La Casa de los Perros | El silencio de David Monreal aviva la rebelión magisterial

CLAUDIA G. VALDÉS DÍAZ

Hay refranes que no fallan, y en Zacatecas uno retumba con fuerza estos días: «Cría cuervos y te sacarán los ojos».

La fallida nueva gobernanza, que alguna vez creyó que bastaba con saldar una cuenta de becas para los hijos de los maestros agremiados a la Sección 34 del SNTE, hoy se encuentra atrapada en un avispero sindical del que ya no podrá escapar.

Lo que empezó como una demanda puntual —el pago de unas becas— ha mutado en un movimiento magisterial sólido, unido, y, sobre todo, decidido a no soltar la presión.

La Sección 58, liderada por Marcelino Rodarte, lo ha dejado claro: lo que parecía un problema simple ahora es un conflicto de largo aliento.

Los secretarios de Educación y Gobierno, Gabriela Pinedo Morales y Rodrigo Reyes Mugüerza, en vez de apagar el fuego con prontitud, se dedicaron a atizar las brasas, convirtiendo un diferendo administrativo en un conflicto político que amenaza con extenderse, por lo menos, durante todo el 2025.

Pero la ausencia más estridente es la del ¿inquilino? de La Casa de los Perros.

Mientras las calles arden y las aulas permanecen vacías, él opta por el silencio, por las comilonas y por los escapes. No ha dado la cara, no ha fijado postura más allá de los discursos reciclados sobre diálogo y respeto a las manifestaciones.

Como si ignorar el problema lo hiciera desaparecer, como si las pancartas y las consignas dejaran de sonar sólo porque el gobernador se esconde tras sus funcionarios.

«El que calla, otorga», dice el refrán, y el mutismo de David Monreal no hace más que fortalecer la percepción de un gobierno rebasado, sin brújula y sin autoridad.

Filiberto Frausto, de la Sección 34, habla ya de mesas de trabajo interminables, minutas por cada reunión y un documento general que, con más de cien páginas, se irá alimentando conforme las negociaciones avancen. O, más bien, conforme se alarguen. Porque si algo ha quedado claro es que los sindicatos, ahora más fortalecidos, no tienen prisa. Dice por ahí, «despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas».

Y mientras las autoridades estatales se aferran a sus discursos huecos, el magisterio ya convocó a una megamarcha.

Alejandro Aparicio González, secretario de Organización de la Sección 34, lo dijo sin titubeos: «Este paro no lo levanta más que la voluntad de la base». Que nadie espere una tregua sin que los maestros lo decidan.

El juego político está sobre la mesa. Las marchas, las asambleas simultáneas y la estrategia de mantener a raya a la administración estatal se consolidan como herramientas de presión. «Si verdaderamente hay voluntad del gobierno, que se vea», insisten los líderes sindicales.

Y, mientras tanto, casi 300 mil estudiantes siguen sin clases. Un costo social que parece no incomodar a las autoridades, ocupadas en redactar minutas mientras las familias zacatecanas lidian con la incertidumbre educativa.

Lo que también ha quedado claro es que el paro podría levantarse, sí, pero la lucha magisterial no terminará. Hay promesas de mesas de trabajo cada dos meses, evaluaciones continuas y un pliego petitorio que abarca desde pagos puntuales hasta la revisión de reformas federales.

«No queremos estar peleados todo lo que queda de esta administración», dice Marcelino Rodarte, pero los hechos hablan más fuerte que las palabras: el magisterio ya encontró su músculo y no tiene intención de volver a soltarlo.

El gobierno, por su parte, parece ir siempre un paso atrás, improvisando respuestas y firmando minutas que únicamente aseguran más negociaciones futuras. Como dice el dicho: «El que con leche se quema, hasta al jocoque le sopla».

La fallida nueva gobernanza ya probó el poder del magisterio y ahora camina con cautela, aunque sin rumbo claro. Y con un gobernador ausente, la sensación de desgobierno crece, y crece…

La megamarcha de este lunes no será sólo una protesta; será la confirmación de que el conflicto, lejos de resolverse, ha echado raíces. Y si algo ha demostrado este movimiento, es que aquí nadie se rinde a la primera. Los maestros, organizados y resueltos, han dejado claro que hay magisterio para rato.

Porque la cuestión va más allá de las becas y los salarios pendientes. El verdadero trasfondo es la falta de previsión del gobierno estatal, su torpeza para manejar las tensiones sindicales y su incapacidad para entender que un problema pequeño, si no se resuelve a tiempo, crece como una bola de nieve.

Lo que pudo haberse tratado con diálogo ágil y decisiones firmes, ahora se convirtió en un pulso de poder donde cada bando mide sus fuerzas.

Y mientras los líderes sindicales ajustan cada cláusula de las minutas, las autoridades parecen conformarse con administrar la crisis, esperando que el tiempo —y el desgaste— hagan su trabajo.

«Cuando el río suena, agua lleva», y este río magisterial no sólo suena, sino que amenaza con desbordarse si las soluciones no llegan pronto. La fallida nueva gobernanza debería tomar nota: cada día que pasa sin resolver el conflicto, es un día más que fortalece la causa sindical.

Así que, mientras las mesas de trabajo se multiplican y las minutas crecen como maleza, la pregunta sigue en el aire: ¿cuánto tiempo más aguantará la fallida nueva gobernanza antes de entender que la paciencia magisterial tiene un límite? Porque si algo han dejado claro los maestros zacatecanos, es que no están dispuestos a soltar la calle hasta que sus demandas sean escuchadas… y cumplidas.

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