La Casa de los Perros | La huelga en la UAZ, promesas rotas y palabras vacías

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

La mesa de negociación entre la Rectoría de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) y el Sindicato de Personal Académico (SPAUAZ) se rompió. No hubo acuerdos. No hubo soluciones.

Sólo palabras que se estrellan contra la realidad: 388 profesores esperan el pago de una prestación por 25 años de servicio que les fue prometida y que ahora les es negada.

La Rectoría dice que no hay dinero. El sindicato dice que sí lo hay. Y mientras tanto, la huelga sigue. Los estudiantes esperan. Las aulas están vacías.

Rubén Ibarra Reyes, el rector, no se cansa de repetirlo: los docentes que ingresaron después de 1991 no tienen derecho a esa prestación. El contrato, dice, es claro. Hay un corte generacional. Los de antes, sí. Los de después, no. Él mismo, que entró después del 2001, asegura que no tiene ese derecho. Y aunque suena convincente, hay algo que no cuadra: si el contrato es tan claro, ¿por qué hay 388 profesores exigiendo lo que, según él, no les corresponde?

Ibarra Reyes habla de números fríos: un millón de pesos por docente. 380 millones en total. Dinero que, asegura, la universidad no tiene.

Pero aquí hay una pregunta incómoda: ¿y si el dinero sí está? ¿Y si sólo hace falta voluntad para buscarlo? ¿Y si lo que falta no son pesos, sino honestidad?

Sonia Viramontes, del Comité Ejecutivo del SPAUAZ, no se anda con rodeos. Dice que el dinero está ahí, esperando. 289 millones de pesos de un impuesto estatal que no ha llegado a la universidad. 265 millones de un apoyo federal que se quedó en el limbo. 190 millones por devolución de impuestos. En total, 844 millones. Más que suficiente para pagar a los docentes y aún sobraría.

Pero no es sólo el dinero. Es la promesa rota. Es la desconfianza acumulada.

“Hace muchos años que se les promete algo y luego se les niega en las oficinas”, dice Viramontes. Y tiene razón. ¿Cuántas veces se puede engañar a alguien antes de que pierda la paciencia?

Mientras la huelga sigue, el Tribunal Laboral de la Región Centro Sur multó al rector con 148 mil 552 pesos por injerencia sindical.

La razón: una campaña en redes sociales bajo el lema «#NO A LA HUELGA», promovida desde cuentas vinculadas a Ibarra Reyes.

El tribunal lo tiene claro: el rector se pasó de la raya. Intentó influir en el plebiscito del sindicato. Violó el Convenio sobre Derecho, Sindicación y Negociación Colectiva.

La Rectoría dice que impugnará la sanción. Que no hubo injerencia. Que solo defendían el derecho de los estudiantes a recibir educación.

Pero las palabras suenan huecas. ¿De verdad creen que un hashtag en Facebook va a resolver un conflicto que lleva años gestándose?

Esto no es sólo una huelga. Es el síntoma de algo más profundo. Es la ruptura de un pacto. Es la desconfianza entre quienes dirigen la universidad y quienes la sostienen día a día.

El SPAUAZ no está peleando sólo por dinero. Está peleando por dignidad. Por el cumplimiento de una promesa que se les hizo y que ahora les quieren arrebatar.

La UAZ está en crisis. No es una crisis nueva. Lleva años cocinándose a fuego lento. Pero ahora ha explotado. Y mientras la Rectoría y el sindicato se enredan en discusiones interminables, los estudiantes son los que pagan el precio. Sus clases están suspendidas. Su futuro, en pausa.

¿Cuánto tiempo más va a durar esto? Nadie lo sabe. Pero una cosa es clara: hasta que no haya respuestas concretas, hasta que no haya soluciones reales, la huelga seguirá. Y la UAZ, esa universidad que debería ser un faro de conocimiento y progreso, seguirá sumida en la incertidumbre.

Esto no es solo una huelga. Es una herida abierta. Y alguien tiene que empezar a cerrarla.

42 zacatecanos. 42 familias. 42 sueños rotos

El INAI cierra sus puertas el 20 de marzo. No es sólo una institución que se extingue; son vidas las que se desmoronan. Detrás de cada nombre y mujer hay una historia. Detrás de cada empleo perdido, hay un futuro que se desvanece. Zacatecas, tierra de gente orgullosa, se convierte en el escenario de una humillación colectiva.

Alejandra Sánchez, una mujer de palabras afiladas, mirada despectiva y el aliento propio de un trasnochado los llamó «pueblerinos». La palabra resonó como un latigazo. No era sólo un insulto; era un desprecio por sus raíces, por su tierra, por su identidad. Adrián Alcalá, el presidente del INAI, calló. Su silencio fue cómplice.

Julieta del Río Venegas, comisionada y zacatecana, no podía quedarse callada. No era únicamente una defensa de sus compañeros; era una defensa de su propia dignidad. Exigió respeto, pero lo que recibió fue una respuesta cargada de violencia soterrada. Amenazas. Insultos. Todo grabado, como si la evidencia pudiera silenciarla.

El INAI, otrora símbolo de transparencia, de lucha contra la corrupción se desmorona, y con él, los boletos para el mundial, los viajes internacionales, los moches que ya no tienen destino. Pero Julieta y los 42 zacatecanos no están molestos por eso. Están furiosos por la injusticia, por la arrogancia, por la impunidad.

El 20 de marzo se acerca. Las puertas del INAI se cerrarán. Para muchos, será el final. Para Julieta, es solo el principio. Ella no se rendirá. Hasta el último momento seguirá defendiendo lo que cree justo. Porque, en un mundo donde la corrupción parece ganar, alguien tiene que mantenerse firme.

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