Un nuevo laicismo en México: La moneda está en el aire

GERARDO LUNA TUMOINE

La historia religiosa de México es más compleja y variada de lo que la mayoría de la gente cree, y se está gestando un nuevo cambio.

Visto desde afuera, a menudo se asume que México es uniformemente cristiano y católico en su historia y cultura actual. Pero la historia de México incluye un fuerte tira y afloja entre las fuerzas religiosas y seculares, uno que hoy está entrando en un nuevo capítulo. El campo religioso mexicano transita actualmente del catolicismo monopolista a la diversidad cristiana. Esta nueva condición requiere políticas que promuevan una cultura pluralista y nuevos modelos de colaboración entre las iglesias y el estado. Al mismo tiempo, México vive en el umbral histórico entre un laicismo radical basado en el principio de separación Iglesia-Estado y un nuevo laicismo más matizado. No está claro si este cambio hacia un México más laico se dará bajo un modelo cooperativo, si sucumbirá a las presiones por la libertad religiosa, o si estamos asistiendo a la reanudación de un viejo conflicto anticlerical.

Antecedentes históricos: del anticlericalismo al separatismo Iglesia-Estado

Es importante reconocer que existen diferentes patrones de secularismo. El laicismo en México se refiere a un régimen social que regula la relación entre las iglesias y el estado. Este régimen de separación ha sido implementado para contrarrestar la abrumadora influencia histórica de la Iglesia Católica en casi todas las esferas públicas. A principios del siglo XIX, México se independizó de la corona española. En 1854, se reformó la Constitución para quitarle poder a la Iglesia Católica, incluyendo nuevas leyes para gobernar bajo un principio restrictivo de separación de iglesia y estado. A principios del siglo XX, la aplicación de las leyes provocó medidas anticlericales que desataron la Guerra Cristera entre el Ejército y los católicos (1926-1929). El acuerdo de paz no fue para modificar la Constitución, sino para acabar con las leyes anticlericales a cambio de que la Iglesia Católica dejara de intervenir en la política. Durante el siglo XX se frenó la persecución religiosa y se mantuvo el laicismo en la educación oficial, el sistema de salud pública, la política formal y electoral y los medios de comunicación (Blancarte, 1992).

Durante más de 70 años, el laicismo de México interrumpió las relaciones diplomáticas con el Vaticano y desconoció legalmente la existencia de asociaciones religiosas. Aunque el gobierno siguió permitiendo las ceremonias religiosas públicas (en un país con una profunda tradición jacobea y festiva), había normas que prohibían los derechos de ciudadanía a algunas personas religiosas. Los pastores o sacerdotes no podían votar en las elecciones y estaba prohibido que el clero religioso usara hábitos en la vía pública.  a lo mejor de OnlySky en su bandeja de entrada cadaana.

A partir de la década de 1990, algunas de estas restricciones fueron modificadas. En 1991 se restablecieron las relaciones diplomáticas con el Estado Vaticano, y en 1992 se reconoció la personería jurídica de las asociaciones religiosas (se fundó la Dirección General de Asociaciones Religiosas de México), y se reconocieron legalmente los siguientes derechos civiles: la manifestación de la religión en espacios públicos (por ejemplo, misas, fiestas y peregrinaciones) y el reconocimiento del derecho de los sacerdotes y párrocos a votar en las contiendas electorales. Se mantuvo el laicismo en las escuelas laicas, se restringió la propiedad de los medios de comunicación a las asociaciones religiosas y no se permitió a los pastores de culto ocupar cargos políticos o de elección popular. La Dirección de Asuntos Religiosos autorizó a las asociaciones religiosas a poseer bienes, Esta coyuntura marcó una nueva etapa de modernización y apertura hacia el pluralismo religioso en el que las asociaciones religiosas minoritarias se organizaron para ganar el mismo reconocimiento para todas las religiones.

Diversidad religiosa y discriminación

El catolicismo ocupó una posición de monopolio en México hasta 1970. A partir de esa década, el catolicismo decayó lenta y paulatinamente. México, junto con Paraguay, es el país con mayor porcentaje de católicos en América Latina y no ha experimentado el avance de los evangélicos visto en otros países de la región (Pew Research Center 2014). Eso no implica que la Iglesia Católica sea ajena al cambio. En el último censo nacional (INEGI 2020), los católicos descendieron al 77,7% de la población, manteniendo un estatus de religión mayoritaria y dominante, pero ya no la única. Al mismo tiempo, los evangélicos aumentaron al 11,2%. Este grupo está fragmentado internamente: según los registros del Departamento de Asuntos Religiosos del Ministerio del Interior, hay más de 3.000 asociaciones religiosas . También han crecido los no afiliados a ninguna religión (10,6%), aunque la mayoría son creyentes sin iglesia. Finalmente, existen religiones minoritarias que juntas no representan ni el 1% de la población (INEGI 2020).

México está experimentando un movimiento lento pero constante hacia una sociedad religiosamente diversa. Esto exige cambios en su tradición secular. Primero, las leyes deben incluir a todas las religiones, evitando el trato privilegiado. En segundo lugar, el Estado debe promover una cultura de pluralismo y respeto por las diferencias (Beckford 2003), lo cual es urgente considerando que en México, la privación de derechos de las minorías religiosas es la segunda causa de discriminación (ENADIS 2017). En tercer lugar, debe respetar tanto las libertades religiosas como las seculares. Esta situación representa un área de tensión entre los movimientos cada vez más activos que exigen libertades sexuales (feministas y LGBT+) y las cruzadas ideológicas profamilia, provida y antigénero que han formado alianzas sin precedentes entre evangélicos y católicos conservadores.

El laicismo subjetivo de México

El laicismo no sólo se logra a través de leyes e instituciones, sino sobre todo con la racionalización de la moral (Willaime 1996). La pérdida de plausibilidad de lo religioso fue denominada por Peter Berger (1967) como secularismo subjetivo. Analizaré como indicadores de laicismo subjetivo los datos de la encuesta Encreer (2016) sobre opinión religiosa y espacio público (ver Hernández, Gutiérrez Zúñiga y De la Torre 2016).

La mayoría de los mexicanos (90.4%) reconoce valores pluralistas al estar de acuerdo en que los miembros de cualquier culto religioso deben tener los mismos derechos de ciudadanía que otorga el estado. Este es un derecho humano fundamental presente en el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La mayoría se orienta por un laicismo subjetivo, ya que se opone a los proyectos de confesionalización del espacio público y aprueba un estado laico que contemple leyes que regulen la injerencia y acción directa de la religión en el campo político. En el ranking de aceptación de principios laicos: el 88% desaprueba que los candidatos a cargos públicos utilicen símbolos religiosos para ganar votos; el 79,5% acepta la introducción de enseñanzas sobre sexualidad en las escuelas públicas; el 75,3% rechaza el rechazo a que las religiones participen abiertamente en la política electoral; 70. el 7% está de acuerdo con la inclusión de contenidos de género en los libros escolares; el 71,7% admite el derecho de las parejas homosexuales a adoptar hijos; el 67,9% se opone a que las iglesias sean propietarias de medios de comunicación; 65,2% que dice estar de acuerdo con la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo; el 62% simpatiza con que el aborto no esté penado por la ley; y más de la mitad (56.4%) de los mexicanos aprueba las leyes que exigen que las iglesias presenten informes fiscales a la Secretaría de Hacienda.

Los datos revelan un alto grado de laicismo subjetivo. Los mexicanos han incorporado la conveniencia del principio de separación Iglesia-Estado, del valor ciudadano de la diversidad religiosa y mantienen una visión de moralidad laica que contrasta con la que asumen los movimientos cristianos conservadores respecto a las libertades sexuales y la ideología de género que se enseña en las escuelas. Un único punto en contra de la laicidad estatal es el hecho de que casi dos tercios (60,6%) están de acuerdo con que los contenidos o valores religiosos que se enseñan en las escuelas públicas contravengan la laicidad escolar. Este es un tema delicado porque el espacio escolar es crucial para la aceptación de la diversidad religiosa de los niños, y aunque es una escuela laica, la celebración de tradiciones (como el altar de muertos o la navidad) tienen raíces religiosas y pueden excluir otras minorías (Gutiérrez Zúñiga 2020). Al mismo tiempo, es un campo en tensión por parte de los conservadores que reclaman constantemente el derecho de los padres a educar a sus hijos y no del Estado. Esto se vuelve tenso cuando se incluyen contenidos de educación sexual en las escuelas primarias.

En la mayoría de los casos, las opiniones de la encuesta contradicen las posiciones de los movimientos cristianos anti-género y pro-vida. También rechaza la injerencia de las religiones en la política, como la fundación de un partido político evangélico, el Partido Encuentro Social (PES) creado para defender los valores familiares, que se alió con el partido MORENA que llevó a la presidencia a Andrés Manuel López Obrador.

Las afiliaciones religiosas establecen algunas diferencias significativas en sus posiciones sobre el laicismo, así como en aquellos temas en los que existe un consenso compartido. En términos generales, los católicos son más liberales en temas sexuales (en un 20%) que los cristianos evangélicos y paraprotestantes, quienes tienden a ser intransigentes en temas relacionados con la sexualidad. Los no religiosos (no afiliados) en su mayoría rechazan la incidencia de la religión en espacios públicos como la política electoral y las escuelas públicas. Los evangélicos son más complacientes en este tema que el resto.

La demanda actual de libertad religiosa

Desde la década de 1990 ha habido presiones de grupos cristianos neoconservadores (principalmente católicos con nuevas alianzas con evangélicos) para incluir contenido religioso en las escuelas, libertad de conciencia en el cuidado de la salud, autorizar a las asociaciones religiosas a ser dueñas de los medios y permitir que los pastores se presenten como candidatos políticos. En el fondo, estas acciones se han intensificado y han generado alianzas del ala conservadora cristiana para combatir los avances de los movimientos feministas que exigen la despenalización del aborto y LGBTI+ que lograron legislar el matrimonio y el derecho a la adopción entre parejas del mismo sexo.

Las acciones antilaicistas están abanderadas por la reivindicación de la libertad religiosa que recurre a un uso instrumental de los derechos humanos, lo que Juan Vaggione (2005) ha llamado “laicismo estratégico”, que retoma los argumentos de los tratados internacionales de derechos humanos correspondientes al tema de libertad religiosa y ubica los rezagos de cada país para el cumplimiento de dichos tratados.

Desde 2006, ha habido varios proyectos encaminados a reformar el artículo 24 de la Constitución, que establece la “libertad de creencias” (Barranco 2006) y busca sustituirlo por el término “libertad religiosa”. Esta iniciativa defiende que la libertad religiosa no debe tener más límites que los derechos de terceros y el bien común. De aprobarse la ley, se pondría al Estado al servicio de las asociaciones religiosas y se debilitaría por completo el principio de separación de Iglesia y Estado. Se permitiría la objeción de conciencia para no obedecer las leyes. Se introduciría como libertades el activismo político de las iglesias, se permitiría la posesión de medios de comunicación masiva, se establecerían clases de religión en las escuelas públicas (que serían financiadas con el presupuesto del Estado), las iglesias podrían colaborar en programas sociales mezclando el proselitismo con las actividades sociales del estado, a fin de reforzar el corporativismo político religioso. Las asociaciones religiosas establecerían capellanías en los hospitales y el Ejército. Y para poner la guinda al pastel, el Estado tendría el deber de financiar las asociaciones religiosas.

El desafío de un laicismo moderno

El actual presidente Andrés Manuel López Obrador ha contravenido la tradición jacobina con una política bíblica constante en sus declaraciones públicas diarias (los discursos matutinos). El mandatario, siguiendo el ejemplo de otros presidentes latinoamericanos, trató de conseguir el apoyo clientelar de sectores evangélicos, pero su fuerza en México es muy débil. Aunque intentó una política de colaboración con los evangélicos, su relación con sectores católicos fue nula. En junio de 2022, ante la inseguridad provocada por una fallida política para contener la violencia del crimen organizado y ante el injusto asesinato de dos sacerdotes, la Conferencia Episcopal Mexicana lanzó una campaña nacional por la pacificación en México que fomenta la oración, el registro de personas desaparecidas , y exigiendo un cambio en la política nacional.

A finales de la década de 1990, México promovió un laicismo separatista que restringió la libertad de asociación religiosa. En la actualidad vivimos un umbral de cambio hacia una nueva laicidad que, según Baubérot (2007), debe mantener el equilibrio de un triángulo equilátero que integre (1) la separación de esferas, (2) la implantación de una cultura pluralista de el respeto y la igualdad de las minorías religiosas, y (3) las libertades individuales de conciencia, que incluyen tanto las libertades religiosas como las de las personas con demandas que contravienen la moral cristiana. La actual situación de tensión con la Iglesia Católica podría ser una reversión del pasado anticlerical o un impulso a la colaboración entre Estado e Iglesia. La moneda está en el aire.

Agradezco a mi homologa y amiga Dra. Renné de la Torre el haberme enviado datos de la historia de la religion en mexico.

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Bibliografía

  • Barranco, B. 2016. Las batallas del estado laico. La reforma a la libertad religiosa , Ciudad de México: Grijalbo.
  • Baubérot, J. 2007. Les Laïcités dans le monde . París: PUF.
  • Beckford, JA 2003. Teoría Social y Religión , Cambridge: Cambridge University Press.
  • Berger. P. (1967) The Sacred Canopy: Elements of a Sociological Theory of Religion, Nueva York: Garden City.
  • Blancarte, R. 1992. Historia de la Iglesia católica en México , Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica/Colegio Mexiquense.
  • De la Torre, R. 2014. Los símbolos y la disputa por la definición de los límites entre fe y política en México”, Los símbolos religiosos y los procesos de construcción política de identidades en Latinoamérica (pp. 17-39). Editado por Amegeiras (coord.), Buenos Aires: CLACSO.
  • ENADIS. 2018. Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2017 .
  • Gutiérrez Zúñiga, C. 2020. “Modelos de convivencia en transición: la escuela pública. En Religiones y espacios públicos en América Latina (pp. 135-160). Editado por De la Torre, R. y P. Semán, Buenos Aires: CLACSO/CALAS.
  • Hernández, A., C. Gutiérrez Zúñiga y R. De la Torre. 2016. Encuesta Nacional sobre Creencias y Prácticas Religiosas en México , RIFREM 2016, Ciudad de México: El Colegio de la Frontera Norte/ CIESAS/El Colegio de Jalisco.
  • INEGI, Censo de Población y Vivienda . 2020 .
  • Vaggione, J. 2005. “Los roles políticos de la religión. Género y sexualidad más allá del secularismo”. En En nombre de la vida. Buenos Aires: Católicas por el Derecho a Decidir. Editado por Vasallo, M. Córdoba: Católicas por el Derecho a Decidir.
  • Willaime, JP 1996. “Laicité et religión en France” (pp. 153-174). Editado por Davie, G, y Hervieu-Léger, D. Identités Religious en Europe , París: La Découverte.