Mejor re-probar que formar analfabetas
MARIA DEL SOCORRO CASTAÑEDA DÍAZ
Comienzo a escribir estas líneas con una advertencia para quienes tienen la paciencia de leerlas: no soy profesora de nivel básico, y tampoco soy madre. Ambos factores probablemente podrían representar elementos que me impidan hablar del tema que voy a exponer con conocimiento de causa, pero no me impiden expresar mi profunda preocupación por lo que hasta ahora ha sido un tema que muchas personas han subestimado porque posiblemente consideran que, o no tendrá consecuencias o bien que tales consecuencias se manifestarán a tan largo plazo que muchos ya no lo vamos a ver ni mucho menos a resentir.
Sin embargo, me parece que pasar por alto la situación no es correcto, y que, aunque al parecer no hay retroceso posible, es bueno insistir en el asunto porque amerita una reflexión y, de ser posible, una marcha atrás. Me refiero acuerdo de la Secretaría de Educación que fue publicado el 29 de marzo de este año en el Diario Oficial de la Federación, en el cual se determina que los alumnos de preescolar y primero y segundo año de primaria habrán aprobado por el simple hecho de haber asistido[1].
Sinceramente no termino de comprender lo que al respecto dijo el secretario de Educación, el camaleónico Esteban Moctezuma, a quien me atrevo a llamar así porque lo mismo fue secretario de Gobernación y de Desarrollo Social en la administración de Ernesto Zedillo, que senador de la República y más recientemente impulsor del sistema mexicano de Orquestas Sinfónicas Infantiles y Juveniles “Esperanza Azteca”[2]. El señor secretario, como muchos funcionarios no solamente de esta Cuarta Transformación, sino de muchas administraciones de todos los tiempos y de todos los niveles, es un todólogo consumado, y eso, como a muchos, le resta credibilidad en la materia de la que hoy es el responsable absoluto.
Bueno, el polifacético funcionario tuvo a bien justificar la decisión de no reprobar a los infantes explicando: “[…] el daño que le puede hacer a un niño ser reprobado es estigmatizarlo por su familia, por sus compañeros, por sus amigos […]”
Sinceramente me parece que en nuestra cultura se dramatiza demasiado sobre el concepto de “reprobar”. En realidad, el término debería ser sinónimo de reintentar, es decir “probar de nuevo”, pues, re-probar. Y la verdad es que, si analizamos con calma, la vida en más de un aspecto y por supuesto también en más de una ocasión nos hace reprobar, y constantemente nos la pasamos tratando de alcanzar objetivos una y otra vez de diferentes formas, empezando de cero, sin que eso necesariamente sea sinónimo de fracaso.
En pocas palabras, si nuestros niños y niñas siguieran reprobando, tendrían la posibilidad de empezar de nuevo, y esto ocurriría, además, en un momento tan crítico como los primeros años de formación escolar, en los que tienen la posibilidad de aprender lo mínimo indispensable para defenderse en el caso de que no puedan seguir estudiando. Tan sencillo como que, en ese periodo de la vida escolar, se aprende ni más ni menos que a leer y a escribir.
El asunto es que, si no adquieren esos conocimientos básicos durante esa etapa de la vida, no sucederá nunca más, y entonces, es altamente probable que las escuelas públicas de nuestro país comiencen a formar analfabetas que cuando crezcan sencillamente serán personas indefensas en un mundo cada vez más competitivo.
Y hablo de la escuela pública, porque es en sus aulas, sobre todo de las comunidades más alejadas, donde el profesorado tiene que enfrentar problemáticas muy complejas que impiden a sus alumnos aprender de la mejor manera. Son niños y niñas que a veces asisten sin haber desayunado, o que son víctimas de maltrato, o que sencillamente no tienen en sus hogares las mejores condiciones para aprender, mucho menos padres que se preocupen por su aprendizaje. Ellos serán los más afectados, porque no tendrán la posibilidad de re-probar, de cursar otra vez para corregir, de empezar de nuevo desde el inicio. Y esa es la verdadera desgracia.
Insisto: no soy pedagoga, por lo mismo, no podría emitir una opinión fundamentada, aunque buscando información al respecto, encontré que “se ha observado una correlación directa entre la repetición de curso y abandonar por completo la escuela antes de tiempo, de modo que los que reprueban son precisamente quienes engrosan las filas del abandono escolar temprano”[3]. Sin embargo, me atrevo a decir que, en lugar de suspender la reprobación, sería mejor cambiar la cultura respecto al concepto mismo y hacer comprender a los estudiantes, y sobre todo, a sus padres, que los ritmos de aprendizaje pueden ser diferentes y que reprobar no es en realidad un mal, si se considera que es una nueva oportunidad para aprender de nuevo y tal vez de mejor forma.
Y es que, perdone usted si soy necia, pero creo que reprobar no es un mal, si por ejemplo sirve para corregirnos y adquirir los conocimientos que tal vez no nos llegaron a la primera. Y tal vez lo mejor es reprobar bien, repetir todo desde el inicio, porque, por ejemplo, ya hablando de otros niveles educativos, los exámenes extraordinarios no parecen ser garantía de haber aprendido todo lo que deberíamos. Ahí está como ejemplo nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1973 “y 14 años después seguía presentando exámenes extraordinarios para aprobar las materias Seminario de Tesis I y II […] reprobó siete materias de 25 que tomó en su carrera. De 39 exámenes que presentó, 16 fueron extraordinarios. Su promedio fue de 7.54. Y reprobó Economía, Economía Política, Estadística y Ciencias Políticas en dos ocasiones”[4]. Sin querer poner el dedo en la llaga, a lo mejor si el hombre hubiera repetido completito algún grado de primaria, no habría tenido ese nivel tan deficiente en la licenciatura y nos evitaría, entre otras cosas, la pena de escucharlo decir en sus mañaneras el “vistes, fuistes e hicistes” que seguramente son resultado de una deficiente educación básica.
Total que, regresando a nuestro tema, como están las cosas, si los profesores no se aplican, si durante el ciclo escolar no hacen su mejor esfuerzo para que sus alumnos aprendan, se tendrán que resignar a regalar el pase al grado inmediato superior a estudiantes que probablemente no tengan los méritos ni los conocimientos suficientes para seguir su formación básica.
Al final, quienes van a sufrir la situación en las aulas serán los maestros y maestras que, lo sabemos, no siempre tienen el entusiasmo ni la motivación que se requieren para acabar con uno de los males más terribles que desde hace décadas aquejan a nuestro país: la mala educación, que a largo plazo permea en todos los ámbitos de nuestra vida, porque a fin de cuentas, en un sistema laxo que estigmatiza los errores en lugar de corregirlos, nos encontramos en la vida cotidiana con una terrible ignorancia que se refleja en el modo en que vivimos, convivimos y nos comportamos, y lo peor es que además, nos topamos con personas que ocupan altísimos cargos y, sinceramente, no conocen ni la “o” por lo redondo.
[1] Disponible en https://www.milenio.com/politica/sep-defiende-decision-reprobar-ninos-grados-escolares
[2] Disponible en https://lopezobrador.org.mx/esteban-moctezuma-barragan/
[3] Disponible en https://www.superprof.mx/blog/que-pasa-cuando-se-reprueba-el-ano/
[4] Disponible en https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/narro-vs-amlo