La Casa de los Perros: Violencia, fugas y malos amigos en un fin de semana en Zacatecas
CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ
Y sí, mientras unos disfrutaban de lo lindo de las charreadas, los tequilas, el paso de las escaramuzas y la música de banda, otros, la mayoría de los zacatecanos, eran testigos no sólo de un violento fin de semana sino, además, para echarle otra piedrita al saco, de la fuga de seis secuestradores, homicidas, ladrones y de un feminicida, del penal de Cieneguillas.
Boquete de por medio en una de las bardas del Cerereso, los presos, en su huida, se fueron disparando, lanzando ponchallantas y hasta incendiando un automóvil.
El consuelo: que los buscan por cielo, tierra y, puede ser que hasta por mar. Ya ven que los de la nueva gobernanza son bien ocurrentes.
Mientras tanto, la opacidad alrededor de la fuga imperó. De hecho, ni el inquilino de La Casa de los Perros dijo saber más detalles, igual como en mayo de 2020, cuando gobernaba el PRI, y que 12 internos pertenecientes a los cárteles de los Zetas y Del Noreste salieron como Chapo por su casa por un túnel de aproximadamente 50 metros de longitud.
De cómo hicieron el túnel, nadie sabe, nadie supo. De cómo una camioneta logró hacer el boquete en un muro del penal, en las mismas. Quizás Obama, tan sabio él, sí lo sepa.
Pero, además, y para colmo de males, en una de las destrozadas carreteras de Zacatecas –sí, esas que serían restauradas en cien días–, la que pasa por el municipio de Trancoso, un senador: Faustino López Vargas, y su esposa Pilar Hernández, morían luego de que una llanta se le ponchó al Mazda en el que viajaban por lo que terminó volcándose.
López Vargas, en su calidad de suplente, ocupó el escaño de Américo Villarreal Anaya, cuando el morenista se fue de campaña, pero se lo regresó un ratito mientras el hoy gobernador de Tamaulipas se protegía con el fuero que el Senado otorga, de supuestamente ser detenido; además de, por si las dudas, protegerse, con su amigo el también tamaulipeco José Narro Céspedes, de la balconeada por andarse retratando con narcotraficantes.
Así, a una semana de ocupar nuevamente su credencial de senador, Faustino López falleció cuando viajaba por Zacatecas rumbo al informe de su compañera Soledad Luévano Cantú. Obvio el evento se suspendió. En esto, hay que decirlo, no creemos que la secta haya tenido algo que ver.
Estos sucesos, a los que además se sumó la muerte de la niña de siete años que fue víctima de un ataque a balazos en el que también falleció su padre, en el Mercado de Abastos de la capital, mantuvieron el fin de semana en el trending topic a Zacatecas.
Pero como dicen, hay quienes ya no sienten lo duro, sino lo tupido, entre ellos nuestro querido inquilino, que tuvo que aguantar la arremetida que le acomodaron diversos actores políticos, además de La Jornada, periódico oficial del régimen, y el vocero de López Obrador, Epigmenio Ibarra, luego de que, con su amigo el embajador Ken Salazar, llegara a un “acuerdo” para que la DEA, el FBI y la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid) se pongan a trabajar en Zacatecas, a ver si en inglés, a los del crimen organizado e inteligente se les puede poner a raya.
Pero mientras el sospechoso acuerdo se pone en marcha, Ken Salazar llegó a Zacatecas, le sonrío a todos, se abrazó con los que pudo, se tomó hartas fotos y, cuando ya estaba en el avión de regreso a la Ciudad de México, el Departamento de Estado soltó la noticia: Zacatecas sigue en la lista de los seis estados a los que el gobierno de Joe Biden recomienda no viajar por el riesgo a ser secuestrados, robados o quedar expuestos a la violencia imparable. ¡Auch!
Ahora, le toca al gobernador David Monreal Ávila, no a su hermano el senador, dar un informe puntual del acuerdo de palabra –porque nunca se distribuyó o mostró un documento–, al que llegó con Ken Salazar, en materia de seguridad pública, y demostrar que no está, para nada, lesionando la soberanía nacional, esa que tanto defiende el presidente de la fallida 4T, Andrés Manuel López Obrador.
Porque no podemos olvidar que López Obrador limitó las actuaciones de la DEA y la Usaid, según él, porque se entrometían en los asuntos internos de México. De paso hasta acusó que estos entes se encargaban de financiar a grupos “muy agresivos contra su gobierno”.
Por lo pronto, los senadores morenistas Antares Vázquez Alatorre y José Narro, además de la priísta Claudia Anaya Mota –sí, la misma que se despareció durante la votación para entregar la Guardia Nacional a la Sedena–, quieren ver sangre y exigen se publique el convenio. No quieren tacos de lengua. Papelito habla.
Y como la costumbre es ley, Ricardo Monreal Ávila salió en defensa de su hermano. Más o menos similar a cuando dijo que las encuestas eran lo máximo, porque beneficiaban a su familiar, para después satanizarlas por antidemocráticas y tramposas, cuando a él lo perjudican.
Así, igualito, ahora dijo que en el pacto entre zacatecanos y gringos no hay nada ilegal, al contrario, aquí impera “la buena fe”, además de una sanísima colaboración en la que jamás, ni lo mande el Santo Niño de Atocha, “se infringe ninguna ley… no hay injerencia ni intromisión de agentes extranjeros, sólo son las autoridades mexicanas las que intervienen”.
Y antes de despedirse prometió que sería él, no el gobernador de Zacatecas, el que hablaría con Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, porque de hecho ya el viernes lo había hecho con Adán Augusto López, secretario de Gobernación”.
Ya lo de las herencias malditas no tiene caso repetirlo. Eso ya todos lo sabemos de memoria. Y de los nuevos pleitos, ya sin desayuno con tamales de chipilín, el super senador, en su flamante conferencia de prensa, masculló el castigo en el presupuesto que ha sufrido Zacatecas.
Pero que no decaiga el ánimo, porque Ricardo Monreal ya prometió que el gobernador de Zacatecas “tendrá que ponerle mucha imaginación al recurso para abatir este rezago”.
Y fue más allá, señaló que en los diputados federales recae la responsabilidad de analizar, discutir y aprobar el presupuesto.
Ahora sí, lo volvemos a decir: Que Dios nos agarre confesados.
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