La seguridad y la vida, dos viejas aspiraciones

SARA LOVERA

Cuando en el aire todavía se respira la celebración del 67 aniversario del voto de las mujeres en México, por las ocho gobernadoras desde entonces, los cientos de diputadas estatales y federales, las miles en las presidentas municipales, hay que admitir que las mujeres en esos cargos lograron hasta ahora, la segunda década del siglo 21, el más amplio y complejo andamiaje jurídico y legal que garantiza sus derechos en papel, pero el país se debate en una de sus más tremendas crisis, económica, social, de seguridad y, además, militarizada.

Están ahí varios problemas centrales, que en la práctica cotidiana nulifican dos de las más grandes aspiraciones de las antiguas y las nuevas sufragistas: la seguridad y la vida.

Sin embargo, estos días hemos escuchado los claroscuros más significativos del significado fundante de votar y ser votadas. Mujeres que por generaciones han arrancado a gobiernos y dictaduras, a veces con sangre, ese derecho, el de estar en la vida pública y adquirir poder para poder hacer, como diría la chilena Virginia Vargas.

Todas, en distintos mensajes, discursos, remembranzas reconocen que sí, que se ha avanzado en la representación y en los últimos 20 años, se erigieron una veintena de instituciones muy diversas y se han ensayado múltiples políticas públicas. No así, imposible, parar la violencia contra las mujeres, que se eleva como una espiral irrefrenable.

La conmemoración, como dijo apenas la mañana de este lunes, en un espacio de diálogo abierto por el Instituto Nacional Electoral INE, la ex gobernadora de Yucatán, Dulce María Sauri Riancho, con su alocución cierra con broche de oro al reconocer la importancia de que las autoridades electorales, se ha comprometido con la iniciativa ciudadana de 3 de 3, no registrar en las listas electorales a los hombres violentos, como tampoco a los irresponsables que siendo padres niegan el pago de alimentos a sus hijos e hijas. Albricias, es posible atisbar que no se admitirán estos violentos en la selección de nuevas autoridades vía las elecciones.

También es verdad que la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación se comprometió a garantizar los derechos políticos de las mujeres con la medida especial adoptada para la conformación de un registro nacional de personas que han perpetrado actos de violencia política por razón de género. Y pronto en el INE habrá integrar un directorio como una medida preventiva que permita brindar mayor protección a las mujeres.

La también presidenta de la Cámara de Diputados, una de las figuras prominentes del antier partido de estado, el Revolucionario Institucional, PRI, con su voz dijo que esa iniciativa será apoyada plenamente. Sin duda, todo ello contribuye a la prevención de la violencia política.

Los violentos, en partidos políticos, en la clase política, agresores que no actúan selectivamente, porque su conducta es admisible por propios y extraños; en muchos casos son los mismos agresores que afectan y vulneran los bienes jurídicos que debe tutelar el Estado: el de las familias.

67 años después, de lo que se trata es asegurar que haya garantía de no repetición y de prevención secundaria. ¿Y cómo? si, como afirma la doctora Marcela Lagarde, en nuestra sociedad son admitidos y consentidos.

Sauri Riancho advirtió, no obstante, que el de la violencia contra las mujeres es un problema estructural, un hecho criminal que trasciende generaciones, ello, no le quita un ápice de responsabilidad al Estado mexicano. Porque el ejercicio de los derechos políticos, los que se forjaron en el crisol de las luchas de las mujeres bicentenarios, está vinculada directamente con la igualdad de género, algo que todavía no se comprende. Y más, porque la violencia es el rostro visible de la discriminación. Reconocer la discriminación es el fondo del problema.

Poco o nada se sabía en 1916, sobre ello, las mujeres que aspiran a cargos públicos y aquellas que ayer y hoy los ejercen, se enfrentan cotidianamente a la discriminación estructural. Este tiempo de pandemia nos ha dejado muy claro que en situaciones de crisis las mujeres resienten más sus efectos.

Por eso el derecho al sufragio de las mujeres no puede darse por sentado cuando se tiene enfrente una serie de restricciones y cargas de trabajo no pagado, adicionales, que muchas mujeres están enfrentando ahora que se han convertido en asistentes escolares, en enfermeras domésticas, en cuidadoras de doble tiempo, situación evidente en esta crisis de la pandemia del Covid-19, dijo la diputada vehementemente.

Así lo más lógico es esperar que el Estado tiene la obligación de actuar sin dilación, como lo señalan los instrumentos internacionales de derechos humanos de las mujeres, y el deber ineludible de remontar la discriminación y la violencia institucional. Y tenemos que hacerlo –recalcó- por todos los cauces, con imaginación y creatividad.  Sí, dijo, la ex senadora de la República y primera comisionada de la mujer en 1989, con su habitual templanza, pero con claridad que estos nuevos tiempos que exigen nuevas respuestas.

En lugar de ello, aunque no lo dijo, estamos de regreso al siglo XX mexicano. Al tiempo del fomento de las clientelas y los “apoyos” desde el poder, en una práctica nociva, como lo es el asistencialismo y el discurso que miente, manipula e impulsa la sacrosanta y conservadora familia. El lugar más peligroso para niñas y mujeres. Donde se aprende a callar y obedecer.

Lugo hizo claro un dato fundamental para hablar de la riqueza nacional. Nos hizo a mirar al núcleo duro de la desigualdad, al trabajo no remunerado que realizan las mujeres en todos los ámbitos de la vida urbana y rural, en los hogares, en los negocios familiares, que en el mercado, significa nada más y nada menos que entre el 18 y el 24 por ciento del PIB.

Y volvió a sus dichos sustentados. En este momento se ignoran los efectos de la pandemia. La respuesta no está a la altura del desafío y las parcialidades discursivas se quedan cortas.

Y, ciertamente, frente al tamaño de los retos, el llamado es a multiplicar  liderazgos femeninos en los procesos de elección popular – en 2021 habrá las más grandes elecciones- y  para cerrar el círculo virtuoso de votar y ser votadas,  esa mujeres líderes  se enfrentan a obstáculos gigantes, como la urgencia de  contar con una política nacional de cuidados.

Además, se puede esperar que nazcan liderazgos comprometidos con las mujeres, liderazgos capaces de apuntalar una democracia efectiva. Pero, y este es el fondo, la tarea no es sencilla y es posible que se recarguen en las espaldas femeninas. En sus palabras se necesita reafirmar la voluntad para seguir desmontando obstáculos que impiden el ejercicio de los derechos de las mujeres. ¿Cómo hacerlos entender? ¿Cómo hacerlas entender?

Es decir pasar del papel de las leyes y los reglamentos teóricamente de protección, así como las oportunidades, transitar todas las fronteras del machismo y su padre, el patriarcado, de otro modo sólo llegaríamos a la nada. Tampoco será fácil caminar hacia la Igualdad sustantiva, ahora inscrita en al menos 86 leyes secundarias.

En este 19 de octubre los datos duros, son muy duros. Las mujeres mueren por cánceres prevenibles, de diabetes, víctimas del contexto de la violencia estructural y la de género que mata a más de 10 mujeres todos los días; qué hacer con aquellas que literalmente están en los huesos por pobreza alimentaria, cómo dar un aliento a millones de mujeres en el campo y en las regiones indígenas, en las zonas de la industria maquiladora de exportación; qué hacer con la mayoría a quienes se les niega el derecho a interrumpir legalmente su embarazo no deseado; cómo atajar el grave problemas de las niñas menores de 15 años que se embarazan luego de agresiones sexuales; qué hacer con el creciente fenómeno del tráfico  de mujeres y la trata con fines de explotación sexual; cómo encontrar a más de 35 mil mujeres y niñas  están desaparecidas; cómo abordar la  todavía cotidiana violencia en casa.

Frente a todo ello escasea la voluntad política, se recortan presupuestos en áreas fundamentales y se niega el uso de la palabra.

Ejercer el poder, en este ambiente, es un desafío global, porque como informa Naciones Unidas a 25 años de la IV Conferencia Mundial de las Mujeres, en ninguna parte del mundo se ha conseguido la igualdad y no parece que nos acerquemos a ella.

La discriminación como fuente primaria generadora de violencia, parece ser el gran dique que echa por tierra muchos de los avances políticos.

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