Sin coordinación la atención a la violencia contra las mujeres en la crisis del COVID19
SARA LOVERA
En estos días ¿cómo y dónde? Se puede atender un caso de emergencia por violencia contra las mujeres en pareja, esta violencia que sabemos es la antesala del feminicidio. Tremendo que, en esta crisis civilizatoria, no tengamos ninguna opción oficial, gubernamental para detener a los machos violentos. Ni cultural, ni de ningún tipo.
Perdón tenemos el 911. El llamado a la policía, como si en México existiera una unidad de víctimas especiales y una fiscalía contra los delitos sexuales, coordinada con fiscales, jueces, escuelas de formación, ejército de voluntarios y voluntarias y conciencia de que la violencia contra las mujeres no sea un suceso, sino un delito.
Tal vez por ello Carla Lonzi (Florencia 1931-Milán 1982) integrante de la Rivolta Femminile junto a las anarquistas se plantearon, por primera vez, que la vida en pareja, en el dulce hogar, era una gran mentira. Cincuenta años después sabemos con certeza que uno de los lugares más peligrosos para las mujeres es su propia casa, en familia. Hoy confinadas en miles de lugares del mundo, son llamadas en México a aprovechar con amor el encuentro con la familia. 41 mil llamadas de auxilio al 911 me dicen que ahí, en Bucareli, nadie entiende nada.
Ante ello las feministas mexicanas, participantes de la actual administración no saben qué hacer. Algunas luchan por construir, si ello fuera posible, una bien estructurada estrategia gubernamental para impactar hacia la baja en la violencia contra las mujeres. Algo verdaderamente imposible. Me dicen que gana en esta esperanzada acción, digo, gana la hoguera de las vanidades y desde luego la falta de una dirección adecuada, algo así como si fuera posible tener un estadista en el gobierno.
Hoy informamos en SemMéxico que en 4 días asesinaron a 7 mujeres en Oaxaca; al comienzo de la pandemia conocimos el caso de Paola en Sonora, cuando todavía teníamos en la memoria los tremendos asuntos que presagiaron las movilizaciones de octubre y noviembre de 2019. Y vimos con horror cómo una pareja mató y abusó de una niña en el Estado de México y supimos de un tremendo crimen contra una periodista. Horrores realmente existentes.
El presidente de la República, cuando oyó los primeros datos del significado del confinamiento de las mujeres en sus casas, como una señal de alarma, dijo que no hay violencia familiar, que se trata del crimen organizado, de familias disfuncionales y de pérdida de valores, y que las madres son siempre madres, por eso buenas, aunque sean madres de criminales, y apenas el domingo, creo, dijo que espera que ya estemos recuperados el 10 de mayo, día de las madres. Las madres son sacrificadas, se callan y aguantan cualquier cosa con tal de proteger a sus hijos e hijas, etcétera.
En plena contingencia, las autoridades, según la fuente o la institución, reconocen que el aumento de llamadas de auxilio por violencia en casa creció hasta 160 veces en las semanas del confinamiento. Se asegura que crecieron 100 por ciento en Nuevo León y que en la Ciudad de México se abren todos los días carpetas de investigación y no cesan de contestar las telefonistas del 911.
Las anarquistas de la Rivolta Femminile gritaron “¡escupamos contra Hegel!” y luego preguntaron ¿duermes con el enemigo? En los años 70 ya sabíamos de la capacidad machista y patriarcal. Cincuenta años después hay que explicar al presidente con palitos y bolitas que se trata de un problema de Estado, que 10 mujeres son asesinadas al día sólo por ser mujeres. Que el crimen de la trata de personas es lo mismo, la visión machista y misógina del mundo occidental.
El presidente no se inmuta y deja sin base política a las mujeres que teóricamente deberían responder y armar un trabajo serio y consistente. Lo cierto, me cuentan con lujo de detalles es que no hay coordinación ni verdadera convicción en los pasillos de Palacio. Además de la tremenda reducción de recursos, eliminación de programas, manipulación en los discursos, mentira en los discursos, programas no publicados, estrategias confusas, planes anunciados en el aire, como las tres veces que la secretaria de Gobernación nos ha hablado de un plan emergente para erradicar la violencia contra las mujeres.
Las funcionarias, las interesadas están solas, con tantas señas contradictorias e inconsistentes, ellas, no nos producen confianza. Hace unos días yo escribía a una amiga feminista: Parece que todo lo nuestro está fracturado. Ella me dijo que no entendía. Como se dice hoy a la experta en violencia de género, le contesté: cómo que no entiendes, tenemos un grave problema no atendido, que se agudizará en la contingencia y mira, le describí:
Un plan por Gobernación el 8 de marzo; otro plan en otro momento a cargo de Nadine Gasman Silverman presidenta de INMUJERES. Medidas emergentes, anunciadas sin coordinación, incluida una de 10 puntos que nada que ver con nosotras, anunciada en noviembre por AMLO, cuando a sus puertas las feministas pintaban consignas. Mi amiga, asesora o algo así, me contestó: “Ay querida, pues he insistido en unificar para una estrategia, ¡pero los egos son cabrones! Enormes”.
Luego conversamos y coincidimos, en coyuntura se habla de medidas emergentes, desde todos los flancos, todas. Y ahí, en medio de la contingencia desde Gobernación otra vez, se habla de que el gobierno manejará los refugios para mujeres violentadas, otra vez se desprecia la experiencia de 25 años y otra vez como dijo Alicia Leal Puerta, encargada de la Estrategia Violeta, se quiere hacer una nueva estrategia en una política que se duplica con la de Bienestar en materia de refugios para mujeres.
¿Quién entonces está mirando todo el panorama? La más triste postura es la de INMUJERES, ahí no hay nada. En materia de Violencia contra las Mujeres nada, un deshilachado programa que consiste en discursos, la responsable, creo que nunca habla con la secretaria de Gobernación, pero tiene dos intentos de ocupar el espacio o la negociación de CONAVIM, la comisión encargada en Gobernación, al más alto nivel para coordinar los trabajos de las entidades, pero ojo, lo mismo hace INDESOL, o sea ¿Dónde está la política para frenar la violencia contra las mujeres? Por qué a dos años de gobierno no hay una coordinación y no se ha publicado ni el Programa de Igualdad, ni el de Violencia. ¿Por qué?
¡Adivinó lector o lectora! Porque esos temas no están en las prioridades del presidente de la República, tienen recursos inconsistentes o indefinidos, porque primero son las y los pobres. Es decir, el presidente no es misógino, dicen sus mujeres en el gobierno, lo defienden públicamente, pero mienten, mienten cuando dicen que habrá medidas y no tienen dinero en el presupuesto, mienten cuando hablan de compromisos y no dicen nada con el cierre de estancias infantiles, recortes a los programas de cánceres femeninos, desprecio a una estrategia posible para atender a las embarazadas, recursos para medicinas específicas, contraceptivos y anticoncepción de emergencia. Calladas en cosas sustantivas. ¿Lo harán ahora con la crisis y la pandemia? me pregunto.
Igual tienen la boca cerrada ante la impunidad y un reguero enorme de casos sin justicia, como el de María del Sol Cruz Jarquín, desde hace casi dos años sin investigación real; o las madres buscadoras de hijos e hijas; de proyectos desechados por razones políticas.
Ellas, las funcionarias, también en el juego de aplastar a los “conservadores”, cuando los tienen en casa, y no obstante se presentan airosas en una teleconferencia llamada “Duermes con el enemigo”, apuesto doble contra sencillo que ni idea de dónde vino esa definición, las mataría el Peje, si supiera que viene del feminismo radical, extremo, de Italia, de los setenta.
En fin. Nadie sabe, nadie supo, dónde está el dinero de las estancias infantiles, ni si habrá suficientes camas para dar a luz en estas semanas, ni si lo mejor es llamar al 911 que tener asesoría especializada y no policiaca. Grave como la ceguera oficial frente a las medianas y pequeñas empresas, comandadas en alto porcentaje por mujeres. ¿Quién las defenderá?
Esta mañana observé, desde la azotea de la casa donde me resguardo, a la mujer que vende periódico y revistas, con más de 70 años de edad; la que llega con atole y tamales a las 6 de la mañana, ahí la veo, desde la azotea también, porque junto está una clínica del ISSSTE, donde todos los días la fila es de 60 personas, al menos, que van por una ficha para una cita médica. ¿No que las dan por teléfono? O a la que vende fritangas quien, como la vendedora de atole, también tienen más de 60 años y ¿son empresarias? O trabajadoras informales, ¿cómo la llevarán estas semanas? Y más allá veo a la que abre la tortillería, sin seguro social, en el mejor de los casos, y sin tapabocas. Y más allá, preocupada y triste la que tenía una estética y hoy ha cerrado. Para no hablar en la misma calle de la que vende quesos, naranjas o aguacates. En fin. En los siguientes tiempos veremos.