El peor de los mundos

RAYMUNDO MORENO ROMERO

Desde el inicio de la pandemia del COVID-19 se veía venir un escenario por demás complejo para México, no obstante, ni los pronósticos más pesimistas de enero y febrero pasados, desestimados en aquel momento por “alarmistas”, podían prever el tamaño de la tragedia humanitaria y de la recesión económica que hoy estamos viviendo.

En materia de salud pública, con más de 35 mil fallecimientos verificados y más de 374 mil casos de contagio, entre confirmados y sospechosos, el nuestro ya es el cuarto país con el mayor número de defunciones como consecuencia del mortal virus, únicamente superados por Estados Unidos, Brasil y el Reino Unido. Para ponerlo en contexto, México es el décimo país más poblado del mundo.

Las coincidencias en cuanto a políticas públicas y liderazgos entre los cuatro países punteros son evidentes. Los cuatro tienen Jefes de Gobierno que sistemáticamente minimizaron la emergencia, los cuatro han optado por abrir la economía aún cuando la curva de contagios es ascendente, y los cuatro han ignorado las exigencias de las cámaras empresariales y las organizaciones de la sociedad civil a fin de implementar programas suficientemente amplios de apoyo directo al empleo.

En el caso de México, el modelo centinela fracasó y la evidencia de falta de pruebas ha dificultado contar con un diagnóstico claro del problema, al grado de que la semana pasada el propio encargado de la crisis, el carismático y sobre expuesto Hugo López Gatell, reconoció la imposibilidad de actualizar el semáforo nacional que regula, al menos en la teoría, el grado de restricciones a la movilidad que cada entidad federativa requiere.

En materia económica los datos oficiales son devastadores: en abril la actividad económica se contrajo -17.3%; la inversión fija bruta -28.9%; y el consumo privado -22.3%. El desempleo está en su peor momento en décadas: empleos formales perdidos -3.72 millones; empleos informales perdidos -8.46 millones; empleos totales perdidos en lo que va de 2020 -12.18 millones; y quizá lo más dramático, número de personas que necesitan empleo: 34.32 millones de mexicanas y mexicanos. Todos son datos del Banco de México. Si bien ya veníamos de una recesión económica desde finales de 2019 y principios de 2020, la situación para el segundo trimestre de este año se recrudeció de forma muy preocupante.

Más allá de la retorica de quienes aseguran que la pandemia está cediendo, se imponen los datos que da a conocer el propio Estado Mexicano: el 71% de quienes han muerto por coronavirus tenían educación primaria o menos, es decir, eran trabajadores de la construcción, choferes, comerciantes y en general personas que no contrajeron la enfermedad por acudir a una reunión social o de compras a alguna tienda departamental, sino porque, ante la ausencia de un seguro de desempleo o renta básica universal, tuvieron que salir a trabajar.

Es indispensable recordar que, en un país centralista de facto como el nuestro, la obligación de formular políticas públicas, comunicarlas, financiarlas y coordinar la lucha contra la pandemia, es del Gobierno de México. Lejos de eludir su responsabilidad, es tiempo de que López Gatell, su equipo y sus jefes, asuman con seriedad el contexto de la catástrofe y de una vez por todas den un giro de timón. La historia juzgará.