La Casa de los Perros | La igualdad a medias: crónica de una simulación universitaria

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

A veces los gestos que parecen avances son, en realidad, cortinas de humo.

En política, como en la vida, hay movimientos que no buscan cambiar el orden de las cosas, sino reforzarlo con una nueva capa de pintura.

En la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), la reciente aprobación de una convocatoria electoral con supuesta perspectiva de género parece más una puesta en escena que una verdadera revolución.

Durante cinco horas de sesión, el Consejo Universitario discutió lo que, a todas luces, debió ser un acto de justicia largamente pospuesto: la implementación de la paridad de género en la conformación de planillas.

Se celebró como novedad lo que debería haber sido norma hace años. Como dirían: «A buenas horas, mangas verdes.»

La medida impone que las planillas integren a cinco hombres y cinco mujeres, organizados conforme al nivel jerárquico del cargo al que aspiran. Un equilibrio de papel, si se quiere.

Porque cuando se analiza con lupa lo aprobado, se observa un andamiaje legal y administrativo convenientemente difuso, donde la jerarquía de cargos fuera de la Rectoría y sus secretarías se tuvo que inventar sobre la marcha. Coordinaciones, direcciones, y demás espacios fueron acomodados en una lista imaginaria que parece más diseñada para evitar problemas que para garantizar justicia.

El secretario general de la UAZ, Ángel Román Gutiérrez, celebró el debate como si el mero acto de discutir implicara profundidad. Pero en esa discusión hubo más forcejeo político que compromiso ético.

Román Gutiérrez, por cierto, es uno de los aspirantes no declarados pero evidentes a la Rectoría. Y cuando quien arbitra el juego también desea participar, la cancha nunca está nivelada.

Del otro lado de la mesa, voces que exigen un verdadero cambio fueron acalladas con la excusa del tiempo. Margarita Ramos y Verónica Aguilar hablaron no de cuotas, sino de sustancia.

Propusieron incluir en la convocatoria el principio constitucional de paridad sustantiva, esa que no se conforma con números bonitos, sino que exige posiciones reales de poder para las mujeres.

Sus argumentos fueron respondidos con evasivas y con el clásico “ya es muy tarde para cambiar el documento”, una frase que revela la esencia del problema: las estructuras no quieren moverse, solo simular que se adaptan.

Más aún, la propuesta de firmar un compromiso vinculante para asegurar equipos paritarios en las direcciones fue aceptada “en la medida de lo posible”. ¿Y qué significa eso, exactamente? Nada. O, dicho sin ambages: significa que no hay compromiso. Porque si algo ha demostrado la historia, es que las buenas intenciones sin mecanismos claros terminan en promesas rotas.

La actitud de ciertos directivos universitarios –algunos urgentes por votar sin más discusión– refleja un patrón repetido hasta la náusea en los espacios de poder. Se acepta la paridad como un trámite, como una imposición externa que conviene acatar sin convicción.

Hay quienes incluso recurrieron al manido argumento de que también hay mujeres violentadoras, como si eso fuera razón para frenar la justicia de género. Otro clásico del machismo disfrazado de equidad: igualar hacia abajo.

Mientras tanto, se mantiene el requisito de presentar constancia de la Contraloría Interna, un instrumento que, en manos incorrectas, puede convertirse en una herramienta de exclusión política.

La sombra del caso Rubén del Pozo planeó sobre la discusión, pero fue rápidamente dispersada por una votación que, más que firmeza jurídica, mostró obediencia ciega.

El resultado final fue una convocatoria aprobada por unanimidad. En los papeles, todo parece correcto.

Se renovarán 740 cargos, habrá elecciones el 14 de mayo, campañas del 26 de abril al 8 de mayo, y una “veda electoral” antes del gran día. Todo muy ordenado, muy limpio. Una democracia universitaria de calendario y tinta, pero con estructuras que no se atreven a mirarse al espejo.

Los universitarios podrán votar, sí. Pero lo harán sobre una base que sigue arrastrando el peso de décadas de desigualdad estructural. Porque de poco sirve abrir la puerta a las mujeres si se les deja entrar solo al vestíbulo y no a las salas donde se toman las decisiones.

Lo dijo con claridad Marco Antonio Torres Inguanzo: no se puede usar la “aplanadora” para acallar las observaciones. Pero en Zacatecas, como en tantos otros lugares del mundo, la prisa por cerrar el expediente suele pesar más que la urgencia de cambiar el sistema.

Así, la UAZ inicia su proceso electoral con el disfraz de la modernidad y el alma atrapada en los viejos vicios. La paridad se convierte en consigna, no en convicción. Y como reza el dicho castellano: «Mucho ruido y pocas nueces».

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