Palabra de Antígona | Una lección tremenda
SARA LOVERA
Las escenas que vivimos el 25 de marzo en la Cámara de Diputados tendrán efectos de una magnitud inconmensurable. Colocadas frente al espejo de aquí en adelante se nos verá como artífices del retroceso respecto de la vida y libertad de las mujeres. En unas cuántas horas se pusieron en riesgo esfuerzos intelectuales y políticos de crítica al poder y a la supremacía masculina.
Sin duda lo sucedido contribuye a la impunidad y a la injusticia para miles y miles de mujeres que, violentadas, ven sin futuro sus denuncias cotidianas y sus vivencias de abuso y violencia machista. Y nos sentimos con una desazón profunda.
No sé qué es más grave, si negar el desafuero del diputado Cuauhtémoc Blanco o la respuesta voluminosa, hiriente y deplorable que ha surgido como reguero de pólvora. Las diputadas que avalaron al presunto violador aparecen denunciadas en listas donde se les descalifica, con fotografías, señaladas como traidoras, son visibles sus rostros, sus nombres, sus palabras y arengas “no estás solo”. Los epítetos y las muestras de coraje corren por todos los medios y todas las redes.
Es necesario detenernos un momento ¿a quién beneficia el enfrentamiento entre mujeres?
La indignación es lógica tanto como es imperdonable que intereses oscuros e inconfesables prevalezcan en Morena, dirigida por una mujer, hoy muda. Nada justifica la defensa a un sospechoso de corrupción, misoginia y violencia familiar.
Me preocupa aún más, sin embargo, lo que quedará en la memoria y el conocimiento público. Están en juego el cuestionamiento y la validez de la paridad, así como la importancia de la igualdad, se fortalecerá el estereotipo de mujeres juntas ni difuntas o que todas somos brujas y malas.
Todo esto me recuerda la celebración plural por los 50 años del voto femenino, en 2003, cuando sus promotoras fueron acusadas de buscar la presidencia para Martha Sahagún. Un estudio de medios evidenció que fueron reprobadas. Una revista influyente tituló su portada así: “ Aquelarre”. Calificaron la reunión de las políticas como un acto de ambiciosas y apoderadas. En realidad se trató de un puñado de mujeres que celebró la ciudadanía femenina en una reunión plural. Las más visibles y poderosas fueron inmediatamente defenestradas.
Hoy la mayoría de diputadas no tienen conciencia de mujer. Su voto es resultado de las dificultades que muchas feministas, institucionales, autónomas, militantes, extraordinarias, que han dejado el pellejo por años. Sus afanes de transformación feminista son obstaculizados por la partidocracia, por el ambiente en que crecieron, por las ideas tradicionales, por ello no alcanzan las consignas oficiales.
Quedará la herida. Hoy estaremos divididas y enfrentadas. No puede ser.
Hay que saber que en 50 años no hubo una reforma educativa; los partidos nada hicieron, sólo buscan poder; y mujeres y hombres no comprenden automáticamente.
Jamás se hizo una cruzada informativa y formadora. Por eso ellos no quieren la igualdad y nadie fomenta nada que no sean discursos, además no tenemos democracia. Encima hay resistencia activa en todos los ámbitos.
Me temo que la presidenta pase a la historia como indiferente y sin consciencia feminista por arropar a sus “compañeros”. Urge eliminar de su gobierno la idea de protector de criminales, violadores o feminicidas. Pero no veo en este gobierno, por más que busco con una lupa, ninguna alta funcionaria comprometida. Teníamos la esperanza de que las mujeres hicieran la diferencia, pero tampoco me gusta el mensaje de “traidoras” porque profundizará la desigualdad. La indignación no puede convertirse en odio. Veremos