¿Por qué no se nos había ocurrido antes?
SARA LOVERA
Hay valores inmutables. La verdad. La cruda forma de enfrentar con hechos y palabras, lo que se cree. La fuerza que produce tener seguridad, producto del amor y del aprecio. Todo ello construye un sentido profundo del amor a la vida. Eso hace surgir lo que muchas personas jamás encuentran: la generosidad.
Con el piso fuerte de la educación temprana, podríamos evitar la violencia y la guerra. Pero no. Lo que prevalece es la lucha de poder. No importa el sexo.
En las últimas semanas se fue construyendo el acumulado de la indignación amorosa. De la capacidad espontánea que sin un mínimo de desesperanza y enojo, simplemente se expresa, sale recto, directo. Es un cambio profundo en el interior del alma. No a la violencia, no a la demagogia, no a las palabras soeces, simplemente no al ejercicio del poder que tiene nombre: se llama machismo, no importa el sexo.
¿Cómo no se nos ocurrió antes? La alegría de la juventud sin egoísmo. La fiesta y no la barbarie, una actitud que se esconde en las entretelas de la educación desalineada. Se puede taladrar al sistema, siempre que se vea mucho más allá de los lugares comunes.
Las jóvenes que dicen no; que viven acoso; que saben de la violación y el hostigamiento, no fueron a quemar una puerta ni repitieron lo que ya se sabe. ¡No¡ Nos presentaron su imaginación y su seguridad: No a la violencia machista, no al asesinato; no a una educación familista; no a la denuncia hueca; no al discurso repetido; no a la mentira y no a la denuncia vacía. No, mejor tocar, bailar, y rechazar este sistema machista miserable.
Durante mucho tiempo vamos a recordar al domingo 24 de abril. Sin maquillaje, como mis adoradas mujeres de Yucatán; sin odio como el que endurece el rostro; sin exclusión, sin envidia, sin competencia oscura y miserable, no al cotidiano repulsivo, si a pensar un mundo posible. Con batucada, un gran espíritu de alegría a pesar de la tragedia y si una nueva energía.
La demostración nacional no fue esa vulgar y reiterada “denuncia”, sino la presencia multitudinaria de un acumulado de consciencia. Un tráiler lleno de rosas y una ofrenda a recuperar la vida. No oí nada vulgar, sólo un eco multitudinario de no al control de los cuerpos y las vidas. No a quienes pretenden hacer de los derechos una profesión y un salario; un no a negociar con números lo innegociable: la libertad.
Porqué no se nos había ocurrido que hemos hecho historia. Sí. Las de antes, las que pretendíamos hacer sesudamente una estrategia, un programa, un plan para hacernos oír. Ahora simplemente se produjo. ¿Estábamos ahí? Creo que no. Nadie desde la atalaya las organizó.
Lo que más me gustó fue el contingente de la solas, las que se aparecieron. Nadie se tocó el corazón y lloró como en tragedia griega. Las ciclista mostraron sus muslos y sus músculos; las jovencitas decían no, ese no que se nos atraganta con la maternidad y la heterosexualidad; su aire era libertario pero claramente indignado. Pero sin odio y sesudas consignas. Eran la voz del futuro en el espacio privilegiado de la revolución de las comunicaciones. Le llamaron al momento primavera violenta. Y violeta su vestimenta ni rojo, ni amarillo, ni tricolor, ni una red, ni nada. Eran ellas, libres como palomas.
De eso hay que hablar. De renovar el discurso y la actitud. Hay que darse cuenta. Esta es una juventud potente, sin ataduras, con esa libertad a flor de piel que no requiere explicación sesuda, ni denuncia tan repetida que no tiene escucha. Son, en parte el resultado de nuestra generación, la de los años setenta, renovadas, sin preocupación y con harta generosidad. Yo creo que son la renovación y la frescura, con el uso de las TICs. Las libres y las que abonarán eso, ahora intangible, esa maravillosa transparencia, esa capacidad para no quejarse en el vacío. Promotoras de un futuro sin altisonancia ni victimismo y tango.
Sus cabellos pintados, dorados, morados, verdes, rosa púrpura; sus botines a la rodilla, sus mochilas y sus bicicletas, clamando un cambio, sin bombas molotov, sin pintarrajear paredes indistintamente, pero enviando mensajes a las que discuten sus harto complicadas teorías con los poderosos; no se arriman el espejismo de la “importante” señora X; son eso, la nueva generación. Las que no se van a dejar, ni serán madres por destino, ni susanitas asustadas, con morral y guarache. Son las de negro a pleno sol, chavas con muslos relucientes, a quien les vale nada los acuerdos internacionales y los discursos. Chavas seguras de que otro mundo es posible.
Yo lo que vi fue un vibrar de vida. Una ola de somos otras, las hijas y algunas nietas del pasado reciente, sin más que déjenme en paz, abajo la palabrería, fuera los golpes de pecho, atrás de la raya que me voy a oponer a que me toquen, el no me importa su estadística, pero rechazo lo violento o lo que me puede dañar.
Un aire nuevo. ¿Quién lo captó? ¿Dónde quedó la bolita? Nos hicieron el honor de decir que nos escucharon, que son distintas, que las TICs son lo suyo; que nos sorprendieron por su locuaz protesta, que no se les hará bolas el engrudo, que simplemente no aceptan al machismo pululante y demostraron que sin el discurso de la denuncia hueca, con sus cuerpos pintados de colores, sus máscaras, sus performances, para tomar un asiento en la historia.
Eran, son eso. La nueva generación que no necesita echarle la culpa a nadie, allá en el poder, o al abandono sufriente, al mal gobierno al que le hablamos sin descanso. ¡No, lo que nos mostraron fue otra cosa, otro lenguaje, otra visión!
Ahora nos toca entenderlo o cerrar los ojos. Mi maestra ya me lo había advertido, ella que miró en las masas una posibilidad de cambio, mi guía inefable llamada Rosa Luxemburgo que abonó este camino. ¿Quién conoce su crítica mordaz al partido y al control, con profunda mirada, que combinaba con el cuidado de sus rosas. La que amó sin tapujos, la misma que le habló a su partido y al poder sin miramientos, vital y apasionada. Como las chavas, esas que nos evidenciaron como trascendentes, engreídas de poder y necesidad. Las mismas que un día de estos tomaran las tribunas y otra vez las calles. Sin números ni denuncias, sino con su cuerpo y sus profundas alegrías.
Si. Una movilización sin precedente. Única, con rosas y cruces, sin dramatismo sino con toda su capacidad humana. Ellas las del #A24, sin hacerse bolas. No a la violencia machista, de la casa al palacio nacional, sin amenazas, simplemente nos dijeron, aquí estamos y los y las vamos a vigilar.
Gracias a la vida.