrar al vapor y mantenerse a base de líquidos, a fin de pasar sin problemas la ceremonia del pesaje.

Después de la visita, otro de mis primos, Arturo, me solicitó ir a la pelea.  Nos faltaba un boleto y hubo que acudir al Forum de Los Ángeles a buscarlo. La cola  -fundamentalmente de mexicanos- era de casi un kilómetro de largo. La posibilidad de que pudiera acompañarnos se antojaba difícil, dada la demanda de boletos.  Sin embargo, Carlos dijo: ¡ahorita se arregla! Y empezó a gritar: ¡Allí viene la migra!  Por lo visto, casi todos eran indocumentados, porque la fila se dispersó de inmediato.  Compramos  el boleto con toda facilidad y asistimos a tan importante evento.

Siempre me gustó el box.  Mi padre me enseñó la disciplina.  Aprendí a amarla desde que asistía a la plaza de toros San Pedro, cuando el “baby” Luna era la estrella, o el “Zurdo” García hacía de las suyas.  Recuerdo al “Hampa”, amigo de mi padre, dueño de la marisquería que está en El Laberinto, como uno de los protagonistas de esas tardes inolvidables.

Me viene a la memoria el triunfalismo expresado en sus días con los brazos abiertos –como el Cristo de la Montaña- por el presidente Vicente Fox, quien estimaba que el acuerdo migratorio que estaba negociando era favorable a nuestro país, debe ser observado cuidadosamente, ahora a la distancia y con franco ánimo de reflexión.  Se estima que, tan solo considerando a los zacatecanos  existen más paisanos viviendo en los Estados Unidos, que en el mismo estado de Zacatecas.  En Los Ángeles, por ejemplo, habitan 400 mil de ellos.  Todas son cifras que se presuponen, dado que los registros no son confiables por obvias razones: por algo son indocumentados.

Se estima que el número de mexicanos que ya no son invisibles en la Unión Americana, ha llegado a 25 millones –de ellos diez millones nacieron en México y la mitad de estos son indocumentados-  y que su potencial de compra es de casi 400 mil millones de dólares: casi cuatro veces la histórica deuda externa mexicana.  Se calcula que las remesas de migrantes ascienden anualmente a 20 mil millones de dólares.  Son cifras que ni el más sesudo de los economistas puede comprobar con certidumbre.  Se trata de datos que emite, entre otras, la Oficina del Censo de los Estados Unidos, que se ponderan con los cálculos de diversos centros de investigación en el vecino país.  La población indocumentada se concentra principalmente en California, Texas, Illinois, Arizona y Colorado.

En California se habla de 8 millones 500 mil migrantes.  De ellos se calcula que nacieron en México 3 millones 900 mil.  En Texas se estima en 5 millones el número de migrantes, de los que nacieron en México 1.9 millones de personas.  En Illinois, por su parte, la cifra alcanza un millón 200 mil personas, de las que la mitad nacieron en nuestro país.    Hay lugares como Washington, que tienen ya 350 mil migrantes.  El crecimiento en todos los frentes geográficos, se ha dado de manera exponencial.  De los 2.5 millones de mexicanos que migraron a Estados Unidos a partir del año 2000, es Zacatecas la cuarta fuerza expulsora, después de Guanajuato, Jalisco y Michoacán.

En tiempos de Fox y de su interés por ser el autor de la “whole enchilada”,  la Cámara de Senadores de los Estados Unidos firmó una ley que abría  la posibilidad de legalizar a 8.5 millones de inmigrantes indocumentados, beneficiando fundamentalmente a quienes llevaran viviendo más de cinco años en los Estados Unidos. Exigía que los aplicantes no tuvieran antecedentes penales, contaran con residencia en aquel país de por lo menos cinco años, hubieran trabajado cuando menos tres de los cinco años, estuvieran al corriente en el pago de todos sus impuestos federales y del estado en que vivan, estuvieran inscritos para el servicio militar selectivo y dempostraran su conocimiento del idioma inglés.

Debían además,  pagar una multa de dos mil quinientos dólares, y los honorarios para el trámite de la solicitud.  Quienes hubieran cometido un crimen mayor, o tres menores, no podrían ser legalizados.  Paralelamente, se crearía un programa de hasta 200 mil trabajadores temporales, siempre y cuando se inscribieran desde sus países de origen.

A cambio de la nueva legislación, el Ejecutivo norteamericano se ha comprometió a la construcción de  un muro de 600 kilómetros, además de barreras para evitar el paso de vehículos. También definió el incremento  en 4 mil, del número de agentes de la Patrulla Fronteriza y el aumento en 2 mil de los  inspectores de la frontera.  Se sumaría a las tareas de vigilancia de la frontera, la Guardia Nacional de los Estados Unidos, hasta con diez mil efectivos.

El teatro se cayó con todo y tinglado cuando se sucedieron los ataques terroristas de septiembre de 2011.Las negociaciones Bush – Fox terminaron ese día.

¿Qué pasaría si a Zacatecas nos regresaran de pronto 25 mil, 100 mil o tan solo 10 mil zacatecanos? Habría que ubicarlos laboralmente.  ¿se podría hacerlo acaso?  Pasaron probablemente, los tiempos de negociar un acuerdo de migración temporal con un nuevo presidente de los Estados Unidos que sólo piensa en repatriar. El gobierno mexicano debe estar pensando ahora mismo en armar un equipo de cabildeo que opere a fin de convencer a los legisladores norteamericanos –tal vez utilizando a los  cónsules y a los gobiernos estatales y municipales en México- de la necesidad de proteger mediante acuerdos regulados, a nuestros héroes anónimos; los mexicanos que viven ya en los Estados Unidos como héroes anónimos.

La migración no es más la solución para los problemas de bajo crecimiento económico en nuestro país.  Llegó la hora de facilitar hasta el ridículo la creación de nuevos empleos en México, a fin de liberar la olla de presión que representa una frontera cerrada a la emigración.  Hoy debiera estar dando Enrique Peña Nieto, todo tipo de permisos a las empresas mexicanas para que en México inicie un círculo virtuoso que promueva las inversiones y motive a los nuestros a quedarse en nuestro país.  Muchos años de burocracia y corrupción han matado a la gallina de los huevos de oro que es nuestra patria: con mano de obra barata, con un campo que necesita atención, con tanta infraestructura por construir, con 10 mil kilómetros de litorales que pueden explotarse, con tantas necesidades de servicios baratos y que abarquen toda la red nacional de ciudades intermedias.

México necesita a sus trabajadores. Es un error expulsarlos del país, por incapacidad de los gobiernos de crear las condiciones para que sea este el lugar donde quieran vivir y desarrollarse. Que la llegada de Donald Trump al poder en la Unión Americana, sea nuestro mejor acicate para ser más fuertes y para volver a aquella añejas etapas del Desarrollo Estabilizador que creo la marca “Hecho en México” y puso nuestro nombre en el mundo.

Twitter: @jaimenriquez

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