Las madres que somos
SARA LOVERA
En 2016 la idea tradicional de la madre empieza a revertirse. La información estadística oficial habla de un enorme dato: 44.2 por ciento de las mujeres con un hijo o hija trabaja fuera de casa; el 29 por ciento de mujeres mayores de 12 años son jefas de hogar y el 96.7 por ciento de esas mujeres que realizan labores remuneradas combinan éstas con el trabajo doméstico, lo que significa que trabajan hasta 12 o 15 horas más a la semana que cualquier obrero.
Este perfil de las mujeres que tienen hijos, unas 33 millones de mujeres mayores de 12 años, tienen una enorme carga. Calcule usted: de esas 33 millones, 44 por ciento, es responsable de la prole, de uno a tres criaturas, cuida a la familia, es la principal responsable de la limpieza del hogar y, además de todo ello, trae dinero a casa para la manutención de la familia.
A estas mujeres yo las conozco muy bien, son las que hacen los trámites en los hospitales para que operen a sus madres ancianas o enfermas; son las que hacen la fila en los hospitales especializados para que atiendan a sus hijos o parientes; son las que salen corriendo de la oficina a las cinco o seis de la tarde y van a recoger a sus criaturas; las que guisan por las noches después de la jornada laboral en la oficina, la escuela o la fábrica; también son ellas las que van a la junta de la escuela y las que aguantan todos los descuentos de su salario por estas faltas.
La idea de la reina del hogar, acuñada por los liberales del siglo XIX, en México ha desaparecido completamente. La hermosa idea de esta reina que vivía disfrutando a sus hijos e hijas, mientras la apoyaba la nodriza para que su busto no se descompusiera; la hermosa reina del hogar beneficiada por la prole que le apoyaba en la huerta familiar de las clases urbanas de finales de siglo; la que combinaba los cumpleaños de sus hijas, especialmente adolescentes quinceañeras soñando con ellas el futuro, son estas exhaustas mujeres trabajadoras mexicanas que enfrentan cada día más esa realidad.
Un dato importante es que en 2013 la esperanza de vida para las y los mexicanos era de 74.16 años, en el mundo de los ricos es de más de 80 años, pero las mujeres mexicanas tenían ese año una esperanza de vida de 79.3, ahora en 2015 bajó a 77.68 años, una re expresión preocupante.
Por ejemplo, las mujeres mueren más rápido que lo hombres o en condiciones más terribles si de diabetes hablamos y no hay todavía buenas cuentas respecto a la pérdida de mujeres en accidentes de tránsito.
Ya sabemos que más de dos mil 500 son asesinadas cada año, en presunción de feminicidio, y muchas otras mueren en el proceso de embarazo al puerperio, se llama muerte materna. Pero todavía según las estadísticas viven cinco años más que los hombres.
Claro, muchas en situación precaria. Hace semanas que escribí en este espacio que la política pública desde la perspectiva de las mujeres en la salud no ofrecía grandes cosas y que quizá en esa área, la Secretaría de Salud no es una garantía. Ahí, se atora la distribución de anticonceptivos; desde ahí se permite o consciente la violencia obstétrica, como ahora se llama al maltrato, descuido en la atención y falta de todo: medicamentos, camas, oxígeno para las mujeres en el proceso parto, embarazo o aborto.
Muy importante que la Secretaría de Salud pudiera orientar a las mujeres, para que cambien y se ocupen de ellas, de hacerse los exámenes preventivos de los cánceres femeninos, que tomen calcio para conservar su dentadura después de cada parto; que coman bien, porque ahora se identifica que una de las causas de la lentitud para lograr más años de vida, es esa mala alimentación que hace que millones de mujeres menores de 50 años estén obesas y en peligro de padecer enfermedades del corazón, diabetes, cáncer y de otros padecimientos, tanto que una gordura así no las deja moverse ni pensar.
Todo ello para decir que ahora tenemos una esperanza. Al menos podremos reclamar al titular de la Secretaría de Salud, pedirle que cumpla. Entiendo que firmó un acuerdo con el Instituto Nacional de las Mujeres para impulsar todos estos temas que son fundamentales, claro combinados o complejizados con la pobreza y la exclusión.
Pero desde Salud algo podría implementarse en la mitad del sexenio, algo que falta. Tomar en serio la prevención de embarazo adolescente; atender con amplitud el aborto legal; promover la educación de salud sexual y reproductiva, rescatar la distribución de anticonceptivos y aplicar una cultura de género a lo largo y ancho del país. Si actuara sería tan importante como conseguir que en la Secretaría de Educación Pública se entendiera la importancia de una educación en igualdad.
Ya sé que la SEP tiene problemas urgentes, que eso será en el siglo XXII cuando el profesorado de la sección XXII de Oaxaca ya no vivan y haya otros y otras en las aulas con otra visión y otro compromiso. Como ahora no dejan hacer nada, estos profesores y si algunas profesoras, se dice que impiden que se atienda el contenido de las clases, ahí donde las niñas y los niños tendrían que aprender otra forma de relacionarse. Hay que esperar, ni modo. Pero en Salud, el ex rector de la UNAM ya se comprometió, hay que seguirlo, pedir cuentas, vigilarlo. Hay que conocer el acuerdo, sus responsabilidades y no quitarle el ojo de encima. A lo mejor si la hace.