La Casa de los Perros: De invitados, moches y Padres Nuestros
CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
Invitado
Efectivamente, Arturo Ortiz Méndez, actual dirigente estatal del PRD, sólo acude a los eventos a los que ha sido invitado, por ello el sábado estuvo presente en el comelitón que Pedro de León Mojarro organizó. Se trató, supuestamente, de un evento familiar, con motivo de los 32 años de matrimonio con la hermana del todavía inquilino de La Casa de los Perros, Margarita Alonso, pero ahí, aprovechando el viaje, el ex priista no olvidó recordar, otra vez, que «le robaron la gubernatura». Y ahí aplaudió y hasta lo tuiteó, el líder perredista en Zacatecas.
Ya luego, ayer domingo, debido a que el presidente nacional del sol azteca, Agustín Basave Benítez, estaría en Zacatecas, guardó su orgullo y se sentó a un lado del candidato de Unidos por Zacatecas, Rafael Flores Mendoza, y hasta la mano le levantó.
De hecho, en la conferencia de prensa poco faltó para que su presencia borrara del mapa a Flores Mendoza, pues la andanada de preguntas fueron dirigidas a él, para que explicara su ausencia en los actos de proselitismo del candidato a gobernador. Pero él ya llevaba su guión: Se dedica a los preparativos para la elección, lo demás es rumorología.
“A mí no me toca andar atrás de una caravana para ver si me ven o no me ven, me toca ser dirigente del partido». ¿Alguna duda?
Recordó que el PRD requiere de un ejército de siete mil personas para cuidar las casillas, y si anda esperando a ver lo que tiene que hacer Rafael Flores y su equipo, pues nunca lo podrá conformar. Más claro ni el agua.
Al final, Ortiz Méndez no se iba a ir de la reunión con los periodistas sin antes lanzar estocada, por ello airadamente reclamó a Flores Mendoza que lo había invitado a una reunión de estructura y no llegó. “El licenciado Rafael Flores me habla a las 2 de la tarde para decirme que se le atravesó un asunto; Rafa está haciendo lo de él, todos los candidatos están haciendo lo de ellos”. Fin de la historia.
Moches y agachones
Sin lugar a dudas, el candidato a la gubernatura por la coalición Zacatecas Primero, Alejandro Tello Cristerna, tras el reconocimiento que hizo ante miembros de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC), de los llevados y traídos moches, y en honor a la campaña en contra de la corrupción que desde antes de iniciar oficialmente sus actividades proselitistas enarboló, deberá ahora hablar claro y señalar, con nombres y apellidos, a quienes hicieron de esta acción, su actividad favorita en detrimento de los zacatecanos.
Si reconoce los moches es porque sabe de su existencia, entonces conoce pues a quien los da y a quien los recibe. Tanto peca el que mata la vaca…
En campaña, ya lo dijo su contrincante, el perredista Rafael Flores Mendoza, a los candidatos les da por prometer muchas cosas, y quizás en esa dinámica, y ante los que supuestamente han sido los más afectados con los moches, pero que siempre han guardado un silencio cómplice, se le hizo fácil señalar este acto de corrupción y asegurar que le pondrá fin. Prometer, lo sabemos, no empobrece.
Los constructores, en los cafés y restaurantes, señalan a medio mundo de «extorsionarlos» con hasta el 20% del valor del contrato pagado por adelantado y en efectivo, pero a la hora en que se les pide denunciar públicamente y ante la autoridad competente se agachan. Efectivamente, son copartícipes de la corrupción y, por lo tanto, carecen de calidad moral.
Aún así, Tello Cristerna les presentó a los sufridos constructores un «decálogo» en el que les prometió apertura y transparencia en los procesos de asignación de obras, pago oportuno, fin de los moches, simplificación administrativa, además de apoyo y fortalecimiento a su actividad.
Pero, el priista dijo que no hablaría del pasado, y que además no tenía por qué cargar con «estigmas de partidos o de gobierno”, lo que quiere decir que, lo hecho, hecho está. Total, no hay ni una sola denuncia en firme, todas son elucubraciones y señalamientos de una oposición que, como los constructores, se agacha.
Tello Cristerna remarcó, otra vez, que no viene a hacer un negocio de familia, además que no tienen compromiso con nadie «ni con empresas ni con constructores», para no llegar «amarrado».
Pero olvida que si alguien, en el actual gobierno, se ha beneficiado de los moches, él sí tendría el compromiso con los zacatecanos no sólo de prometer que estos actos no se vuelvan a dar, sino actuar y castigar. Si no pues qué chiste llenarse la boca con discursos de honestidad si la impunidad prevalecerá. Sí, la impunidad que es la verdadera madre de la corrupción.
¿Y ahora?
Todos los zacatecanos recuerdan, como si fuera ayer, que uno de los objetivos de la restauración de la Plaza de Armas era lograr más espacio para que los conciertos del Festival Cultural pudieran dar cabida para más gente.
Pero, una vez concluida la obra, el principal quejoso resultó ser, nada más y nada menos, que el Obispo de la Diócesis de Zacatecas, Sigifredo Noriega Barceló, quien ahora pide que la normatividad para el uso de la Plaza de Armas que se prometió se cumpla. Y exige a los candidatos se pronuncien al respecto ya.
Noriega Barceló, quien ordenó tomar fotografías a la estructura de la Catedral, cada semana, para documentar su deterioro, dice que organizar eventos masivos ahí es un riesgo, y pide que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tome una determinación al respecto.
El Obispo quiere que la Plaza de Armas sólo se use para eventos cívicos y que se controle el sonido, que no debe de pasar de 50 decibeles, de lo contrario habrá daños, no sólo a la Catedral, sino a todos los edificios colindantes.
Hay que sacar los masivos y ya. Palabra de Dios.
Y si bien dice que no está en contra del Festival Cultural, y la derrama económica que este conlleva, no se trata de usar el Centro Histórico para traer gente nada más, sin pensar en los grandes riesgos de destrucción, los que dice son irreparables, esto, sin dejar de lado la «falta de respeto» al centro espiritual más importante de la ciudad, pues en la Semana Santa no se oía ni el Padre Nuestro.
Total que al final, el Obispo calificó la restauración como una cicatriz de irresponsabilidades o de soluciones mal planeadas. ¿Y ahora?
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