La siniestra realidad
SARA LOVERA
Hace exactamente 30 años que el Centro para el Liderazgo Global de las Mujeres (CWGL), de Nueva Jersey, encabezado por Charlotte Bunch, lanzó una campaña internacional anual llamada 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género, que abarca del 25 de noviembre —Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer— al 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos.
Esta iniciativa englobó fechas emblemáticas para que personas y organizaciones de todo el mundo construyeran una estrategia organizativa para promover la prevención y eliminación de la violencia contra las mujeres y las niñas.
La Campaña tuvo enorme respuesta desde 1991. La movilización de las feministas en estás tres décadas logró llamar la atención sobre el infausto fenómeno que identifica claramente que hay violencia específica contra las mujeres. Así fue cómo en muchos países se consiguió estimular numerosas acciones legislativas, creación de políticas públicas y una visibilidad creciente que ínfluyó en la preocupación de millones de mujeres y gobiernos.
Pero en 2021, la evidencia muestra que la violencia contra mujeres y niñas se ha exacerbado, se diluyen en los gobiernos las denuncias documentadas de las feministas y hacen agua las normativas y las instituciones creadas para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia de género.
En México, toda la parafernalia ha fracasado. Y no sólo eso, sino que se ha profundizado, porque estamos en presencia del desmantelamiento de la política nacional de género; es decir, se ha instalado en el discurso y los hechos la idea de que la especificidad de la condición de las mujeres se trata de una cuestión extranjerizante y anecdótica, manipulada por la derecha.
Sin embargo, los hechos son contundentes. Veamos el dato, que es brutal: se reportan 11 mujeres asesinadas al día, cifra que crece a 19.21 si sumamos feminicidio, homicidio doloso y culposo, según las cifras de octubre del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública y los del INEGI.
La información disponible de todas las otras violencias contra las mujeres es como para sentarnos un instante a reflexionar. Del acoso a la violación sexual, las cifras son desmesuradas: tres de cada 10 mexicanas han identificado un acto de violencia en su vida; esto es, unas doscientas mil las que reportan estos hechos en las encuestas de INEGI, sin considerar a millones de mujeres que no identifican a la violencia de género en su vida cotidiana.
Es decir, aquella definida como violencia simbólica por sociólogo francés Pierre Bourdieu (1994), relacionada con la manera como se discrimina y domina a las mujeres en todos los ámbitos: con las palabras y las imágenes en los productos mediáticos y culturales, con las actitudes y el trato diario desde el poder y las jerarquías, con los símbolos que segregan, excluyen, minimizan y devaloran a las mujeres, atribuidas a algo natural o de idiosincrasia.
Lo tremendo es que, en México, en lugar de avanzar, vivimos el desmantelamiento de la política nacional de género, no sólo vaciando los recursos del presupuesto, la desaparición de instancias y la pretensión de desaparecer todo conocimiento y capacitación, sino por la desviación ideológica en el discurso oficial.
Hemos vuelto al siglo XIX, cuando los “revolucionarios” pidieron a las mujeres esperar al triunfo del nuevo régimen. Ahí donde surgiría el “hombre nuevo”. Cuidado. ¡Ahí donde se desprecia y minimiza la especificidad de la condición de las mujeres, se cala hondo para que, esa, su condición, no cambie! Seguiremos en la siniestra danza de las cifras.
*Periodista, directora del portal informativo SemMéxico.mx