Violencia política contra las mujeres
SARA LOVERA
La violencia contra las mujeres en México es una lacerante realidad. Pasa en todos los espacios y crece en situaciones concretas cuando los hombres, una masa informe y generalizada, se sienten amenazados.
Es el caso de la violencia política desatada durante 2015, cuando se realizaron las primeras elecciones nacionales paritarias, porque la Constitución mandata que las listas sean de 50 por ciento hombres y 50 por ciento mujeres.
Crece en 2016 de distintas formas. Una ofensa dirigida a candidatas, como el caso de Tabasco, que cuando esto sea publicado ya se realizaron las elecciones extraordinarias en el municipio de Centro.
Se muestran barruntos de acciones tremendas, directas o de discurso, cuando por ejemplo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo.
Actúa sistemática y evidente cuando las mujeres logran algún avance en el terreno político, social o familiar. Por ejemplo, cuando una mujer decide abandonar a su pareja, por las razones que sean, entonces la violencia puede llegar al asesinato, inclusive.
Pero la violencia política encubierta, como las mantas aparecidas en Centro de la capital tabasqueña contra Liliana Madrigal Méndez, candidata del PRI-PVEM-PANAL, cuyo texto fue misógino y ofensivo: “Ni un voto a la pinche negra. Estamos hasta la madre de políticos ratas”. Un par de mantas que aparecieron el 7 de marzo en el puente peatonal de avenida Universidad en ambos sentidos.
La misoginia es denigración, discriminación, violencia contra las mujeres, y cosificación sexual de las mujeres.
Lo mismo hicieron manos ocultas y clandestinas en la campaña de la hoy gobernadora de Sonora, Claudia Pablovich, el 30 de abril de 2015, con dos frases que implican toda una concepción de lo que somos las mujeres para muchos dirigentes políticos: “Las panochas en las coyotas ¡No en Palacio! y otra “Las mujeres como las escopetas…Cargadas y en el Rincón”, mantas que colgaban del puente peatonal del bulevar Luis Encinas, en el poniente de Hermosillo. Nunca se encontró a los responsables.
Esas frases, como las del locutor Leonardo Schwbel de la Radio de la Universidad de Guadalajara, en el foro “Avances y retos en la participación de las mujeres”, el 8 de marzo, habló del cuerpo de las mujeres, de cosificación, y haciéndose el “simpático” con su discurso irrespetuoso y con palabras vulgares, lo que hizo fue ofender, disminuyendo a las edecanes y a las mujeres que quieren ser como Mafalda, inteligentes y activas.
Esa violencia contenida y con frecuencia disimulada, estuvo también en una “festejo” por el 8 de marzo en Veracruz, encabezado por Arturo Bermúdez, Secretario de Seguridad Pública, que quiso “agasajar” a las empleadas, donde además de un espectáculo de estripers se oyó el grito del payaso “Pipirrín” quien gritó : “levanten la mano las que son vírgenes” y agregó: “Las que son vírgenes, ni modo las voy a revisar ahorita”.
Y digo contenida, porque salta en estas situaciones públicas, tratando de aparentar supuestas bromas. Precisamente en Veracruz o Centro donde hubo elecciones o en Jalisco donde las mujeres lograron muchos espacios de representación, en las elecciones de 2015.
Preocupa ello. Hay un soterrado machismo que podría, como en 2015, generar agresiones directas, amenazas, persecución o incluso el asesinato de candidatas.
Para 2016, donde cada partido debe presentar al menos a 676 candidatas, unas siete mil mujeres estarán en riesgo, más cientos o miles que formarán parte de las planillas municipales, en sentido horizontal y vertical, como es el mandato de varias y significativas jurisprudencias para que así sea.
¿Cómo evitar esta reacción patriarcal? Menudo asunto y dificultad, porque la cultura misógina se re expresa, reformula y se multiplica en los micrófonos como el que usa impunemente el locutor jalisciense de referencia; en los textos que discuten el artículo 41 de la Constitución, incluso de reconocidos “analistas” que piensan que eso es demasiado o extremo. ¿Por qué 50 por ciento mujeres y 50 por ciento hombres? se preguntan, sistemáticamente.
Está presente igualmente, en la reconvención de los partidos políticos contra los acuerdos del Instituto Nacional Electoral sobre el orden de las listas plurinominales que hoy se están discutiendo en 12 entidades del país, para Congresos Locales y planillas municipales y municipios. Lamentablemente ganó la protesta de las cúpulas partidarias, incluso del PRI y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación “relajó la paridad”.
Mientras el discurso de la igualdad crece. La vocería a favor de la paridad y la igualdad no viene, como en mis tiempos, de las mujeres feministas y las protestas callejeras sino de las autoridades, del mismísimo presidente de la República que no las tiene todas con él. Sus allegados, los gobernadores y una multitud de funcionarios se resisten. Las palabras ofensivas los justifican.
Esa masa de pensamiento y agresión existe, al lado de la violencia política contra las mujeres que evidentemente no se resolverá con decretos sino con una verdadera cruzada de información y toma de conciencia que debería arreciar, crecer, ir a las aulas de párvulos, a los doctorados.
Desgraciadamente las acciones y declaraciones no llegan a esas conciencias todavía. Es tiempo de intervenir aulas y medios de comunicación. Lo grave es que en la Secretaría de Educación, en lugar de profundizar una que sea desde la perspectiva de la igualdad, se combate, se disminuye, se sitúa la tarea en la antigua política asistencial y con una mirada victimista.
Escuché en Yucatán, el pasado enero, al Secretario de Educación Pública que no logra entender que la reforma educativa centrada en la calidad de la educación, tiene en la mirada de género un elemento sustantivo.
Y en los medios, en esas voces que van del tradicionalismo a la ofensa y las palabras que empequeñecen a las mujeres, las escenas de melodramas, los talk show y la permanente banalización del progreso de las mujeres. Al parecer no hay ley que los pare, como reproductores de la desigualdad. Es tiempo de hacer algo.
Hoy se trata a dar garantías efectivas a las candidatas, quienes sean víctimas de la violencia política deberán recibir atención inmediata. Ello evitará que sufran daños personales, al tiempo de proteger a sus familias y personas cercanas que colaboran en sus campañas. Eso con un protocolo que será presentado este lunes.
La propuesta involucra vigilar la responsabilidad de los medios de comunicación; propone una cruzada de capacitación para el funcionariado que sea designado de poner en marcha el proceso electoral y garantizar el acceso a la justicia. Una propuesta de la Magistrada María del Carmen Alanís Figueroa, como un mínimo dique a esta espiral que podría ahogar cualquier bien intencionada política de igualdad, porque realmente las precandidatas, futuras candidatas, contendientes y luego diputadas o presidentas municipales están realmente en riesgo. No se pueden cerrar los ojos. Nos faltan años luz para la democracia y la igualdad entre hombres y mujeres.
Es verdad lo que dice Lorenzo Córdova Vianello, presidente del Instituto Nacional Electoral: el combate a la violencia política contra las mujeres en el ámbito electoral es una asignatura pendiente en México y se comprometió a garantizar el registro paritario en las candidaturas. ¿Quién se ocupará de los delincuentes, clandestinos, directos, agazapados y misóginos? Ese es el problema.