La quema de Judas

JAIME ENRÍQUEZ FÉLIX

Los materiales usados para confeccionar los muñecos son tantos y tan variados como la creativa imaginación popular lo permita: tela, escayola, paja, madera, cántaros de barro, pintura de colores y troncos de árbol, pino por lo general. Los familiares y vecinos del pueblo ayudan a los jóvenes al alzamiento del “judas” que será quemado entre el regocijo popular.  El propio Diego Rivera retomó la tradición para hacerla muy suya, a su manera: los Judas transformados en alebrijes y demonios tan espantosos y contrahechos como efímeros. En muchos lugares la quema de los Judas pasa por su anterior apedreamiento, para alegría de la muchedumbre reunida en torno a las figuras: parte de un rito tribal, ancestral, que se aplicaba sobre personas o animales, como símbolo de alejamiento de los malos espíritus, en definitiva, como rito exorcista para expulsar el mal de la comunidad.

En el Concilio de Nicea, celebrado en el año 325, recordando el calendario lunar, la iglesia decidió conmemorar la Pascua de Resurrección el domingo siguiente al primer plenilunio después del equinoccio de primavera. Pronto recogió y bautizó, dando un significado cristiano, muchos de los ritos y tradiciones que la antigüedad pagana había creado en la celebración del año lunar. Este fue probablemente el origen de la fiesta del Judas, discípulo traidor y símbolo del mal para los cristianos y personificación de todos los pecados cometidos por el pueblo durante el año. Con la quema de Judas desaparecían las rencillas, estafas, robos, envidias… Y se resucitaba a una nueva vida. Resulta impactante ver aparecer a Judas como figura central de un evento solemne: un pelele que ante el regocijo general acababa en la hoguera.

A principios del siglo XIX la tradición adquirió una vena política: los primeros “quemados” fueron los invasores franceses a nuestro país. Se les agregaron carteles satíricos que hacían referencia a la situación política y social. La festividad se acompañaba de bailes, degustación de platos típicos, guiñoles, exposiciones y charlas. Todo un acontecimiento que fue extendiéndose por el país para convertirse en uno de los momentos centrales de la Semana Mayor, también en Zacatecas.

El estado de Zacatecas ha tenido muchos Judas, si se considera que estos personajes son el prototipo de aquel que vendiera a Cristo por unos denarios aquella noche fatal. Hagamos un recuento de nuestros sucesos: cuando el Monrealismo asciende al poder, luego de traicionar a su instituto político, el PRI, son incontables quienes, militando en su partido original, se hacen de facto “monrealistas” y sobre todo, “izquierdistas”, que es una ideología que no se adquiere echando un volado o tomando la decisión de apoyar a un candidato.  Implica la traición a las propias convicciones por una chamba y, sobre todo, por una ambición.

Con el correr de los años, los “Monrealistas” giraron para convertirse en “Amalistas”, mujer que proviene de la lucha clandestina de los grupos comunistas, si bien su padre fue gobernador del estado, sus concepciones ideológicas eran distantes.  Son muchos de los reconvertidos, que vuelven a hacerlo y, los que no lo habían hecho, encuentran una oportunidad de oro para incrustarse en el nuevo gobierno. Los nombres sobran pues se cuentan a puñados: Raymundo Cárdenas, Pedro de León Mojarro, Tomás Torres, Miguel Alonso, encabezan las listas de quienes pisotearon sus principios en dosis, para llegar a los más altos niveles de gobierno.

En la nueva campaña electoral están de moda los Judas: ya tienen rostro y nombre, el del candidato que en cada comunidad el pueblo deteste con más profundidad.  Si son Judas, habrá que ponerle a cada quien su máscara, si no lo fueron, merecerán aparte su propio nombre. Al final del sexenio, y al inicio de la reciente contienda a presidente de la República, como en el huerto de Getsemaní, reaparecen y se multiplican los Judas con piel de oveja, tratando de ganar votos a como dé lugar.

Habrá que irse acercando a los artesanos que ponen rostro a los Judas: no dudamos de que entre ellos esté la rubia figura de Donald Trump, pero estarán sin duda muchos otros personajes de la política en México, a quienes no les importa ser quemados vivos, mientras puedan vivir del presupuesto, por los siglos de los siglos.

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