Medios de Comunicación: asignatura pendiente

SARA LOVERA

Hace unos días los portales SEMlac/SemMéxico, espacios de la más antigua agencia de noticias desde y con las mujeres, nacida en 1978, publicó lo que podríamos llamar el corazón de lo que hemos pretendido desde hace 38 años.

Tamara Vidaurrázaga Aránguiz en Chile y Norma Loto en Argentina, dos periodistas históricas en nuestra agencia, participaron en un Seminario Internacional “Libertad de expresión, derecho a la comunicación universal y medios plurales para las democracias del mundo”.

Tamara Vidaurrázaga Aránguiz envió la nota: La existencia de estereotipos, prácticas sexistas y discriminatorias a la hora informar en los medios sobre la violencia contra las mujeres y las niñas normalizan y reproducen la cultura machista. Daba cuenta de un Seminario Internacional realizado en Santiago de Chile que organizó el Colegio de Periodistas y la Unesco.

Habría que recordar que UNESCO fomentó el nacimiento de SEMlac tras la primera Conferencia Mundial de la Mujer, celebrada en México en 1975, y propició esa que hasta hoy es la única agencia de información periodística, sin orientación partidaria, política o ligada a una tendencia feminista que ha durado en el tiempo, que abarca una mirada internacional y que ha hecho posible la formación de al menos dos generaciones de periodistas con visión de género en América Latina.

Pero el tema de ese seminario que celebró el 60 aniversario del Colegio de Periodistas de Chile es exactamente el gran pendiente para poder hablar de políticas públicas favorables a las mujeres, más de la mitad de la población discriminada y por tanto violentada.

Los medios de comunicación, como la educación pública, no son inocentes, informan, circulan ideas, abren espacios de reflexión y, sobre todo, amplían la visión de la personas. También pueden influir en los gobiernos y cuando es necesario y urgente, denuncian y fortalecen a las democracias.

Nada de eso se entiende en México. No se entiende, cuando un medio ofrece un espacio, caso de Televisión Azteca con ONU MUJERES, el convenio firmado entre la Secretaría de Gobernación y la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT), surgen las voces dogmáticas, reticentes, desconfiadas. Claro que tienen razón en desconfiar, pero nosotras, convencidas de que hace casi 40 años no hemos podido incidir realmente por falta de recursos o por falta de profesionalismo, también por falta de capacidad para competir, esta es una oportunidad. Yo ya quiero hablar con la CIRT y mejorar los espacios para hablar de la problemática de género.

Tanto es importante eso, como una Reforma Educativa con visión inclusiva, anti estereotipos, capaz de enseñar a niños y niñas otras cosas. Lo de los medios es fundamental. No sólo porque difunden ideas, sino porque inciden en el conocimiento y difunden ejemplos que aprenden las y los futuros hombres y mujeres.

Lo de Chile dejó claro que estuvieron periodistas, no sólo feministas, como Mónica Maureira; el periodista de CNN, Patricio Martínez, y la moderadora y organizadora Fabiola Gutiérrez, integrante de la Comisión de Género del Colegio de Periodistas.

Luego la afirmación clarísima: “Sin mujeres no hay periodismo. Pero, además, esta instancia nos permite visibilizar que los medios de comunicación no han disminuido sus prácticas sexistas y discriminatorias con noticias llenas de violencia simbólica, con el inadecuado trato frente a la violencia que viven las mujeres en distintas expresiones y la falta de un lenguaje pertinente a la hora de informar sobre feminicidios”.

Nuestra compañera Norma Loto, de Argentina, habló del tratamiento que los medios realizan respecto de hechos de violencia contra las mujeres y rescató algo sustantivo: el periodismo con visión de género no necesariamente debe ser militante, puesto que significa hacer “un ejercicio justo y con enfoque de derechos humanos”, como “nuevo estándar en la calidad del periodismo”. Calidad igual que la deseada por la educación. Un periodismo incluyente no necesita ser militante, necesita ser profesional, profundo, interesado en los derechos humanos y respetuoso de la ley.

Por tanto, un periodismo con visión de género implica comprender la violencia contra las mujeres y niñas como la violación más intensa y transversal a los derechos humanos en el mundo, apuntó Norma Loto.

Y yo con ella sostengo: no se trata de hacernos el favor ni de pensar que hemos de informar sobre la condición de las mujeres, desde la idea disminuida de víctimas o de las “pobrecitas”, sino con altura de miras, “los medios deben tratar los hechos de violencia como una violación a los derechos humanos, abordarlos sin estereotipos ni culpabilizando a las víctimas, puesto que tienen un tremendo poder en la construcción de imaginarios”.

Lo sucedido y sostenido por quienes hemos ejercido el periodismo profesional, en todos los frentes, mirando la obligación constitucional del derecho a la información de la población mexicana, debía llevarnos a practicar una tarea sin dogmas, con miradas amplias, contando la realidad, todos sus contornos, donde hay dolor, mucho dolor, incapacidades diversas, gobiernos omisos, pero también muchas cosas y muchos hechos positivos.

A lo largo de 47 años, como periodista, he visto mucha cosas: mujeres violentadas, pero mujeres organizadas, impetuosas; omisiones tremendas desde funcionarios y jueces, y también funcionarias que trabajan con un banquito y un escritorio en los institutos municipales de las mujeres; congresistas que se la juegan y gracias a quienes tenemos un marco legal de igualdad; construcción de leyes desde otro lugar. Cosas que el periodismo no mira, sólo nos ve como objetos o como víctimas.

Contar y contar lo que sucede es nuestra obligación. Analizar las distintas realidades; hurgar en lugar de calificar; investigar en lugar de tomar nota, son asuntos centrales para el periodismo, lleno de columnistas y opinadores, pero también de reportajes. Muchas veces contar muy bien, sin adjetivos, puede generar persecución, pero no se justifica, encuentra caldo de cultivo en denuncias sin documentos u opiniones sin datos.

Una convicción clara es que los medios de comunicación, ahora hostiles a las mujeres, con prácticas sexistas, son responsables de relativizar la violencia contra las mujeres, podrían ser capaces de ayudar a los grandes emprendimientos, como las campañas para reeducar a los hombres violentos; evitar el matrimonio infantil; alertar sobre abuso de niñas; vigilar los centros de justicia; mirar el desarrollo de muchas mujeres; aplaudir los compromisos de algunas instituciones, vigilar la paridad de género y otras muchas cosas.

Ahora toca hacer del convenio con la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión se cumpla. ¿Quién conoce su contenido? ¿A qué cosas se comprometió? ¿Quién la vigilará y le reclamará? Tarea para las militantes. Yo lo que quiero es un espacio para mi producción informativa.

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