Corredor turístico del Cañón de Juchipila

jaime enriquez felixJAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Se conoce como Corredor Turístico a la vía de interconexión o ruta de viaje que une en forma natural dos o más centros turísticos dotados de infraestructura y otras facilidades que permiten su uso y desarrollo.

En nuestro caso, la zona vale la pena. Realmente nos gustaría mostrarla a los mexicanos: transformarla en un recorrido que todos deberían hacer cuando menos una vez en la vida, para sentir que REALMENTE conocen lo bello que es México.  Se habla particularmente hoy, de tres zonas con tanta pasión y vocación turística como la que pretendemos traer a nuestro lugar: una de ellas son la afamadas Barrancas del Cobre, que han conseguido atraer un sin número de visitantes cada año que las recorren incansablemente en El Chepe, uno de los escasos ferrocarriles turísticos del país: de Chihuahua a Los Mochis y viceversa, la gente paga por lo menos $20 mil pesos por persona, para ser trasladados desde la ciudad de México y recorrer durante 5 días esas barrancas nobles y descomunales.

Lo mismo dicen del camino que va desde Tuxtla Gutiérrez hasta Villahermosa, pasando por San Cristóbal las Casas, las lagunas de Montebello, las cascadas de Agua Azul, el cañón del Sumidero y la reserva arqueológica y natural de Palenque.  Las familias dedican por lo menos 5 días para dejarse picar por los mosquitos y sentirse llenos de pies a cabeza con la sobrecogedora belleza del lugar.

El más nuevo de los Corredores Turísticos es el que se conoce como la Riviera Maya: de Cancún a Tulum, y de regreso, pues no hay más que un solo aeropuerto de entrada y salida, a menos que alguno escoja cruzar en ferry por Playa del Carmen hasta Cozumel y de allí tomar un vuelo de regreso a la Ciudad de México.

Así de bonita es la zona del Cañón de Juchipila: capaz de arrancar suspiros y de llenar el alma con la vegetación y las grandes rocas que parecen sembradas por extraterrestres y la imponente zona de El Chique, la presa más grande de Zacatecas.  Desde la ciudad de Zacatecas, siguiendo hasta Guadalajara – ¿por qué no?- podría crearse un corredor turístico que recorrieran propios y extraños para conocer nuestras riquezas, dejar aquí su dinero en diversiones, hoteles grandes o pequeños, callejoneadas y fiestas para recrear el alma y hacer de esta una región única e imperdible. Un “must see”, como dicen las guías turísticas Michelín, de todos aquellos lugares que el viajero del mundo no puede evitar, so pena de perder con ello un sitio único e irrepetible en el planeta, por su mezcla de cultura, por su belleza arquitectónica y natural.  Así podríamos transformar nuestra región. De ese calibre son nuestras riquezas culturales y ecológicas. De ese tamaño es el hambre de sus habitantes, la miseria que les rodea entre tantas ganas de hacer las cosas bien y en grande.

Una ruta natural es Zacatecas, capital, con su belleza centenaria, su arrogancia arquitectónica y su tradición cultural como la segunda ciudad de América. Durante los tres siglos en que este Estado exportó al mundo materia escasa y valiosa como el oro y la plata, consiguió posicionarse como un centro geográfico de la intelectualidad.  Una capital que hoy deslumbra al mundo entero.

Se puede continuar por el camino hacia Villanueva, tocar las ruinas de La Quemada, donde se instalara por muchos lustros la peregrinación de las siete tribus nahuatlacas, para fundar el antecedente de lo que luego sería Tenochtitlan.  Se trata de un valle similar al Valle de México, con espacios monumentales que pudieron haber recibido a la capital de la República Mexicana, si la historia se hubiera escrito de manera distinta.

Se puede abordar la zona de Villanueva visitando ganaderías, observando algunas tientas e identificar a la entidad como una zona de toros bravos con una tradición de muchos años, que ha dado carteles muy significativos en la Plaza México.  Tayahua sería otra escala con su hacienda y la tumba del charro cantor, Antonio Aguilar en el Zoyate.

Se avanzaría a la presa más grande del estado, El Chique, que sepultara una población entera en una hermosa cañada y que tiene una temperatura promedio de 22 grados centígrados, donde se asentara el inicio de un desarrollo denominado “el Paraíso Escondido”  que cuenta ya con un temascal que fortalece nuestra tradición prehispánica de curanderos, con siete bellas cabañas con vista a un “mar interior” tan bello como si se tratara de un litoral.  Existen allí dos suites, albercas, lago artificial, kayaks, islas flotantes, un jardín de plantas exóticas, un restaurante rodeado de un “foso – bar”, y la belleza inusitada de la región, con su fauna silvestre intacta, con la troje de una hacienda generosa de tiempos de la Colonia, y un desfogue de agua que genera un microclima que permite el recorrido a través del río, hasta abordar una zona de árboles añejos, nogales hermosos de alturas impensables.

Tabasco, municipio, es de visita obligada también.  La tierra de los hermanos Magdaleno, revolucionarios de 1929 que  lograron la autonomía universitaria. Mauricio, uno de ellos, fue guionista de las películas del Indio Fernández, recreador de un lenguaje mágico de la zona de Nueva Galicia en los tiempos coloniales.

Huanusco, comunidad pequeña y bella; Juchipila, con el encanto de sus flores, sus dulces y mezcales. Jalpa, con la belleza de sus mujeres y de sus tierras sin igual, serían el camino hasta llegar a Moyahua, donde una plaza enorme de gran belleza, se encuentra extrañamente cerrada, como si toda la hermosura del lugar la custodiara.  Guadalajara estaría a un poco más de una hora, para terminar este mágico encuentro, desde luego tocando la población de El Plateado y teniendo la posibilidad de arribar a la Sierra Morones, con una belleza parecida a las Barrancas del Cobre.

Existe una gran oportunidad de desarrollo turístico en la región. El gobierno puede aprovecharla para convertirla en “la obra magna del sexenio” y punta de lanza para una gran riqueza que podría crecer exponencialmente, con un poco de idea mercadológica, de coordinación de esfuerzos empresariales y de capacitación para los pobladores de la zona, que recibirían esta posibilidad como agua bendita y sabrían capitalizarla seguramente. La mesa está puesta, hay que gritar que la fiesta está lista para empezar.

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