La Casa de los Perros: Llega a su fin el fiasco de los «superdelegados» de la 4T

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

El pasado 9 de octubre, para envidia de todos los zacatecanos, el presidente Andrés Manuel López Obrador, del brazo del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, presentó el ambicioso Plan de Apoyo a Michoacán.

Este plan incluye de todo, desde trasladar de una vez por todas la sede del IMSS a Morelia, a más tardar el año próximo, hasta lo que tanto se anhela en Zacatecas, la federalización de la nómina para que cada maestro reciba su salario de manera directa. Obviamente, la Federación se hará cargo de pagar en Michoacán, los adeudos, algo así como cuatro quincenas a los sufridos docentes.

Pero también hubo promesas de que la Sedena y la Guardia Nacional tendrán importante presencia para pacificar esa zona caliente del país; que habrá miles de sembradores de vida, ordenamiento ecológico, recuperación agropecuaria y pesquera; 400 millones para conservación de carreteras, y más, mucho más.

Por ello, la alegría llegó a esta entidad cuando, desde la Mañanera, López Obrador informó que ya, por fin, un mes después de la toma de posesión, se había reunido el martes con el inquilino de La Casa de los Perros. Pero de la evidencia fotográfica, nada de nada.

Fueron pasadas las 16:00 horas cuando la oficina de comunicación social tuvo a bien circular una fotografía en la que aparecen el presidente y el hoy gobernador de Zacatecas muy sonrientes, felices.

Lo que esta oficina no aclaró es que se trataba de una foto reciclada, ya distribuida con anticipación, vieja pues.

De la reunión del lunes nada, lo que nos deja ver que el ánimo de López Obrador para con su amigo David Monreal no es el que se prometió en campaña. Para el presidente, la mención en La Mañanera de la reunión con el de Zacatecas fue suficiente. Para David Monreal, no.

Y menos cuando enfrenta una crisis de ingobernabilidad que lo mantiene de malas, enojado, hosco, con eventos cerrados a los que no se invita a la prensa, a la cual detesta y elude para evitar ser cuestionado.

Como lo hizo en campaña, prefiere gobernar desde las redes sociales antes que mirarse enfrente de los micrófonos y las cámaras de los medios de comunicación. Eso jamás, es la instrucción “superior”.

Pero entre la alegría, esperanza y decepción que trajo a esta tierra el anuncio de que el presidente ayudará a Zacatecas, una información terminó por perderse en los brincos de felicidad de los arrodillados amanuenses de la 4T versión México, magia y encuentro: El fracaso de los delegados de la Secretaría del Bienestar, mal conocidos como superdelegados.

Resulta que ese 9 de octubre, en Morelia, El Peje no sólo anunció que habría más y más acciones del Gobierno Federal para “el bienestar” de la población, sino que, además, confirmó el fiasco de este monstruo burocrático creado precisamente para que no hubiera un monstro burocrático que se comiera los recursos en un gobierno austero como el que presume la 4T.

Sí, dijo que, a partir de ese ambicioso Plan de Apoyo a Michoacán, será el propio gobernador Ramírez Bedolla “quien lo represente en la entidad y coordine la entrega de apoyos como pensiones, becas, desarrollo urbano, apoyos al campo y a pescadores, así como vivienda, entre otros”. Textual. Ni un punto ni una coma menos.

Días después, el 11 de octubre, el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo Montaño, en su tercera o cuarta visita a Palacio Nacional para reunirse con su amigo el presidente, confirmó que sí, que, a partir de ya, será él, y nadie más que él, quien se encargue de la repartición de todos los programas sociales.

“La acción del Gobierno Federal en el estado de Sonora se va a coordinar a través del gobernador del estado y eso nos va a permitir optimizar los resultados del esfuerzo de coordinación que estamos haciendo”. Punto.

Ayer, entre que si son amigos, que si se quieren pero ya no les gusta que los vean juntos en una fotografía, o que si hubo o no un adelanto de participaciones que en Zacatecas se quiso, a la mala, ocultar a la población, pero que López Obrador confirmó en su perorata mañanera, el descalabro de los supedelgados volvió a ser tema.

Fue un reportero quien le hizo la pregunta directa: ¿Y por ejemplo en estos casos de los gobernadores también se perfila que sean los responsables de los programas sociales, presidente, como en el caso de Michoacán?

La respuesta fue: “Sí, en todos los casos, en todos los casos, que ellos (los gobernadores) participen más y que hagan un esfuerzo para que no haya corrupción, que no haya gastos superfluos, sueldos elevadísimos…”.

Así, todo parece indicar que el abuso, la mala administración, el uso electorero de las becas, los apoyos a los viejitos, a los jóvenes, sin pasar por alto la vacunación, que fueron el sello distintivo de los mal llamados superdelegados, dejarán de ser exclusivos de esa casta burocrática desidiosa y corrupta, para que sean ahora los gobernadores los que la asuman. Se espera que los vicios los erradiquen, eso sería lo lógico, son de la 4T, los que no mienten, no engañan ni traicionan, pero tampoco seamos tan optimistas, habrá que esperar.

A capilla

La lucha contra la corrupción en Zacatecas quedará mocha, luego de que las 34 carpetas de investigación que se abrieron en el quinquenio de Alejandro Tello Cristerna fueron olvidadas en algunos cajones y sí, prescribieron.

Hoy, al menos por las pesquisas que se supone tenía que realizar Tello Cristerna y su gente, en contra de su amigo Miguel Alonso Reyes –puros amigos en Zacatecas ¿verdad? –, ahora él y su banda podrán dormir felices, felices, felices.

Pero como se supone que todos los actos en esta vida deberán tener consecuencias, ahora resulta que quienes acabarán pagando los platos rotos serán aquellos que se hicieron de la vista gorda, obvio por órdenes de su jefe Alejandro Tello, quien desde California les mandará quizás, vía Amazon, sus paquetes de cigarros.

Si David Monreal no da una contraorden, tendrá que ser Humbelina López Loera, la secretaria de la Función Pública, quien en breve dé a conocer que serán Paula Rey Ortiz Medina, exsecretaria de la Función Pública; Sonia González de Luna, exsubsecretaria de Responsabilidades; Ramiro Piedra Agüero, subsecretario de Control, y Gabriela Rodríguez, hoy secretaria del Ayuntamiento capitalino y también extitular de la Función Pública, los que estarán en capilla por actos de omisión, es decir, de corrupción.

Ellos, según lo dicho por López Loera, dedicaron su paso por la Secretaría de la Función Pública para encubrir un presunto desvío de cien millones de pesos, lo que, ya se prometió, no sucederá en esta nueva gobernanza porque aquí “nadie es tapadera”.

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